-¿Cómo surge la idea de ¡Vaca!?
-La obra la empecé a crear hace años, escribiendo textos pero más como un diario de desahogo que en vistas a ponerlo en un escenario, por problemas que yo tenía con la sociedad. Al estar gordo, al verte no aceptado tanto en las tiendas de ropa, como la gente que te mira, como los autobuses que no cabes, como en muchos sitios, yo me desahogaba escribiendo. Y al cabo del tiempo, en vez de pensar en palabras, pensaba en imágenes y ahí me pregunté “¿y si lo pongo en un escenario?”
-¿Ya eras actor?
-Sí, y coincidió justo que estaba estudiando arte dramático: mis fantasmas y mis miedos y mis miserias están escritas con las ganas de ponerlas en un escenario. Así sucedió y cada vez que me subo a escena es como una purgación de todo lo que siento. Al principio lo dirigí yo pero faltan muchas cosas, eres incapaz de verte desde dentro y desde afuera.
-¿Poner en escena ¡Vaca! tiene algo de manifiesto desde la gordura?
-Bueno sí, está cercano al manifiesto. Sí, es un manifiesto de libertad absoluto. Una declaración de principios. Yo estoy muy cansado de que la sociedad nos diga cómo tenemos que ser físicamente, incluso intelectualmente y sensitivamente. Nos dicen cómo tenemos que sentir, cómo sentir acerca de algo y cómo tenemos que pensar; y ya el colmo es cómo tienes que ser tú por fuera. Que el cuerpo nos viene de fábrica, uno es así y en vez de enseñarnos a amarnos y a querernos como somos, nos enseñan a fabricarnos una imagen estereotipada de algo que nunca llegaremos a ser. Esto es muy duro, te das contra una pared.
-¿Tu propuesta tiene puntos de contacto con Gorda del norteamericano LaBute? Este autor adelgazó y luego no se reconocía en su nuevo cuerpo, hasta que volvió a engordar…
-A mí me pasó algo curioso: cuando era adolescente adelgacé 35 kilos y no me reconocía en mi cuerpo, era el cuerpo de otra persona. Parece ser que yo ya me había asumido siendo gordo y cuando me vi de nuevo dije “éste no es Alberto”. No me miraba en los espejos, me compraba ropa de talles como los que usaba antes, ropa anchísima, no me reconocía. Y engordé más rápido de lo que adelgacé. Fue una cosa extrañísima, los médicos no se lo explicaban.
-Como actor, ¿qué cambios se producen en ti, al momento de llevar esta realidad al escenario?
-Los primeros diez minutos la gente se sorprende, pero luego lo asume como normal y a mí me gustaría que esto fuera una metáfora de la realidad actual y que dentro de algunos años fuera algo normal y la gente no se preguntara ni cuestionara si una persona es gorda o deja de serlo. Eso es lo que pasa en la obra. Son las miserias de una persona, mas luego la gente lo relaciona con sus propias miserias. Hay gente muy delgada que me ha venido a dar las gracias, justo lo contrario. También gente con problemas en la piel, en fin, cada uno tiene su propia vaca, al final.
-Qué otras obras has interpretado?
-La primera obra que hice fue para tres mujeres, que habla de la soledad. En ¡Vaca! hay un poco de soledad también. Ahora nos metemos en un proyecto que trata sobre la monarquía, en un país monárquico como es España. Como dramaturgo lo que me mueven son las historias contemporáneas que estén sucediendo hoy en día a determinado grupo de personas, que sentimos y estamos unidos en un mismo camino. Cosas que están y que nadie las dice por mil razones, por miedo, por prejuicios, que no se pueden poner en un escenario. Revivir a los muertos a mí no me gusta demasiado en mi concepción del arte y del teatro a servicio de qué. Hay que remover conciencias, remover entrañas y remover intelectualidades para acercarnos unos seres humanos a otros. Yo no concibo el teatro como algo sólo de disfrute, tiene que haber disfrute por supuesto, pero que ese disfrute te llegue de otra manera y haga empatía con aquello que estás viendo en escena y se establezca como una comunicación humana y sincera entre lo que está pasando y lo que el espectador está sintiendo. Esto es lo más importante del teatro.
-¿Y cuál es la repuesta de la gente?
-Muy bonita, cada uno se ve reflejado y me lo agradecen. La gente ha estado muy cercana. Éste ha sido un aprendizaje también para mí. La obra va evolucionando, va creciendo conmigo, yo también voy aprendiendo, depende del público establecer una comunicación u otra.
-¿Al final, lograste exorcizar esos miedos que te hicieron escribir?
-No, ojalá.
-¿Qué es la gordura para vos?
-Es un hecho. A partir de ahí lo intento llevar lo mejor que puedo. Hay temporadas que lo llevo mejor, temporadas que vivo peor por muchas cosas, tanto a nivel estético como a nivel emocional, porque una persona gorda que lo vive desde pequeño tiene unas trabas asumidas a la hora de relacionarse que no deberían existir, pero ahí están. Igual, mucho mejor que hace dos años y pico, cuando estrenamos la obra. Me sirve de terapia psicológica. Me estoy ahorrando el loquero.
-¿Ves a la gordura como un mal?
-En absoluto, nos la hacen ver como un mal, porque hay muchas cosas que rodean a la gordura, sobre todo en el mercado de la estética. Para mí lo más triste es que derive en una patología, que para una chica o chico de pronto la gordura se convierta en una obsesión diaria y cotidiana, que deje de comer, que deje de relacionarse con el mundo exterior, que sólo existan él y la báscula y que te lleve incluso a la muerte. Nadie es culpable pero sí debemos reflexionar todos para que esto no suceda, porque alguien debería decirle a esta gente que no están solos en eso y esto es una forma. Hay que aprender a vivir con lo que uno tiene, y ser feliz.