El auge para el rubro en el país respondió a la llegada de capitales y tecnología desde Europa, atraídos por las ventajas uruguayas que suponía un elevado stock de lanares. A partir de entonces comenzó a desarrollarse un complejo industrial que tenía como pilares la exportación de tops de lana (mecha peinada libre de impurezas y restos), telas y vestimenta, fortalecido en los años 60 por incentivos a las exportaciones no tradicionales.

La decadencia se atribuye a una sucesión de eventos desafortunados, como la falta de competitividad en el comercio internacional por motivos cambiarios y la fijación de cuotas en los mercados importadores. Pero, sobre todo eso, la lana ha pasado de moda, en particular porque otras fibras (vegetales, como el algodón, pero también sintéticas) son más baratas. Además, según concluyó el ingeniero agrónomo Roberto Cardellino en un informe de la consultora Delta para el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), los consumidores buscan “telas y prendas más livianas”, “un toque más suave ‘sin picazón’” que permita su “uso contra la piel” y “en varias estaciones”, e indumentarias de “estilo más informal y deportivo” y “fácil cuidado”.

Los números lo dicen más claro. El sector de textiles y vestimenta, con claro dominio de la lana, representaba 30% de las exportaciones uruguayas en 1990, proporción que bajó a 5% en 2008. En ese período, la producción se fue orientando más a China, que prefiere las fibras sin procesar para elaborar sus propias telas, hilados y prendas.

Tela y cierre

Desde fines de los años 90 pasaron a la historia empresas otrora poderosas como Suitex, La Mundial, Sudamtex y su sucesora Dancotex. Campomar y Soulas, industria histórica de Juan Lacaze, Colonia, resucitó en 1994 como Agolán y hoy también pasa por dificultades.

También cerraron otras poco conocidas fuera del mundo de la industria, pero fundamentales para su funcionamiento, como los lavaderos Oriental y Donazar y Alonso, y las peinadurías Caitex, Interlanera, Lanera Santa María, Otegui Hermanos, Peincosa, Sadil y Sheep Wool. En términos de empleo, el sector pasó de contratar unos 30.000 trabajadores a mediados de la década del 80 a contar con alrededor de 15.000 en la actualidad.

Entre 2007 y 2009, el gobierno asignó al sector subsidios 15 millones de dólares, pero no permitieron un despegue. En el medio pasó la crisis económica mundial iniciada en 2008, con su consiguiente contracción del consumo en los mercados ricos del norte industrializado, que añadió más dificultades.

El presidente de la Asociación de Industrias Textiles del Uruguay, Norberto Cibils, alertó el año pasado sobre las consecuencias de la debacle: los precios internacionales de tejidos y tops se precipitaron en alrededor de 35%. En octubre de 2008 se encuestó a 24 empresas que tenían contratados a 3.252 trabajadores, número que se redujo a 2.584 de acuerdo con los datos disponibles a junio de 2009. Cibils estimó la caída total en la planilla entre 20% y 25%.

Aun así, Uruguay mantiene puestos de relevancia en el mercado internacional: de acuerdo con las cifras de la zafra 2009-2010, es el sexto productor mundial de lana, y con las de 2008, el segundo de tops. Pero cada vez se vende al exterior más lana sin procesar: de 3% en 2003 se pasó a 16% el año pasado, con un pico de 18% en 2007, según el cálculo proveniente del SUL.

El primer exportador mundial de tops es China, que compra lana sucia uruguaya. Y el año pasado se prendió otra luz amarilla: las exportaciones de lana cayeron de 234 millones de dólares a 170 millones, mientras que las de carne ovina crecían de casi 66 millones a más de 75 millones. Y es imposible esquilar un costillar de oveja a la parrilla.

Pros y contras

El agrónomo Cardellino percibe ventajas comparativas que permitirían a Uruguay volver a la senda del crecimiento textil con base lanar: su carácter de “fibra natural, sustentable y renovable”, el desarrollo de su aplicación en telas abrigadas y livianas, “formales e informales” e incluso de “indumentaria deportiva” y “ropa interior” y su utilización para tapicería, frazadas, cortinas, alfombras, para recubrimiento de interior de aviones, como aislante térmico, de sonido y de techos, entre una larga lista de etcéteras. Para eso, el país cuenta con 30.000 predios en los que se producen ovinos y un amplio andamiaje institucional (público, privado y académico) y empresarial.

“Con muchos años de trabajo e inversiones, la cadena lanera textil tiene un alto grado de integración, nivel de especialización, tecnología actualizada y know-how que pocos países tienen”, destacó Cardellino en su informe. Sin embargo, una comisión técnica del Gabinete Productivo identificó el año pasado diversas dificultades para el sector textil y de la vestimenta, como falta de mano de obra calificada y de materia prima (atribuible a la caída del stock ovino y a las exportaciones de lana sin procesar a China), el elevado costo de la electricidad y el agua y las tercerizaciones que van horadando la cadena productiva.

El gobierno anunció en junio la creación de un organismo tripartito (con representantes gubernamentales, las empresas y los sindicatos), el Consejo Sectorial Textil, y manifestó su disposición a asignar subsidios provisorios mediante una ley. En esa ocasión, el ministro de Industria, Roberto Kreimerman, dijo que el sector es “sufrido” pero “tiene esperanza”.