Después de que en 2007 la minera Aratirí planteara su interés en explorar y, llegado el caso, explotar el subsuelo para la extracción de hierro, se presentaron otras dos inversiones extranjeras importantes, aunque no tanto como aquélla, que oscilaría entre 750 y 1.500 millones de dólares. Una de ellas busca oro en Lavalleja y otra, hierro en Rivera, al tiempo que una tercera, ya instalada hace tiempo en Uruguay, anunció que culminó la fase explorativa y que empezará a cavar los suelos de Rocha para extraer oro.

Esta semana otros grupos también han hecho saber su interés por conocer las condiciones para la exploración, los cambios que se avecinan a nivel legislativo para el Código Minero -el primero data de 1867 y fue modificado en 1884- y los tiempos burocráticos para que la propuesta sea aceptada. Fuentes de la cartera dijeron a la diaria que si bien existe una suerte de “fiebre minera”, hasta que no se empiece a ver los resultados, incluyendo los de Aratirí, todas las cifras potenciales que se manejan como ingresos millonarios para el país hay que tomarlas con pinza.

Sin embargo, se mencionó que en el presupuesto quinquenal se destinan fondos para reforzar la Dinamige y ponerla a la altura de las circunstancias. Por ejemplo, se citó que no más de cinco técnicos son los que están a cargo de todos los aspectos vinculados al rubro, cuando sería necesario por lo menos el doble. A pesar de esa mezcla de escepticismo y esperanza que despierta esta realidad, algunos datos ya marcan el crecimiento del sector: Uruguay exportó por 55 millones de dólares sólo en oro ágatas, amatistas y granitos. La semana pasada, el titular del Ministerio de Industria, Energía y Minería, Roberto Kreimerman, actualizó las cifras; dijo que las exportaciones alcanzan ya 100 millones de dólares.

Casi de un día para el otro, y sorteando la tradición que indicaba que los áridos para la construcción (balasto, arena, triturados de roca), la cal y piedras preciosas como ágatas y amatistas, Uruguay se ubicó como un país con potencial minero aun mayor que el que se creía. Kreimerman dedicó parte de su intervención el jueves pasado en el marco de las conferencias especializadas que los ministros de Estado brindan en Presidencia a este tema.

En la oportunidad resumió algunas de las razones por las cuales, además del avance de la tecnología que permitió establecer más fehacientemente qué hay bajo tierra, cuánto y de qué calidad, se da este fenómeno. En primer lugar, reseñó: “Uruguay ha sido un país de tradiciones de pequeñas empresas de minería dedicadas a extraer materiales para la construcción y para algunas industrias, y ahora llegan también minerías algo más grandes para la explotación de minerales”.

Topos versus vacas

El secretario de Estado mencionó que el desarrollo del sector actualmente se da por el incremento de precios provocado por una mayor demanda de países como China e India y por la disminución de algunas explotaciones en países mineros por excelencia. “Se abre un espacio para la minería en toda América, al punto que hoy Brasil es el segundo país minero del mundo, y en especial para Uruguay”, auguró Kreimerman.

También enumeró los pasos pendientes para ponerse a tono con la coyuntura internacional: “Conocer mejor nuestro sector minero a través de la profundización del mapa minero de Uruguay, de la modernización de la gestión de nuestra minería, nos hace ver que es necesario modificar el Código Minero para darle sustentabilidad económica, social y ambiental”. Las nuevas posibilidades y los nuevos materiales factibles de hallar (también se menciona el níquel) podrían modificar las orientaciones productivas en aquellos lugares en los que bajo tierra existan recursos atractivos en cantidad y calidad.

Para el titular de la Dinamige, Pier Rosi, el Estado tiene que aprovechar el impulso que generan empresas como Aratirí para “diversificar la economía” en esas localidades, ya que, por ejemplo, a diferencia de la ganadería extensiva, la minería ofrece oportunidades de desarrollo a más personas. Al igual que otros emprendimientos de porte, el mayor impacto en cuanto a las fuentes de empleo se da en la primera fase, mientras que una vez que se inicia la extracción de los recursos, la tecnología reemplaza buena parte de la mano de obra.

No obstante, en ese proceso los involucrados de manera indirecta se multiplican, por ejemplo, a través de los servicios y del comercio. Rosi también reconoció que, al igual que ocurre con el hombre, la minería tiene su ciclo vital: nace, se reproduce y muere. De ahí la necesidad de diversificar y promover otras actividades económicas. Por otro lado, el jerarca también mencionó que es necesario sumarle valor agregado a la materia prima que se extrae, algo que en el país nunca ocurrió.