La oportunidad que trajo 2009 de deleitarse o aborrecer once espectáculos extranjeros (Italia, Chile, Argentina, Alemania/Brasil, España) y siete del interior del país (Río Negro, Salto, Paysandú, San José, Canelones, Fray Bentos, Minas, Rivera) se proyecta hacia el futuro impeliendo -es esperable- a desechar, revisar y/o afirmar posiciones, estilos, ideologías, a salir del propio huerto y observar críticamente la propia labor. La posibilidad de compartir el espacio físico -una de las funciones principales del teatro- con las obras foráneas se potenció además gracias a un Área Pedagógica que dentro de Setiembre escénico posibilitó el encuentro con varios de sus creadores en talleres de entrenamiento, construcción del personaje y la obra dramática, exploración y composición del movimiento, proceso creativo, dramaturgia, etcétera.

Y aunque no todo fue color de rosa -las superposiciones de exterior e interior fueron uno de los errores menos perdonables; más tolerable, dadas las dimensiones de la empresa, algún traspié en la selección de las obras, incluida la tan discutida obra “alemana” "Hamletmaschine" - el Festival proporcionó una contundente cuota de aire a los espaciados aunque sustanciales agasajos del Goethe Institut, que este año invitó a unos pocos a "Desterciarizando el hogar, personas en hoteles de mierda", de René Pollesch, en una puesta en escena llamativa del cordobés Marcelo Massa; del Auditorio Nelly Goitiño (Sodre) que hizo conocer al público uruguayo las excelentes Neva y Diciembre, del chileno Guillermo Calderón; del Teatro Solís que importó los espectáculos argentinos "Espía a una mujer que se mata", de Daniel Veronese, "La omisión de la familia Coleman" y "Tercer cuerpo", los dos de Claudio Tolcachir; del Teatro el Galpón que sorprendió a fin de año con una puesta perfecta de "El hijo", del noruego Jon Fosse, dirigida por el argentino Martín Tufró.

Por su parte, la cuarta edición del Festival Internacional de Teatro Unipersonal del Uruguay, hasta el año pasado única fuente segura de trato con el exterior, se trasladó a Maldonado, en una encomiable voluntad descentralizadora: en la sede de la Sala Municipal Cantegril de Punta del Este presentaron en octubre sus monólogos representantes de Argentina, Bolivia, Brasil e Italia.

La escritura propagada

Un inventario vertiginoso y fatalmente incompleto de la imprenta teatral 2009 (comparto gustosa mis culpas con las editoras que no siempre difunden como deberían sus publicaciones) da cuenta de una biblioteca más bien ecléctica. Monumental "El mejor teatro de Carlos Maggi" (Fin de Siglo) recoge, como promete, de Maggi sólo lo mejor, unas pocas páginas -colocadas al final, para permitir tal vez una lectura “fresca” a las nuevas generaciones- de los críticos Ángel Rama y Roger Mirza y una cronología inexplicablemente incompleta de estrenos y publicaciones.

"Dramaturgia imprecisa", de Santiago Sanguinetti (Estuario), fue la otra antología de textos teatrales publicada este año. Prologada por Gabriel Calderón, cuidadosamente legitiman cada uno de sus textos desde la contratapa el mismo Calderón ("El ala quebradiza de la mariposa"), Alberto Rivero ("Ararat") y Marianella Morena ("Esquizofrenia"). Lo “nuevo” necesita su masa crítica y Sanguinetti ya la tiene.

La editora Estuario lanzó, además, "Uno diferente. La vida de Alberto Restuccia", basado en entrevistas de Nelson Barceló y Gustavo Rey, una biografía atractiva que cubre buena parte del vacío informativo sobre este protagonista clave de nuestro teatro (más sobre esto en la diaria de mañana). Sobre la base de entrevistas también se gestó "Daniele Finzi Pasca: Teatro de la Caricia", de Facundo Ponce de León, en el que se visitan procesos, espectáculos y reflexiones del creador suizo que el público montevideano debería conocer bien (se presentó con “Ícaro" en 1994, en 1995 con "Percossi obbligati", con "Così si tirava il destino - What will become of me?” en 1997; el año pasado Suka Acosta dirigió "Viaje al confín").

Por otra parte, desde el Estado se fomentó, a través de Laboratorio (un programa del área de Artes Escénicas de la Dirección de Cultura del MEC), la publicación de dos volúmenes centrados en diferentes prácticas escriturales. "Dramaturgia del interior. Procesos de creación de cinco dramaturgos en red" es el resultado de la propuesta a “destacados dramaturgos y dramaturgas de diversos puntos del país, de diversas generaciones, de diversas tendencias estilísticas y estéticas, con una actividad reconocida en el medio” de jugar “con el sentido de la palabra interior” y a “resignificarla como quisiera”. Cercado ya demasiado en cuanto a las opciones que los elegidos -Michel Croz (Rivera), Teresa Deubaldo (Minas), Estela Golovchenko (Fray Bentos), Leonardo Martínez (Fray Bentos) y Omar Ostuni (Paysandú)- tenían para su escritura (Slavoj Žižek tendría más de un comentario sobre este tipo de invitación/participación en la cultura posmoderna), el proyecto insistió asimismo en tres premisas: la cantidad máxima de personajes, el tiempo límite de duración del texto y el tratamiento del “tema de lo interior como cada uno quisiera trabajarlo”. Desde el prólogo a la publicación Mariana Percovich aclara que “finalmente no todas las premisas fueron respetadas”, tranquilizando al lector sobre la capacidad cáustica de los dramaturgos ante tan ceñidas condiciones.

Compuesto gracias a un trabajo en red que incluyó la discusión, corrección, edición, y más tarde los ensayos con los actores y director y la presentación ante el público (en el marco de Setiembre escénico), uno de los aspectos más discutibles del proyecto y, por supuesto, de la publicación es la sección encargada del discurso crítico sobre las obras: se propone en la misma sede un diálogo entre los cinco creadores sobre el trabajo de otro miembro del quinteto, pero sin crítica externa de aquí o de allá. Así, el interior queda, simbólicamente, tan acorralado por ese tema común impuesto como por su metadiscurso, que no pasa de ser observaciones de puertas adentro. Muestra valiosa de las mejores plumas del país, la publicación denuncia su imposibilidad de abrir un diálogo abierto, franco y participativo con ese 0,3% del espacio geográfico que es Montevideo, como nos recuerda Estela Golovchenko en el mismo libro. "Material Sánchez Trilogía. Un buen negocio y dos creadores contemporáneos dialogan con Florencio", anticipándose al jubileo de nuestro héroe nacional, propone dos reescrituras de la pieza citada: "Aversión: cuando la miseria aprieta un poco", de Sofía Etcheverry, y "Delikatessen: un buen negocio con el movimiento", de Martín Inthamoussú. El volumen incluye la obra de Florencio Sánchez que, como parte del proyecto, Fernando Rodríguez Compare puso en escena con un “sistema realista”, y los dos textos antes mencionados, presentados fugazmente en ocasión de Setiembre escénico.

Desde el CIDDAE (Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas), fundado a partir de la reapertura del Teatro Solís en 2004, y con el apoyo de varias instituciones, se publicó el lujoso "Escenarios. Espacios teatrales de Montevideo y Área Metropolitana. Relevamiento de infraestructuras". Muestreo de las salas montevideanas, con fichas exhaustivas, datos útiles sobre la historia de cada teatro, y buenas fotos, la publicación es quizá más llamativa que realmente ventajosa como repertorio utilizable (la nueva sala El Bardo, de Espacio Teatro, no incluida por motivos de tiempo en el volumen, denuncia parte de su inadecuación y su futuro incompleto). La reflexión crítica estuvo presente, y ya es una tradición como el Coloquio Internacional, celebrado en esta ocasión en forma conjunta con Setiembre escénico, con el volumen "Teatro, memoria, identidad", recopilación de ensayos editada por Roger Mirza y "La dictadura contra las tablas. Teatro uruguayo e historia reciente", editado por Mirza y Gustavo Remedi.

La patria en escena

Uno de los rasgos más curiosos de la temporada fue la presencia masiva de Shakespeare. El público anglófilo tuvo oportunidad de saborearlo en varias salsas: la exquisita reescritura de Marianella Morena “Las Julietas” (el zafiro del año, si no su diamante); “Los Macbeths” de Marina Cultelli, dirigida por María Dodera, que exigía un acomodamiento no siempre cómodo del espectador a esa historia conocida; una “Lady Macbeth” rígida, de Griselda Gambaro, dirigida por Juan Tocci; el clásico “Macbeth” bajo la dirección de Mario Ferreira; un “Hamlet” por momentos impecable y en otros temible de Gabriela Iribarren; y hasta un “Ricardo III, el musical”, idea original y versión de Federico Pereyra. También de origen anglófono y rigurosamente perfectas fueron las puestas de “Pelea de osos”, de Anthony Fletcher (excelente la interpretación de Ana Pañella) y “Rose”, de Martin Sherman, con la dirección de Mario Morgan (Estela Medina sorprendió, otra vez).

Como hace varios años, el elenco estatal y las dos instituciones históricas, Galpón y Circular, se desdibujan en sus propuestas globales, perdiéndose en una cartelera que ofrece cada vez más -aunque no necesariamente mejor. Sin embargo, a las vacilantes “Ararat”, “Macbeth”, “El suicidado”, “Whiteman y Cararroja” la Comedia Nacional opuso una dinámica y divertida “Micción”, escrita y dirigida por Tabaré Rivero. En síntesis, la proliferación de ofertas horribles, malas y regulares (que, a diferencia del año pasado, no serán nombradas en este balance) estuvo matizada por algunas extrañezas placenteras que siguen en una enumeración privada de jerarquías (y segura de dejar por olvidos imperdonables algunos musts): “Cajas chinas”, de Jimena Márquez; “Informe sobre Clara”, creación y dirección de Marco Tortarolo, Irene Valledor y Andrés Valledor; “Prozac sale”, dramaturgia y dirección de Raúl Núñez; “Los padres terribles”, de Jean Cocteau, dirigido por Alberto Zimberg; “El hombre que quería volar”, de Carlos M Varela con dirección de Carlos Aguilera; “Pátina”, de Verónica Mato; la reposición de “Tres idiotas en busca de una imbécil”, de Leo Maslíah, a cargo de Elena Zuasti; “Spa”, de Jorge Esmoris; “Criaturas del infierno”, de Christian Zagía; “Adiós que me voy”, de Diana Veneziano; y “Las sirvientas”, de Jean Genet y dirección de María Varela.

Habiendo sorteado, en estas líneas, toda apostilla sobre los premios Florencio 2009 (los nominados, galardonados y olvidados, sus resbalones o contradicciones y más) porque osaría demasiado, en cuanto miembro del jurado, queriendo ser jueza y parte -o dos veces jueza-, creo que el 2009 teatral permitió destapar complacidos, casi eufóricos, el champagne del 31 de diciembre y sobrellevar radiantes cierta resaca el día después en espera, dulce, de la próxima temporada y de los frutos de tanta siembra.