-¿Cómo ha evolucionado la agricultura familiar en estos años?

-Hay que ver de dónde partimos. La agricultura familiar es una realidad en Uruguay desde siempre: más del 60% de los productores uruguayos se corresponde con ese perfil. En gobiernos anteriores había una visión de que los productores familiares no eran eficientes y por lo tanto el mercado los tenía que tirar para afuera. Además, las políticas se orientaban a convertir al productor familiar en un empresario capitalista exitoso, cosa que es imposible. Nosotros partimos desde una idea diferente: la producción familiar sólo es posible con la organización de productores, y apostamos mucho a eso como forma de fortalecerla. En segundo lugar hay que entender la lógica de la agricultura familiar, que no es la ganancia sino maximizar la seguridad de quedarse en el territorio, de mandar a los gurises a la escuela y cuando se precisen remedios poder llevar los hijos a la ciudad para que los atiendan. Eso es lo fundamental.

-Ante esa situación, ¿qué se hizo?

-Había que ver las causas, sacar a aquellos que estaban en mayor riesgo de caer en la marginalidad, y después salir de las políticas asistenciales e ir hacia las de carácter estructural. Hubo un montón de medidas y programas que actuaron en función de apoyar ese desarrollo de la agricultura familiar, como créditos, subsidios y asistencia técnica, entre otras cosas.

-Entonces, ¿qué resta por hacerse?

-Profundizar todo lo que se ha hecho. A mí me preocupa y me quita el sueño ir hacia medidas estructurales que permitan dar el salto de calidad. Detesto las posiciones del asistencialismo perpetuo, no del circunstancial, porque es necesario. Si subsidio eternamente, hay algo que está mal.

-¿Qué cambios estructurales?

-Creo que hay cuatro puntos fundamentales: tierra, mercado, manejo del riesgo agrícola y financiamiento. Cuando vemos cuál es el principal problema por el que los productores familiares no pegan el salto, siempre llegamos a alguno de estos cuatro puntos, o a veces a todos juntos.

-¿Financiamiento de qué tipo?

-A través de microfinanzas, en condiciones especiales, porque al clásico financiamiento bancario no pueden acceder.

-¿Qué se debe hacer con la tierra?

-Mejorar la escala. Muchas veces se hacen diversas cosas: se les daba distintos elementos para diversificar la producción, pero todos tenían nueve hectáreas, 14 hectáreas, 20 hectáreas, y lo que precisaban era un campo de 500 hectáreas para hacer esos mismos proyectos.

-¿Cómo se logra eso?

-Creo que tiene que haber una acción muy coordinada a través de todos los organismos del Estado, principalmente del Instituto Nacional de Colonización, como ente autónomo, y del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), en su Unidad de Desarrollo. Ya se ha hecho, y en algunos casos se dieron soluciones de tierra.

-¿El foco del mercado debe estar en el interno?

-No solamente el mercado interno, pero sí, es un elemento fundamental.

-¿Es el más importante?

-No podemos hacerles creer que van a hacer un gran lobby agroexportador, lo que no significa que no entren en cadenas exportadoras. El manejo de exportación quizás deba ser el último [camino] a explorar. Además está la soberanía alimentaria. Este ministerio se debe ocupar de los productores pero también de los consumidores. Por ello tenemos que tener un núcleo importante de productores que produzcan para que nuestra gente coma. Tal vez ése sea el primer rol que deba tener la agricultura familiar.

-¿Cómo debe ser el relacionamiento del pequeño productor con la gran empresa agropecuaria?

-Siempre se habló de una situación de antagonismo, pero son realidades diferentes, que tienen que convivir en un territorio, con un equilibrio que debe dar el Estado. Creo que el mayor latifundio de este país debe ser del Estado, porque siendo propietario del mayor latifundio del país, puedo equilibrar las situaciones de concentración de la tierra, repartiendo el usufructo de ese recurso.

-¿Cómo se hace del Estado el mayor latifundista?

-Quizás es el mayor latifundista hoy, o lo fue en su momento, el tema es que esa cantidad de tierra debe ser dirigida hacia la producción familiar. Hay que lograr la capacidad de solucionar a partir de lo que tenés, brindando condiciones diferenciales. Porque si el productor lechero chiquito va a competir en el arrendamiento de la tierra con lo que está pagando el productor de soja, se va directamente a la B.

-¿Qué opina de la extranjerización de la tierra que se está registrando en el país?

-A mí me preocupa menos la extranjerización de la tierra -no es que no me preocupe- que la concentración. Es más grave que cinco empresas se dividan el país, sean éstas nacionales o extranjeras. Estoy en contra de la extranjerización cuando está referida a la especulación con nuestros recursos, o a su mal uso. Alguna empresa multinacional dijo: “si quieren que me vaya, me voy”; nosotros dijimos: “no queremos que te vayas, queremos que se hagan los proyectos en función de nuestro proyecto de desarrollo nacional”. Eso significa que los trabajadores puedan sindicalizarse, que tengan ajustes en los Consejos de Salarios, no expulsar a pequeños productores, no cerrar un tambo para plantar soja, y que traten de industrializar lo más posible al país.

-¿Y qué se puede hacer para evitar la concentración?

-Uno de los elementos es la labor de [el Instituto de] Colonización, manejando ese gran latifundio del Estado uruguayo como propiedad social de la tierra.

-¿Se podría llegar a legislar en la materia?

-Se puede legislar poniendo límites, pero yo no la veo. La veo más por el lado impositivo, o directamente por la acción del Estado.

-¿Cómo se encuentra actualmente el sector forestal?

-Levantándose después de su peor arrastrada. El sector forestal fue el primero que tuvo el impacto de la crisis mundial, porque todo el sistema está atado a la celulosa y a la construcción, y la construcción fue lo primero que cayó. Se está recuperando, después de esta crisis va a sortear la situación con mucho más éxito.

-¿Cuál es el área que se puede forestar y cuál la forestada?

-Hay unas 3.800.000 hectáreas forestables y en este momento hay 800.000 forestadas, de unos 16.000.000 de hectáreas trabajables de todo el país.

-¿Qué impacto tiene sobre el sector agroganadero?

-Cuando entré a la Dirección Forestal [del MGAP] la discusión era si el ganado podía entrar o no a los montes; yo fui de los que siempre creyeron en los sistemas agroforestales, legislé y reglamenté en función de eso. Hoy todos los montes están ocupados por ganado, ya no se discute más. Tal vez, lo que hay que discutir ahora es quiénes tienen el primer derecho a entrar en esos montes forestados.

-¿Cuáles son los riesgos en materia de agua?

-Hay una afectación en el agua de escurrimiento, y por eso tenemos que hacer que las plantaciones se hagan donde se tienen que hacer. Si se hacen bien no hay problema, el impacto es mínimo; si se hacen mal, vamos a tener problemas.

-¿Y cómo se hacen actualmente?

-Nosotros prohibimos las plantaciones en humedales, que antes se hacían. Hubo proyectos por los que se plantaron árboles en el cauce de un río [...], o no plantar en las bajadas de agua. Todo eso se va corrigiendo.

-¿Hay sanciones económicas?

-Hay, sí, pero la sanción económica es lo peor que nos puede pasar, porque si sancionamos es porque el daño se hizo. Lo que debemos tratar de tener son políticas preventivas.

-La industria de la celulosa genera escaso valor agregado, tiene fuertes exenciones tributarias y genera poco empleo. ¿Qué opina al respecto?

-No creo que le agregue escaso valor. Si un producto vale 40 dólares en rolo y pasa a otro que vale 800, no podemos decir que no se le agrega valor. El bajo empleo es cierto, y en materia tributaria hay que acordarse de que hasta 2007 los troncos rollizos tenían devolución de impuestos, y nosotros se la quitamos. Uruguay no exporta celulosa sino que exporta rolos a la Zona Franca [de Fray Bentos], así que le ahorramos millones de dólares al país. La celulosa es una industria necesaria para que todo el sistema pueda funcionar, pero también está la energía renovable o los paneles.

-¿Debería reconsiderarse la llegada de proyectos como el de Montes del Plata, la asociación entre Stora Enso y Arauco, o el de Portucel, hacia procesos de mayor industrialización?

-Hay proyectos de mayor industrialización. Portucel planteaba que iba a hacer papel. Pero lo importante es que haya proyectos en todo el sector que utilicen la madera de calidad. Los procesos económicos determinan los procesos ambientales, ahí está el punto. Pero lo económico no es que le vaya bien a la empresa sino que el proyecto impacte positivamente en el país, y eso tampoco quiere decir que las cuentas nacionales nos den bárbaro, sino que esos componentes se repartan en el conjunto de la sociedad. No doy un país para que una empresa se haga rica: en todo caso el proyecto me interesa en función de mejorar la calidad de vida de mis conciudadanos.

-¿Hay que cambiar algo del modelo celulósico?

-Siempre hay que cambiar. Como la participación de los productores en la fase primaria, forestal, o en esa diversificación productiva, produciendo árboles, no haciéndose forestales; tanto los productores familiares que puedan ingresar a esos campos, como teniendo pequeñas cantidades con escalas mínimas para que sean productivas. También debemos aumentar la participación nacional de los proyectos.

-Al cierre de la primera administración del FA, ¿qué balance hace de la gestión del MGAP?

-Me voy conforme, tranquilo y con la convicción del deber cumplido. Ésta ha sido una administración en la que se percibe que se ha hecho muy poco, pero yo pienso lo contrario, se ha hecho muchísimo. Debe ser la gestión en la que más se ha hecho: se recuperaron mercados cárnicos, se mejoró todo lo vinculado a lo ambiental y productivo, lo forestal, políticas de agricultura familiar, descentralización del MGAP, apoyando [a productores] en la crisis, brindando semillas y ración, otorgando importancia a muchos sectores, o el tema del endeudamiento del campo. Muchas cosas.

-¿Algo le quedó en el tintero?

-Siempre quedan cosas por hacer, pero fundamentalmente profundizar las políticas implementadas hasta el momento.

-¿Qué espera del ministro designado, Tabaré Aguerre?

-Hasta ahora hemos trabajado extremadamente bien, en coincidencia en muchos aspectos: mantener lo que se está haciendo en agricultura familiar, la visión de estructuras colectivas para el agua, el tema de la tierra, la importancia de buscar mercados a nivel internacional, cuidar los recursos naturales. Es como continuar una línea con lo que ha sido esta administración. Creo que no va a haber un cambio importante.