Según las últimas cifras publicadas por el Banco Central (BCU), la rentabilidad real -deflactada por la variación de la Unidad Reajustable (UR)- de las inversiones del Fondo de Ahorro Previsional, de cada una de las cuatro AFAP que actualmente operan en el mercado local, volvió a ser negativa para el año móvil cerrado en julio.

Concretamente, la rentabilidad bruta promedio de las AFAP en el último año a julio fue de -6,34%, variación que, si bien es negativa, comparada con los meses anteriores supone el valor más bajo en lo que va del año, lo que representa una recuperación de la rentabilidad. De acuerdo con anteriores informes divulgados por el BCU, la rentabilidad bruta desde enero ha venido mejorando considerablemente. En el primer mes del año era de -22,93%, en marzo fue de -21,93%, y dos meses después, en el año terminado en mayo, cerró en 14,1% negativa.

Para evaluar, en primera instancia, el sentido de dicha evolución, conviene analizar en qué invierte una AFAP. Actualmente, el total de fondos de los afiliados que administran las AFAP asciende a 94.664.000.000 de pesos. Este monto se divide entre las cuatro administradoras, y cada una arma un portafolio de inversiones con el objetivo de garantizar la mejor rentabilidad posible para los ahorros de sus afiliados. El BCU es el que regula y controla el desempeño en las inversiones de las administradoras. Cabe aclarar que éstas tienen limitados por ley los tipos de instrumentos con los que realizar sus inversiones, lo cual condiciona en gran medida el armado de cada portafolio. En julio, la composición de los portafolios de inversión del total del sistema se distribuía de la siguiente forma: 58,51% en valores del Estado, es decir que casi 60% de los ahorros previsionales fue colocado en bonos públicos, concentrando la mayor parte los bonos globales en moneda extranjera (31,70%); luego siguen los valores emitidos por el Banco Hipotecario del Uruguay y las Letras de Regulación Monetaria emitidas por el BCU, con 24,37%, correspondiendo la mayoría del guarismo a los instrumentos emitidos por el BCU; después, las disponibilidades transitorias (5,28%); y el restante 11,83% se divide en Obligaciones Negociables, Fideicomisos Financieros y Acciones (4,31%), Notas Multilaterales (2,99%), Depósitos a Plazo en Instituciones Financieras (2,27%) y Préstamos a Afiliados al Sistema (2,26%). Estos números demuestran cabalmente la fuerte dependencia que tienen los portafolios de las administradoras respecto de los títulos públicos, elemento que resulta fundamental a la hora de evaluar la dinámica de las rentabilidades de las AFAP.

Todo cambia

En setiembre de 2008 la rentabilidad era muy similar a la actual, ya que rondaba el -6,1%. A partir de esa fecha, con los sucesos ocurridos en el sistema financiero internacional, la aversión al riesgo de los tenedores de títulos fue en ascenso, provocando fuertes caídas en los papeles del Estado y generando la irremediable consecuencia de pérdida en la rentabilidad de las AFAP. Dicha evolución tuvo su punto más crítico en enero de 2009, que se mantuvo casi invariable hasta marzo; a partir de abril, cuando comenzaron a llegar las primeras señales de estabilidad en la economía mundial, esta tendencia se empezó a revertir, produciendo como efecto directo una suba considerable en los precios de los bonos públicos uruguayos. Por lo tanto, aunque la rentabilidad sigue siendo negativa, los ahorros de los trabajadores en las AFAP, en los últimos meses, han registrado un salto de considerable importancia, que se explica por dos factores de relevancia: el primero es la creciente mejora en los precios de los bonos públicos, que de marzo a julio del presente año registraron una revalorización, en promedio, cercana a 20%; el segundo factor refiere al aumento en el número de afiliados al régimen, que al cierre de julio alcanzaba a 880.841 ciudadanos, ya que entre marzo y julio se constataron más de 23.000 nuevos afiliados. Este último aumento se debe tanto a una mejora en el empleo como a un mayor grado de formalización de los trabajadores. Para los meses venideros, dada la detención del fuerte impulso que experimentaron los precios de los bonos públicos, así como el nuevo ajuste de la UR, es esperable que la rentabilidad se mantenga relativamente estable, es decir que pueda aproximarse al -6% anual.

Caen las ganancias, no hay pérdidas

Cabe aclarar que cuando en este asunto se habla de “pérdidas”, lo que se expresa, en realidad, es una disminución en las ganancias que obtienen los trabajadores por estar afiliados a una AFAP, y no una pérdida real en los aportes, ya que éstos permanecen intactos. Dado que quienes se afiliaron al sistema de capitalización individual en sus comienzos, en 1996, tenían en su gran mayoría menos de 40 años de edad, la fase de acumulación del fondo previsional se va ir consolidando a lo largo de los próximos 20 años, o sea, cuando el primer grupo de afiliados se empiece a jubilar por el nuevo sistema. Es decir que el horizonte de las rentabilidades no se puede centrar en un año o en cinco, sino que depende de la evolución de todo el período, que, por lo menos, abarca 20 años.

¿Por qué no otros instrumentos?

Una de las principales razones por las cuales la ley obliga a las AFAP a invertir en papeles públicos es, justamente, que permiten financiar al propio sistema. Es decir que el BPS sigue siendo el organismo encargado de pagar las jubilaciones, pero una parte importante de los aportes de los trabajadores, que antes se volcaba a las arcas de la entidad previsional, ahora forma parte de los ahorros de las cuentas individuales que administran las AFAP. Esto, claramente, ha generado un importante costo para el Estado, que lo financia con la emisión de Letras y Bonos del Tesoro. Si bien esta situación se ha venido flexibilizando, con la posibilidad de invertir en otro tipo de instrumentos, como Obligaciones Negociables o los propios fideicomisos, tal como reflejan los números mencionados, los montos implicados en esas otras operaciones continúan siendo muy marginales. Las razones principales dadas por las propias AFAP sobre la escasa inversión en sectores productivos remiten a una carencia de información que impide vislumbrar el riesgo que se asume al comprar un instrumento privado de esa naturaleza, al menos para el retorno que ofrece. Esa característica innata es uno de los patrones explicativos de la escasez de emisiones apetitosas que tiene el mercado bursátil uruguayo y de las pocas empresas habilitadas para emitir en la bolsa. En varias ocasiones, las AFAP han manifestado la evidente necesidad de invertir en mercados externos, y la inconveniencia de concentrar cerca de 85% de sus inversiones exclusivamente en valores públicos. Esta situación se podría considerar crítica, dado el alto riesgo concentrado en tan pocas inversiones; resulta casi elemental diversificarlas en mercados externos, en los cuales el abanico de oportunidades es infinitamente mayor y está asociado a un menor riesgo financiero.

Volatilidades

Como se señaló al comienzo, la volatilidad del mercado local, que existe y va a existir, como en cualquier país emergente, y que determinó en época de crisis una importante caída en los títulos públicos, condiciona fuertemente las rentabilidades del sistema de capitalización. Últimamente, el debate se ha centrado en la posibilidad de establecer fondos diferenciados por riesgo, o lo que se conoce como multifondos. Se parte de la base de que el horizonte de una persona menor a 40 años de edad le permite asumir riesgos, con un criterio de mayor rentabilidad, que una mayor a 50 no se puede permitir. Esa posibilidad podría generar mejores beneficios que, previsiblemente, están ligados a niveles de riesgos también mayores. Pero en este punto entra en el análisis la gran discusión de las administradoras en torno a dos objetivos: garantizar o asegurar la jubilación para todos y, a su vez, obtener el mejor rendimiento posible.