En noviembre, el universo de la cultura celebraba el cumpleaños de Claude Lévi-Strauss, quien entre otras cosas impuso el estructuralismo como enfoque predominante en las ciencias sociales durante varias décadas. Hasta su fallecimiento, ayer, conformaba junto al arquitecto Oscar Niemeyer una formidable pareja de testigos vivientes de la historia del siglo XX, de la que además habían sido protagonistas. La mención al brasileño trae una coincidencia extra, porque fue al país del norte adonde en 1935 llegó Lévi-Strauss como parte de una misión académica francesa. En ese viaje, además de dar clase, se dedicó a hacer estudios etnográficos junto a varias comunidades indígenas del Amazonas, que elaboró teóricamente en Las estructuras elementales del parentesco (1949).

Entre la escritura de ese libro y su estancia en Brasil, Lévi-Strauss había trabajado en Estados Unidos junto con el lingüista Roman Jakobson. De esa colaboración surgiría una manera de sistematizar sus estudios antropológicos basada en las concepciones de Ferdinand de Saussure, que entendía los fenómenos del lenguaje en base a oposiciones que determinaban las posiciones relativas de los elementos en el esquema general. Lévi-Strauss aplicaría este esquema a las relaciones familiares, a las prácticas tribales y también a los mitos de las culturas que visitó.

Desde la academia francesa, esa forma de pensar, conocida como estructuralismo, se volvería dominante tanto en la antropología como en varias disciplinas humanísticas y sociales. El “giro lingüístico” por el que pasaban el psicoanálisis, los estudios literarios y el marxismo contribuyó a imponer esta corriente, que tuvo en una obra de Lévi-Strauss, Antropología estructural (1958), una de sus biblias particulares.

Sin embargo, no sería correcto acotar la figura de este pensador a la antropología o a la corriente estructuralista, ya que paralelamente abordó la autobiografía de estilo libre (en Tristes trópicos, de 1955), así como ensayos de corte filosófico en los que no temía a las contradicciones internas ni a expresar su pesimismo por el destino de la humanidad.