Estamos en 1979. La escena original del punk inglés se ha transformado. Los Sex Pistols están disueltos. Johnny Rotten y su nueva banda (Public Image Ltd) concebían una oscura versión personal del dub, altamente influida por el rock experimental alemán de los 70. The Clash lanzaba el disco doble London Calling, en el que amplía cada vez más su paleta de géneros y ritmos. Otras figuras del movimiento caen en la tentación de convertirse en pop stars y son acusadas por los fans de “vendidas”. La new wave, una versión del punk mucho más pop y potable para los medios, empieza a tomar su lugar. Paralelamente, una nueva generación de jóvenes estimulados por la irrupción del punk aprovecha las barreras formales que se habían quebrado y surge una nueva generación de bandas inspiradas en el punk, pero que no lo copian al pie de la letra. Con una propuesta más sofisticada e intelectual, bandas como The Fall, Wire, Gang of Four, Joy Division y Bauhaus conforman lo que la prensa trató de agrupar como post punk.Ante esta situación, una frase convertida en graffiti toma las calles de las ciudades del Reino Unido: Punk is dead (el punk está muerto).
¿Todo? ¡No! Un puñado de irreductibles jóvenes resiste esta situación. Inspiradas por el lado más acelerado, brutal y ruidoso del punk, una nueva generación irrumpe en toda la isla. Nuestros futuros visitantes GBH -siglas de grievous bodily harm, una figura legal que significa algo así como “daño corporal realmente serio-, son parte de una de esas bandas, que junto con otras como The Exploited, U.K. Subs, The Cockney Rejects, Subhumans (y centenares más) aterrorizaron vecindarios con sus estruendosos ensayos. Una nueva frase sustituye a la anterior y se convierte en una de las proclamas más repetidas por la juventud mundial de crestas: Punk’s not dead (el punk no ha muerto, nombre del primer disco de The Exploited).
Y la vida no fue fácil para esta camada de músicos. Rodeadas de una enorme cantidad de artistas mucho más aceptables para el público, sellos y prensa, esta segunda generación de punks llamó la atención de la prensa musical inglesa sólo por poco tiempo, a principios de los 80, llegando incluso a pasearse dignamente en las listas de ventas (lo que evidenciaba que había una parte importante de la audiencia que no se sentía atraída por el rumbo que el punk había tomado). Pero el affaire con el mainstream inglés terminó rápidamente, cuando se percataron de que se trataba de propuestas realmente difíciles de difundir y de que era gente que iba en serio y que no se iba a prestar a jugar el rol de rock star tan fácilmente. Cosa que a gente como GBH poco le importó, ya que la masividad nunca fue su objetivo. Éste es un punto realmente importante, ya que es una de las características que los diferencia de la primera camada del punk inglés, los que sí buscaban llegar a la mayor cantidad posible de gente. De hecho, parte importante de su discurso, su lado más político (el que no tiene que ver con beber como cosacos y otros entretenimientos nocturnos), mira con desconfianza a los medios masivos de comunicación, en los que ven un agente importante en el deterioro constante y sin retorno de la sociedad occidental.
Esta banda de Birmingham fue catalogada, junto con el resto de bandas de su camada, por gran parte de la prensa (incluso prensa punk) de cartoon punks, es decir, caricaturas punks. Esto se debe al modo en que exageraban y llevaban al extremo muchas características del primer punk y al mismo tiempo las uniformizaron. Esto es tal, que en el imaginario popular muchos elementos que se consideran propios del punk pertenecen más a esta segunda generación que a la primera. Crestas, alfileres de gancho, parches, tachas, cuero, mucho pincho y botas, vestuarios que parecen salidos de Mad Max, fanzines llenos de imágenes de futuros posapocalípticos e iconografía morbosa y consignas antisistema. El punk original era bastante más variado, heterogéneo y confuso.
Si bien se han tomado pausas, con 30 años de carrera, GBH nunca se disolvió. Llegan a Montevideo con sus tres miembros originales (Col Abrahall, Jock Blyth y Ross Lomas) más el cuarto baterista en la historia de la banda (Scotte Preece). Si bien no saca un disco de estudio desde 2002 (Ha ha), la banda va a retornar a los estudios cuando termine la presente gira, por lo que es probable que estrene algún tema en vivo. Su clásico primer disco, City Baby Attacked by Rats, de 1982, define su sonido: punk rock básico, rápido y brutal (este disco, fundamental en cualquier discoteca punk que se precie de tal, contiene una curiosidad para el público uruguayo, el tema “Passengers on the menu” (pasajeros en el menú) fue inspirado en la tragedia de los Andes. Como verán, los tipos son directos, sin metáforas). Tienen a cuestas una discografía grande, en la que poco se puede hablar de evolución. De pocas sutilezas y siempre tratando de ser lo más bestial posible, incluso cuando se salen del libreto en temas como “Big women” (en el que experimentan con sonidos de objetos), el objetivo es siempre sonar brutal. Siempre trataron de conservar la ferocidad del sonido original, manteniéndose fieles a su cruda versión del punk, que sería parte (y también influiría) a lo que se pasó a llamar hardcore punk. Lo suyo se trata de una causa, mantener viva una llama y una misión, y así de serio se lo toman, por más que esa causa nunca es del todo clara. A principios de los 90, la banda dio un giro hacia el metal, que es, en todo caso, parte de un ida y vuelta de influencias, ya que la generación de trash metal (especialmente Slayer) ha incorporado el sonido y la actitud de bandas como GBH. En realidad, no hay que asustarse, en general se trata de muy buena gente, de gran corazón y que suele ayudar a su comunidad mucho más que muchos políticos. Su visita, este domingo en Decibelios (Miguelete y Piedra Alta), es una gran oportunidad de ver a gente importante del punk en acción. Éstos son los punks que asustaban, no los de ahora.