Las razones principales de la decisión reposan en el hecho de que la inflación está prácticamente controlada. Aunque todavía no se conoce el dato del Índice de Precios del Consumo correspondiente a diciembre, se espera que la suba de precios acumulada en el año ronde el 5,7%, es decir, dentro del nuevo rango-meta anunciado el lunes, de 4%-6%, que sustituye al anterior de entre 3% y 7%. Por lo tanto, 2009 sería el primer año de cumplimiento de la meta inflacionaria después de tres años de fracasos en la consecución del objetivo. Vale recordar que en agosto de 2007 el BCU abandonó el régimen basado en el manejo de los agregados monetarios, para adoptar un régimen sustentado en el manejo de la tasa de interés, más precisamente la llamada tasa call, que es la referencia de interés interbancario que se cobra por los préstamos de dinero en las operaciones que se registran por día. Este régimen se suele aplicar en economías que presentan un sistema financiero más desarrollado y estructurado, en las que el control de la política monetaria mediante la tasa de interés genera efectos más precisos y conocidos. En el caso local, todavía no se tiene todo el conocimiento necesario respecto de la contundencia del instrumento, cuyo uso es de muy reciente data.

Las expectativas del mercado para 2010 son de una inflación del orden del 5,5%, la cual, de mantenerse las proyecciones, también se ubicaría dentro del nuevo rango-meta de tolerancia de precios. En ese sentido, el objetivo es prácticamente el mismo que antes del lunes, porque la inflación va a tender a converger hacia el techo del rango, pero la política monetaria es bastante más expansiva. Las presiones inflacionarias que se pueden hacer presentes en el nuevo año provendrían de los alimentos y el petróleo, y, por otro lado, impulsadas por el fuerte crecimiento de la demanda doméstica, fortalecida con la contundente recuperación salarial de los últimos cinco años, que promedia el 20%. En virtud de la relativamente novedosa vigencia del nuevo régimen monetario citada más arriba, los efectos generales para el corto plazo son bastante inciertos.

Sopa de letras

Aparte de la eventual incidencia sobre la inflación, la reciente medida podría generar algún movimiento en el declinante tipo de cambio, que, dadas las condiciones actuales, parece poco probable. En el año, el billete verde perdió aproximadamente el 20% de su valor en plaza. Es que los factores determinantes de la apreciación del peso se mantienen vigorosos y básicamente están relacionados con la corriente de capitales que han ingresado al país en busca de los rendimientos de papeles nominados en moneda nacional. Éstos son bastante altos con relación a los muy bajos rendimientos que pagan las colocaciones en los mercados internacionales, que rondan apenas el 1% anual. Si éstas son comparadas con el rendimiento promedio anual de una Letra de Regulación Monetaria (LRM) como las que emite el BCU, que ronda el 12% para 365 días según la curva de rendimientos de la Bolsa Electrónica de Valores (BEVSA), las diferencias son sustanciales. El arbitraje necesario implicaría una devaluación anual del orden del 10%, cuando las expectativas actuales de evolución del tipo de cambio, según la Encuesta Selectiva de Expectativas Económicas del BCU, ronda el 3%; es decir que para que los rendimientos sean equivalentes, el peso debería depreciarse un 10%. La baja probabilidad de este suceso sigue manteniendo a los instrumentos domésticos como muy rentables en las comparaciones internacionales. Y cabe incluir en el análisis la tendencia mundial a la baja que las principales monedas de intercambio, como el dólar y el euro, vienen experimentando sostenidamente.

Otro de los efectos esperados a raíz de la baja en la tasa de interés es el menor costo que debe afrontar el BCU para realizar su política de esterilización. Al bajar la tasa de referencia se espera que los rendimientos asociados a las LRM y demás instrumentos en moneda nacional también bajen. Este descenso repercute en el costo que asume el BCU cuando debe retirar del mercado (esterilizar) el circulante que volcó previamente hacia allí para las compras de dólares, utilizadas para atenuar su caída. Al parecer, el cumplimiento de esta presunción no se hizo esperar, dado que la semana pasada, según BEVSA, el rendimiento medio de las LRM se ubicó en 10,3% anual, lo que significó el guarismo más bajo desde el mes de agosto. La disminución en el rendimiento se debió a la mayor demanda registrada por dichos instrumentos, que conlleva una suba de sus respectivos precios con la consecuente caída en sus rendimientos. Este proceso está asociado a las expectativas del mercado, que ya preveían un ajuste a la baja en la nombrada tasa de referencia.

Menos encajados

Sumado a la política de recortar la tasa de interés, el BCU se comprometió a bajar aún más las alícuotas de los encajes bancarios a partir de enero próximo, es decir a reducir el porcentaje de los depósitos del sistema bancario que permanece inmovilizado en el BCU. Concretamente, en pesos bajarán de 20% a 12% y en dólares de 25% a 15%. Este proceso iniciado en noviembre se seguirá llevando a cabo en forma gradual, pero extendiéndose hasta julio y no hasta marzo, como se había planificado en octubre. El monto calculado de recursos monetarios ociosos a colocar en el sistema local o fuera de él como consecuencia de la baja en los encajes ronda los 264.000.000 de dólares como efecto de la reducción en pesos y 1.264.000.000 de dólares por la disminución en dólares. Este futuro excedente es una importante suma de dinero que el sistema financiero podría canalizar en la plaza local mediante la apertura de nuevos créditos. Actualmente, tal como se mencionó antes, existen muy pocos incentivos en términos de rendimientos como para que los bancos coloquen ese dinero fuera de Uruguay. Por lo tanto, las opciones más probables son dos: o lo vuelcan a sus clientes para el financiamiento de proyectos productivos que se puedan llevar a cabo en el país o lo colocan en títulos públicos a un buen nivel de interés. Las alternativas son claras, y dependerá de cada banco la decisión de cómo recuperar los niveles de rentabilidad perdidos en los últimos años.