Se define como “artista-surfista”, pero no le interesa el orden de los factores. Nació en Buenos Aires en 1977, pero también podría haber nacido en Montevideo: desde hace varias generaciones su familia va y viene de un lado a otro del Río de la Plata. Los recorridos de Martín Pelenur no se limitan a la latitud sur. Hace dos años estuvo exponiendo en Estados Unidos y volverá a hacerlo en febrero. “Generalmente muestro mis cosas afuera y luego las expongo acá”, dice.

En 2007, Pelenur estuvo trabajando sobre la correspondencia entre las líneas de su mano y el mapa de la ciudad de Buenos Aires.

-¿Cómo fue ese trabajo que llamaste Líneas/BUE?

-Fue el laburo en que empecé a trabajar con mapas. Lo que hice fue transponer las líneas de mi mano a mapas de la ciudad. Lo trabajé rigurosamente en un programa de cartografía y luego caminé ese recorrido. Registré la caminata con una cámara que incrusté en un casco. Son ocho horas de video.

-También hiciste algo parecido con Montevideo.

-Sí, hice el trabajo cartográfico, pero todavía no salí a caminarlo.

-¿Cómo se te ocurrió la analogía entre la mano y el mapa?

  • Me interesaba laburar con mapas y estaba en un momento muy autorreferencial. Se me ocurrió que era una especie de autorretrato: las líneas de las manos son una especie de identificación personal.

-El trabajo con las retículas se repite bastante en tu obra. Está, por ejemplo, en el cuadro de grandes dimensiones que presentaste en el Salón Nacional de 2008.

-Esa obra era sin título, y, entre paréntesis, se llamaba “imposibilidad del diagrama en cuatro fases o unos cuantos cuadrados problemáticos”. La retícula es el principio, la base de cualquier tipo de cartografía. Todos los mapas tienen una cuadrícula, siempre tienen una grilla. Siempre arranco mi laburo desde ahí, estoy obsesionado con la grilla.

-Pero en el trabajo que estaba hasta hace dos semanas en el Subte Municipal, Huevo Kapoor a la barniz Pelenur, no hay mucha cuadrícula.

-Es verdad, está unos pasos mas allá. Ahí lo que tuve fue una imagen muy clara, encartar un huevo de grandes dimensiones con mi técnica de barniz, que vengo haciendo desde hace años. Pero además estuvo Póngale huevo al arte: invitamos a la gente a una procesión, porque salimos cargando el huevo desde plaza Independencia hasta el Subte con una tuba y música balcánica. Era Santa Rosa y llovía. Con tres amigos surfistas llevábamos el huevo con los trajes de neopreno puestos.

-Algo que te separa de la mayoría de los artistas de tu generación es la preocupación por el aspecto material de la pintura y la escultura.

-Es algo buscado, que empecé a afinar estando en el taller. Laburando me empecé a enganchar más con los materiales, lo material de la cosa, y a interesarme menos por el gesto y la representación de algo.

-Fuiste alumno de Fernando López Lage, y en 2008 expusiste en Manantiales en la Fundación Pablo Atchugarry.

-Estuve cuatro o cinco años en el FAC viejo, fue mi formación acá. Ahí me curtí en lo que es “estrategia conceptual”. Atchugarry me invitó a hacer una exposición grande; me armé una muestra como si fuera Berlín en una especie de hangar. Aproximación a una gota de pintura negra era una investigación sobre el tiempo de secado de la pintura, del material, cómo la pintura seca por capas.

-Y hace un tiempo te “autobecaste” y te fuiste a Los Angeles.

-Estuve exponiendo, pero también fue parte de lo de “artista-surfista”. Volví en diciembre a Montevideo, pero pasé por Nueva York y por Panamá, donde estuve surfeando.