-No has tocado mucho desde la salida de tu disco, sobre todo si se tiene en cuenta lo hiperactivo que era Astroboy. ¿Por qué?

-Cuando saqué el disco tenía en claro que quería hacer el disco, pero no tenía tan claro lo de tocar. Si bien una cosa va con la otra, en lo musical lo que más me gusta es grabar, sacar discos y atravesar todo el proceso de hacerlos: encontrar la tapa, la tipografía... todo eso me copa. Tocar, en cambio, no es lo que más me gusta.

-No es la impresión que dabas con Astroboy, una banda que parecía divertirse mucho en escena.

-Totalmente; funciono mejor en grupo en ese tipo de actividades. Si no, se me hace más cuesta arriba. Pensé en grabar esas canciones y no en el en vivo. De hecho, toqué sólo una vez antes de sacar el disco. Me parece un caso atípico.

-¿Esto tiene algo que ver con tu rol en el escenario? En Astroboy tocabas la guitarra eventualmente, pero no tenías el peso de llevar las canciones con el instrumento.

-Sí, tiene que ver con eso. No soy un tipo que se las arregle bien solo. No me siento cómodo tocando solo; no soy un virtuoso, no sé tocar muy bien la guitarra y soy mucho más inseguro solo que cuando estoy acompañado.

-Pero cuando tocás lo hacés con los mismos que te acompañaban antes. La separación de Astroboy posiblemente sea la más amistosa que conozco en una banda de rock...

-En realidad, lo que ocurrió fue que nos cansamos del proyecto y de todo esto, de tener que tocar en un bolichito y cargar todas las cosas... Eso nos limó, pero no nos limó en nuestra amistad. Fue el trabajar juntos en eso todo el tiempo; estábamos muy encerrados. Pero con estas cosas solistas lo tomamos con mucha más calma, con más diversión. Tipo “vamos a juntarnos a tocar estas canciones juntos”, que en este caso son canciones de Martín pero bien podrían ser de otro. Si Javier [Vaz, ex bajista de Astroboy] sacara su disco yo estaría feliz de acompañarlo, aunque como instrumentista no me manejo mucho.

-El último disco de Astroboy, Big for the City, no anunciaba mucho la dirección en la que va tu disco solista. ¿Ya venías preparando la opción por algo más acústico?

-Sí. En realidad, todas las canciones que hago son con una guitarra acústica. La dinámica del grupo hacía que fueran más rockeras, pero en sí todas las canciones que hago son baladas, más rápidas o más lentas, pero todas las canciones de Astroboy las podés tocar más lentas y son una balada.

-Además del cambio de arreglos, en Estas cosas no son mías también hay un cambio de actitud en las letras. ¿Fue algo que determinó la forma o un proceso más personal?

-Fue algo personal; en mí fue claro un cambio que se dio -no sé si por la edad o por qué circunstancias-, eso me ocurrió. Empecé a ser más consciente de las cosas, de mí mismo. Antes no era así, pero eso es algo típico de la juventud. Perdí algo de esa juventud “rebelde”. También escribir en español me hizo hacerlo de una forma menos pop, menos “qué lindo que brilla”. No lo puedo repetir, no puedo hacer “Mi reserva” o “Burbujas”, no me salen. Me siento mal si empiezo a cantar una cosa así. En una época me sentía así, ahora no.

-Y tuvo que ver el volver al castellano...

-En español siento que develo más de lo que lo haría cantando en inglés. Te sentís más desnudo, y eso me llevó para ese lado.

-¿Qué recepción ha tenido todo ese cambio?

-En el público es muy distinto, porque Astroboy era una cosa y Martín Rivero es otra completamente distinta. Creo que el disco es tan íntimo que no genera euforia sino otros sentimientos. Son otras sensaciones las que despierta, y me las transmite de una forma distinta. En Astroboy todo era más vertiginoso, en esto es todo más pasivo y calmo. No es una alegría desmedida, es más bien “qué bueno está este disco, está bueno para escucharlo cuando... te estás por morir”.

-No lo escucho nunca más, entonces...

-Me expresé mal. Quiero decir, es más para escucharlo un día de lluvia, cuando te hacés un tecito... para escucharlo en invierno.

-Yo creo que el disco se entiende mucho en relación con Astroboy, como un juego de oposiciones. Hablando de eso, ustedes tenían una relación muy insular y muy antagónica con el resto del rock uruguayo. En este nuevo proyecto, ¿sentís que tenés más compañeros de ruta, estéticos?

-Creo que sí. Hubo una cuestión de solistas en estos últimos años, más que el asunto de grupos o bandas. Esas cosas son cíclicas y se van desgastando. De cualquier forma no me siento muy identificado; sé que Franny Glass lo hace y está buenísimo, pero es muy distinto a lo mío.

-¿Tampoco descubriste conexiones con cosas anteriores de la música uruguaya?

-Me doy cuenta de que nuestra postura como banda era tan rebelde o quisquillosa que no nos permitió encontrar otro grupo amigo, por nuestras actitudes. Nunca pudimos encontrar una banda con la que decir “vamos a hacer unos shows”. No nos lo permitimos, y había bandas en ese momento con las que hubiera estado bueno ser más amigos y aprovechar para sacarle más el jugo. Creo que fuimos muy egoístas en ese sentido. Por ejemplo, en este show van a estar dos Astroboy, Javier y el Tuco (Leandro Boné), y también va a tocar el que era el baterista de Orange, que era una banda que me parecía una porquería, pero desde el punto de vista humano y musical el tipo es buenísimo. Pero había toda una cosa que lo rodeaba y no me permitió apreciarlo, más allá del gusto musical, había como una barrera. Ahora está todo bien, creé otros lazos.

-En el disco hay dos timbres muy presentes que son las cuerdas y las teclas. ¿Llegaste a ese momento en el que, como todos los que componen en la guitarra, te aburriste de la guitarra y te vuelven loco timbres que antes despreciabas?

-Justamente empezó así. Yo en Astroboy me había cansado de las guitarras eléctricas. Era como estar en un cuarto cuadradito del que no podías saber. Incluso llegás a limitarte y a tocar siempre en acordes cuando podrías hacer una cosa chiquita que sonara como un violín. Pero esa actitud frenética no te permite salir del formato guitarra-bajo-batería. En el disco, Tuco, que fue el que tocó la mayoría de las guitarras del grupo, tocó muy bajito, haciendo algunos ruidos y climas, permitió sustituir el power por cuerdas, sintetizadores y otros elementos que transmitieran fuerza pero que no fueran esa cosa estridente y distorsionada.

-Tu disco todavía es muy reciente, pero ¿tenés algún otro proyecto además de presentarlo un poco más?

-Hay proyectos; uno es con Emilio Acosta, un amigo nuestro que siempre estuvo en la vuelta y que tenía una banda que se llamaba Lucky Winners. Es un proyecto más lúdico, que se llama Solitarios. Es más de diversión y menos rockero, más de pistas, en el que componemos de una forma en la que nunca había compuesto, haciendo un pedazo de una canción, mandándola por internet y recibiendo otra canción totalmente distinta. Todavía no encontramos tiempo para desarrollarlo, pero hemos hecho muchas canciones. Y también hemos hecho con Juan Campodónico varias canciones que están esperando para salir y en las que tengo un lugar totalmente distinto. Con cosas así mi visión de cómo se hace la música cambió y se agrandó. Me siento con más libertad; es más, desde el año pasado no compongo una canción con la guitarra acústica.