El director del Programa de la Niñez del Ministerio de Salud Pública (MSP), Jorge Quián, dijo a la diaria que “hay muchas situaciones de violencia detectadas en el sector público de la salud, fundamentalmente en la asistencia en el hospital Pereira Rossell y la Red de Atención Primaria [RAP], y hay menos detección de casos en el sector privado; lo que no sabemos es si eso se debe a que efectivamente hay menos violencia o se está menos atento a las formas de violencia y abuso”.

Quián explicó que, si bien no hay estadísticas totales, en el Pereira Rossell las situaciones de violencia y abuso constituyen la tercera o la cuarta causa de ingreso al hospital. “Es un tema bastante frecuente, y la importancia del mapa de ruta es detectar precozmente estas situaciones para tomar medidas que mejoren la situación de la familia, porque en general el maltrato es intrafamiliar”, dijo el pediatra.

A su juicio, el tema está descuidado en el área privada y mutual de la salud, en donde también se producen fenómenos de violencia entre los pacientes. “No sólo tenemos que preocuparnos por los niños que viven en las zonas marginales, sino también por los niños que padecen otras formas de maltrato, como abandono o abuso psicológico, y que pertenecen al ámbito de la salud privada. Frente al mismo hecho un especialista que atiende en un hospital o en una mutualista piensa y actúa de manera diferente. Se actúa diferente frente al que está bien vestido y perfumado que ante el que que está sucio y huele mal. Eso es algo que se observa de manera notoria. Pero hay que saber que donde hay gente limpita y perfumada también hay violencia y abandono”, aseguró.

En ese sentido, el mapa de ruta incluye un breve cuestionario para padres y otro para niños que ya puedan verbalizar la realidad, orientado a determinar si se trata de un núcleo familiar en el que hay situaciones de violencia. Según Quián, en hogares donde hay niños prematuros -que dan más trabajo en la crianza- al igual que en núcleos familiares donde hay un niño con una enfermedad crónica -porque no todo el mundo reacciona de la misma manera en esas situaciones- puede emerger la violencia.

También el fracaso escolar se asocia a la violencia en el hogar. “Hay varios factores sobre los que hay que interrogar para tratar de precisar precozmente estos desvíos de las conductas”, resumió. Quián agregó que resulta imprescindible realizar exámenes físicos a los niños y derivarlos en los casos en que se encuentren lesiones sospechosas en lugares donde no suelen golpearse (como la espalda). “El pediatra es un sujeto importante pero lo más importante es contar con un equipo de profesionales especializados en maltrato; esos equipos existen en las instituciones públicas de la salud pero no en las privadas. Recientemente un juez ordenó la internación de un niño en el Pereira Rossell porque en la mutualista donde se atendía no había un equipo especializado”, detalló Quián.

Pregunte que no molesta

Consultado en relación con el modo en que estos casos dejan de estar en silencio e invisibilizados, Quián señaló que casi siempre son detectados por especialistas porque los niños están sujetos al miedo y al mando, y les resulta muy difícil denunciar a un papá o a una mamá que les pegan. “Por eso lo de las preguntas del manual, que tratan de despejar qué hacen los padres cuando el niño duerme bien, qué hace cuando no cumple con los deberes o no rinde en la escuela; el interrogatorio es una herramienta importante”.

“Cuando los niños son verbales, porque hay una época en que no lo son, también hay que realizar el interrogatorio al niño: uno de los diagnósticos de violencia suele estar relacionado al fracaso escolar que no presenta una causa ostensible como que el niño no oye bien o tiene un trastorno neurológico. Ante ese panorama hay que pensar que el problema latente puede ser la existencia de violencia en el hogar”, agregó.

Quián hizo referencia a que no es lo mismo un niño que presenta un pellizcón que uno con traumatismo de cráneo. Las conductas que los equipos deben adoptar en esos casos son completamente diferentes. Los tratamientos se diseñan de acuerdo a los grados de violencia presentes en casa núcleo familiar y se orientan de acuerdo a cada situación.

El médico no dudó en afirmar que los que más maltratan son los familiares hombres. “Donde más violencia se ve es entre los varones, es difícil que una barra de mujeres termine tirando piedras después de un partido de fútbol, y eso es algo que indefectiblemente se traslada al hogar”, aseguró Quián.

Según el pediatra, los casos más “serios” suelen terminar institucionalizados en el hospital para determinar el grado de las lesiones. La prioridad siempre es proteger al niño. Muchas veces se opta por sacar al agresor del hogar, lo cual es difícil porque no siempre cumple estrictamente con las normas judiciales de distanciamiento. Si la situación es muy grave se saca al niño del hogar, preferentemente a la casa de una abuela u otro familiar cercano. A veces los agresores son los dos padres, en esos casos también hay que sacar al niño del hogar.

  • “Mi nombre es Luka, vivo en el segundo piso, vivo escaleras arriba. Sí, creo que me has visto antes. Si oyes alguna cosa a altas horas de la noche, algún tipo de problema, algún tipo de pelea, sólo te pido que no me preguntes qué fue eso. Creo que es porque soy torpe. Yo intento no hablar demasiado alto. Quizá es porque estoy loco. Intento no actuar con soberbia. Ellos sólo te pegan hasta que lloras. Y después, no preguntes por qué, solamente no discutas más. Sí, creo que estoy bien”.

Fragmento de “Luka”, de Suzanne Vega.