Desde el martes, el novelista, dramaturgo y poeta Carlos Liscano ocupa la subsecretaría del Ministerio de Educación y Cultura en sustitución de Felipe Michelini, quien dejó el puesto para ocuparse de la campaña electoral desde el sector en que milita (Nuevo Espacio, Frente Amplio). La designación de Liscano habría sido producto de una decisión del presidente de la República, a quien el escritor entrevistó largamente en 2003. El producto de esas charlas fue Conversaciones con Tabaré Vázquez, un libro editado por Colihue que se transformó en un éxito de ventas, dado el reducido número de reportajes de este tipo que concedía el por ese entonces candidato a la presidencia.

Liscano afirma que la relación con Vázquez se mantiene, aunque se han visto pocas veces desde entonces. En conversación telefónica con la diaria, el escritor confesó que, aunque lo honra, la decisión presidencial lo tomó por sorpresa. “Todavía estoy en la etapa de informarme”, dijo al ser consultado sobre sus proyectos en el cargo, pero admitió que el tiempo de gestión que le queda -hasta marzo de 2010, cuando cambie el gobierno- es muy poco. “Supongo que el presidente sabía cuáles son mis virtudes y limitaciones. Los territorios donde me puedo mover son inocultables, no soy un especialista en ciencias sociales, soy escritor y nada más. Sí le prometí al presidente trabajo y disciplina, porque soy trabajador y disciplinado”, sostuvo.

Liscano fue crítico del rumbo que habían tomado las políticas culturales al inicio de la actual administración, e hizo pública su posición en varios foros, entre ellos en el semanario Brecha, de donde es colaborador habitual (también escribe en el suplemento El País Cultural, del diario El País). Así se expresaba en diciembre de 2007: “En el debate sobre política cultural la izquierda tiene todo para ganar y nada para perder. Más: puede perder mucho si no da ese debate y permite que el territorio de lo simbólico sea ocupado por gente que aparenta preocupación por la cultura y cumple mandados de la derecha. La diferencia entre esos mandaderos y los trabajadores de la cultura está en que los segundos tienen un interés genuino por los problemas del país y los otros no. Los mandaderos quizá no obedezcan a un plan de la derecha, pero le son funcionales. La ausencia de debate mantiene inmóvil a un sector, los trabajadores de la cultura, que tiene una gran capacidad multiplicadora de las ideas y la sensibilidad de los ciudadanos. Parecería que los dirigentes de izquierda prefieren que nos quedemos en casa. Si por lo menos dijeran por qué creen que debe ser así, uno se quedaría en casa tranquilo. Inmóviles, pero sin inquietud, que ya es un alivio. De otro modo: movilización o alivio, por favor, pero nunca este estado de no-existencia”.

Ahora Liscano afirma que, tras la asunción de María Simon y Hugo Achugar (como titulares del Ministerio y de la Dirección de Cultura, respectivamente), la situación ha cambiado. “Tal vez al inicio de este período los gobernantes de primer y segundo rango estaban preocupados por cosas de otro orden, como el Panes, la emergencia social, la salud y la educación; siempre se tiende a confundir educación con cultura”, dijo.

De todos modos, aunque respalda la actual orientación en Cultura, Liscano afirma que se mantendrá en sus términos y seguirá dando su punto de vista respecto de la función de la cultura como integrador y transformador de la sociedad, “que proviene de la concepción clásica de la izquierda”, en cada ocasión en que le sea posible. Precisamente, en su rol como comunicador (“soy un hombre de la palabra escrita y la palabra hablada”) Liscano aventura que transcurrirá su aporte como subsecretario.

Liscano, nacido en 1949, estuvo detenido por sus actividades políticas desde 1972 hasta el final de la dictadura militar, en 1985. En la cárcel comenzó su carrera como escritor, aunque obviamente no empezó a publicar hasta que recuperó la libertad. Vivió en Suecia hasta 1997, cuando regresó a Uruguay. Por entonces ya había publicado dos volúmenes de poesía, varias compilaciones de relatos y dos novelas fundamentales de la literatura sobre la represión, La mansión del tirano y El camino a Ítaca. En 2001 aparecería El furgón de los locos, novela considerada uno de sus picos creativos. Asimismo, Liscano ha publicado dramaturgia y se desempeñó en el periodismo; de este ámbito proviene el libro Ejercicio de impunidad. Sanguinetti y Batlle contra Gelman. Además de publicar en la región, Liscano es también editado en Suecia y Francia.