Argentina comenzó esta semana a aplicar nuevas restricciones genéricas a las importaciones, que alcanzarán también a los productos uruguayos (ver la diaria del 16/11/09). La medida consiste en ampliar la cantidad de productos para cuyo ingreso se exige a los compradores una licencia de importación no automática previa a la operación, generándose como principal inconveniente que la entrada de mercadería se retrase en un promedio de dos meses. Actualmente y en algunos casos, las licencias automáticas que otorga Argentina demoran más de dos meses en liberarse, por lo que no parece descabellado pensar que las no automáticas tarden lo mismo o más.

Son varios los nuevos productos alcanzados por las restricciones, pero se destacan algunos de los subsectores: químico, metalúrgico, textil, vestimenta y tejidos de punto. Los tres últimos giros citados son los que más podrían verse afectados a nivel local, ya que en 2009 representaron el cuarto rubro en valor de exportación a Argentina. Las explicaciones de tales resoluciones no varían, en ningún aspecto, respecto del pasado reciente. Las autoridades argentinas enmarcan las medidas en el nuevo contexto mundial, por los efectos que la crisis produjo sobre sus productos al derrumbarse su demanda externa.

Es una medida de carácter general que escapa a la legalidad del Mercosur, que genera un impacto más fuerte entre los países del bloque y más que nada en Uruguay, uno de los dos más pequeños y que tiene como segundo socio comercial, detrás de Brasil, a Argentina.

El péndulo

Según cifras del Instituto Uruguay XXI, entre enero y octubre de 2009 Uruguay exportó hacia el Mercosur unos 1.275.000.000 de dólares, 7% menos que en igual período del año pasado. La evolución comercial con los dos grandes de la región presenta tendencias opuestas: mientras que las ventas a Brasil aumentaron 11%, las realizadas a Argentina cayeron 36% en similar período. Actualmente, el bloque absorbe 27,9% de las exportaciones del país.

Cuando cuatro es dos

La imposición de mayores barreras al comercio por los países más grandes del bloque no es un elemento nuevo y lleva años, pero se intensificó desde comienzos de 2009. La bilateralización es un hecho y la administración de los temas comerciales comunes perdió su trasfondo regional para transformarse en un “cara a cara”. En lo que va del año, Argentina y Brasil protagonizaron una escalada proteccionista mediante una lógica de acción y reacción, con fuertes reproches recíprocos y generando un considerable perjuicio al conjunto, sobre todo a los dos socios más chicos.

A fines de agosto Brasil estableció un cupo a la exportación de leche en polvo desde Uruguay para el resto del año. La decisión tuvo como objetivo salvaguardar a los pequeños productores lecheros brasileños, la enorme mayoría de sus tamberos. La medida afectó al subsector lácteo uruguayo: del total de sus exportaciones en los primeros seis meses, 20% se dirigió a Brasil. En ese período las exportaciones de leche y derivados alcanzaron los 40.000.000 de dólares, siendo el cuarto rubro exportado hacia el gigante vecino. La traba no fue sólo para Uruguay, sino que se fijaron restricciones al ingreso de productos argentinos, que también vieron cuotificado su acceso.

Previamente, Argentina había impuesto las licencias no automáticas bajo el argumento de proteger de la crisis mundial al empleo, la industria y la producción locales. Las críticas no se hicieron esperar y en la cumbre del Mercosur de julio Brasil, Paraguay y Uruguay plantearon su rechazo. A fines de octubre y como represalia, el gobierno de Lula da Silva frenó importaciones desde Argentina de harina de trigo, aceites, ajo, vino, frutas, raciones para animales y camiones, entre otros bienes.

Ni buenos ni malos

Aparte de las trabas al ingreso de lácteos, el arroz y los neumáticos son los productos que históricamente padecieron más las restricciones para-arancelarias de Brasil. Sin embargo, no sólo Brasil y Argentina se protegen: Uruguay también coloca barreras paraarancelarias a la importación de algunos productos brasileños. Entre éstas se destaca la prohibición histórica al ingreso de carne de pollo brasileña, fundada en eventuales o supuestas previsiones sanitarias. Pero Brasil es el principal exportador mundial de carne de pollo, con una participación global de aproximadamente 40% y con acceso a los mercados más exigentes. Sus autoridades no aceptan la argumentación uruguaya aunque asumen, con conocimiento de causa, que si las autoridades uruguayas no imponen dicha restricción, la industria avícola local se vería muy dañada, posiblemente en forma similar a la de los lácteos en Brasil. Uruguay también establece controles a la importación de frutas y verduras competitivas con las de producción nacional, y lo hace a través de licencias de importación.

Las trabas intrabloque son una realidad y no se vislumbra un mecanismo práctico para desarticularlas, en un plazo cierto y contemplando las enormes diferencias. Cabe reflexionar sobre cómo el Mercosur podrá plantarse a negociar un acuerdo con la Unión Europea exigiendo menores trabas para-arancelarias, mientras aumenta su tensión interna de la mano del renovado proteccionismo, con el interés particular aflorando muy por encima de la idea de un bloque regional.