Cosa curiosa
Entre otras cosas, el diccionario elige la forma aguda (sin tilde) “futbol”. Pero quizás sea más llamativo que en ciertas definiciones se utilicen palabras que aparecen dentro del propio diccionario, con el mismo significado. Por ejemplo, se define “tunearse” como “embellecerse una persona mediante la cirugía estética o el maquillaje” (Ecuador, juvenil, y Paraguay, popular, culto; espontáneo), y, con las mismas restricciones de uso, “tuneado,-a” se utiliza para hacer referencia a una persona “que ha mejorado físicamente con cirugía estética o maquillaje”. Unas páginas antes se registra “tigüelear”, que se utiliza en El Salvador con el significado de “tunear un automóvil”, así como sobre “tigüeleado”, utilizada en el mismo lugar, se lee “referido a un automóvil, tuneado”. “Tunear” y derivados no aparecen en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) con este significado. Las definiciones son elaboradas en el español general, de forma tal que cualquier hablante las comprenda, comprensión que puede verse comprometida en este caso, por ejemplo.
Hacer un diccionario de voces americanas ya estaba en el seno de la Real Academia Española a fines del siglo XIX. Sin embargo, particularidades de la época, como la pobre comunicación transoceánica, hicieron que se abandonara la idea. Además, hasta ese momento sólo habían sido fundadas ocho de las veintidós academias de la lengua española actuales. Hubo algunos intentos de reflotar el plan desde entonces, pero no llegaron a completarse.
Carlos Jones, académico uruguayo que participó en la elaboración del Diccionario de americanismos como consultor del director del proyecto, destacó la iniciativa uruguaya en la realización de la idea de esta obra. En 1951 tuvo lugar el congreso fundacional de la Asociación de Academias de la Lengua Española, y en él participó, a título personal (la Academia Nacional de Letras no integraba aún la Asociación), el uruguayo Adolfo Berro García. Tanto en 1951 como en 1954 (año del segundo congreso de la Asociación), Berro García propuso comenzar a elaborar un diccionario de estas características. No fue sino hasta 1996 que la idea de elaborar esta obra, otra vez propuesta por Uruguay, tomó fuerza: en ese año la Academia Nacional de Letras organizó en Montevideo un Encuentro de Lexicógrafos de las Academias de la Lengua Española para establecer las bases del “Diccionario Académico de Americanismos”, según se lee en la página web de la Academia.
Trabajo en equipo
Para elaborar el diccionario se estableció una comisión en España, en la que trabajaban lexicógrafos, organizada en tres equipos, cada uno con un coordinador: equipo informático, equipo de redactores (integrado por españoles e hispanoamericanos) y un equipo auxiliar, encargado de realizar los envíos de material a las comisiones americanas. Éstas revisaban los borradores que enviaba la comisión de Madrid, presentando enmiendas, rechazo o aceptación. En la presentación del diccionario, López Morales destacó: “Son las academias hermanas de América las verdaderas autoras del presente diccionario, ellas tenían la última palabra”. Se refleja así, en la concepción y elaboración del Diccionario de americanismos, la tendencia académica a la defensa del panhispanismo, lo que Jones resume así: “Es el primer diccionario de americanismos que es, efectivamente, americano”.
Se incluyen en el Diccionario palabras provenientes de otras lenguas, como el francés y el inglés (“tailleur”, “master”) que han sido incorporadas al español, así como palabras de lenguas indígenas (por ejemplo, “macuñ”, usado en el sur de Chile para significar “poncho masculino”, proveniente del mapuche “makuñ”, entre muchas otras).
Calificado como “obra magna” por Wilfredo Penco, presidente de la Academia Nacional de Letras, el diccionario incluye un índice sinonímico, en el que fueron compendiadas las palabras que presentan más de diez formas diversas en América, y varios apéndices: etnias indígenas vivas de Hispanoamérica, gentilicios americanos, hipocorísticos hispanoamericanos más usados, lenguas indígenas vivas de Hispanoamérica, nomenclatura gubernamental hispanoamericana, nomenclatura monetaria hispanoamericana, y siglas hispanoamericanas de más uso.
En sus primeras páginas, el Diccionario de americanismos es presentado como un diccionario dialectal, descriptivo (no valorativo), de uso, descodificador y actual (recoge información de los últimos cincuenta años). López Morales utilizó los siguientes ejemplos para ilustrar la amplitud del diccionario. La obra incluye lexías simples (“banderear(se)”), lexías compuestas (“cuidapalos”) y lexías complejas (“agua agria”); fórmulas (“dizque”); locuciones (“boca floja”, “comer(se) un garrón”); y frases proverbiales (“¡qué linda la jaula y qué feo el pichón!”). Todas las entradas están identificadas geográficamente (“Uruguay”, “República Dominicana”; “sureste”, “noroeste”), y caracterizadas según otros parámetros: de acuerdo con registros (carcelario, drogadicción, estudiantil, delincuencial, prostitución); con valoraciones sociolingüísticas subjetivas de la comunidad (prestigioso, eufemismo, vulgar, tabú); con estratificación sociocultural (culto, popular); con estilos lingüísticos (esmerado, espontáneo); con criterios pragmáticos (afectuoso, despectivo, festivo, hiperbólico). A este respecto, López Morales afirmó: “Si podemos dar más información, por qué vamos a contentarnos con menos”.
El diccionario utiliza diferente tipografía para distinguir la definición lexicográfica (lo que significa la palabra) de la definición enciclopédica (descripción de la cosa), de acuerdo con la distinción entre conocimiento del mundo y conocimiento de la palabra. Así, encontramos “laceado, -a. I. 1. adj. Cu, Co. Referido al cabello, lacio o alisado. II. 1. adj. Ch. Referido a animal, sujeto con un lazo”.
De todos los pagos
En Perú, se le dice “presupuestívoro” a una persona “que se sirve del presupuesto público para beneficiarse económicamente, especialmente si ejerce un cargo político” (popular, culto; espontáneo; satírico), y una taberna situada cerca de un cementerio es un quitapenas en Chile (popular, culto; espontáneo; festivo), el mismo país en que a una “teleserie notoriamente sensiblera” se le llama “telecebolla” (popular; festivo). En Paraguay, se utiliza el adjetivo letrado para caracterizar a una persona “pícara, astuta, que actúa en beneficio propio” (popular). En Honduras, “presidencia” significa “cárcel” (juvenil; festivo). En algunos lugares, verbos que en el español general no son transitivos (esto es, no admiten objeto) se transitivizaron; así, en Ecuador y en Bolivia se utiliza “sofisticar” como “prestigiar alguien algo” (el DRAE presenta “sofisticar” como verbo transitivo, pero con significado de adulterar). En Chile, “suicidar”, verbo ausente del español general, que incluye el pronominal “suicidarse”, significa “asesinar a alguien simulando un suicidio” (popular y culto; espontáneo; festivo).
Infinidad de vocablos adquieren un significado diferente de acuerdo con su contexto de uso. Así, “mate” posee siete ámbitos semánticos diferentes, entre los que suma dieciséis acepciones como lexía simple. Entre otros significados, se utiliza en Cuba para nombrar un “ligero escarceo amoroso hecho a escondidas” (popular, culto; espontáneo); en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, significa “ademán”; “simulación, fingimiento”; “amague, intención de realizar una acción”. En Cuba, “ridículo” es “persona tacaña o mezquina”, y en Chile “se utiliza para dirigirse a alguien afectuosamente” (popular; juvenil). “Berrinche” tiene cuatro ámbitos semánticos diferentes, once acepciones en total, entre las que figuran “mal olor” (a orines, a cabras y chivos); “incomodidad”; “pelea”; “ambiente de confusión o desorden”; “amorío apasionado”; “afecto repentino y pasajero”. Además, el Diccionario de Americanismos nos informa que en El Salvador se le dice “culpable” al hombre afeminado (como eufemismo, dice el Diccionario); la misma palabra se utiliza en Honduras para significar “hombre homosexual” (también como eufemismo).
Mate hondo
En el Diccionario de americanismos hay una gran presencia del español de Uruguay. Es interesante la presencia de palabras y expresiones como “de última”, “como taponazo”, “tamaño baño”, “infumable” y “lompa”, y conviene destacar ciertas ausencias. Por ejemplo, en la entrada de “pasantía” se puede leer la definición “práctica preprofesional”, pero se afirma que el ámbito geográfico de uso es solamente Ecuador. Asimismo, la expresión “traer de los cabellos” aparece marcada como uruguaya, lo que puede discutirse, en tanto que “chabón” es definida como “persona, tipo” y de uso en Argentina y Uruguay, sin ninguna restricción del tipo “juvenil”, “popular”, etcétera. No hay registro de que “darle el cuero” se utilice en este país (sólo en Chile).
Sólo en Uruguay y Argentina se utiliza la palabra “piripicho”; lo mismo vale para “conversar” con el significado de tratar de convencer a alguien (popular), y “choto, -a”, “chotada” y “chotez”, así como para la locución verbal “darse dique” (jactarse de algo; popular). Por otra parte, únicamente en Uruguay se utiliza “leuco”, “apócope de Leucoplast (R)”, para significar “curita”, así como “lofiar” con el significado de “estafar” (popular).
De acuerdo con Jones, incluso el mejor diccionario es una obra imperfecta: en todos hay elementos que no están registrados y deberían estarlo, y viceversa: “En el momento en que se edita un diccionario se debería empezar a trabajar en la segunda edición”. De todas maneras, más allá de lo perfectible del resultado, el Diccionario de americanismos, constituye un insumo fundamental para conocer el español de América. A pesar de ciertas carencias, en gran parte atribuibles a la rapidez con que varían las lenguas, considerando el tiempo que pasó entre el comienzo del proyecto y su publicación, y que las academias deberán enmendar en sucesivas ediciones, es un excelente primer intento de sistematización del español no peninsular.