-¿Qué le criticarías a Auto, tu disco debut?

-Tal vez la heterogeneidad, aunque confieso que en un principio había pensado que fuera más heterogéneo aun. Quería hacer un disco doble con todos mis álter egos, sumando la parte electrónica, la otra más instrumental en la que el bajista es quien canta, más algunos inventos y lo que atañe al formato canción, pero no lo pude lograr. Otra cosa quizá es que fue una experimentación del rol de productor, y no se grabó todo en vivo, a diferencia de Calma, en el que por una cuestión económica se hizo así. Tuve la oportunidad de grabar con los mellizos [Martín y Nicolás] Ibarburu, con Gustavo Montemurro y el argentino Sergio Verdinelli, y la aproveché. Ensayamos un mes y grabamos las bases en cuatro días.

-Después se sumaron los invitados, que hay bastantes...

-Claro. Y los invitados obedecen al relacionamiento humano. Jaime Roos me había invitado al show que va a salir en su próximo DVD, hubo buen feedback, lo invité y le encantó la canción. Aunque también es raro, porque con NTVG lo había invitado dos veces y no había agarrado. Para mí fue un orgullo por lo que representa Jaime y por lo que me gusta. También está [Fernando] Santullo, con quien ya había trabajado en la etapa de NTVG para una canción mía que se llama “El oficial”. Además están Socio y Marcel Curuchet, Mario Gulla, Julieta Rada y Guzmán Mendaro.

-Participan también dos músicos de Brasil: Tony Platão y Dado Villa-Lobos. ¿Cómo surge el vínculo?

-Toqué con ellos. Los conocí en el tributo a Legião Urbana que se realizó aquí, en el que participaron Sebastián Teysera, Juan Casanova, Martín Buscaglia y un montón de gente más. A partir de entonces surgió la idea de realizar el mismo tributo en Brasil, dado que ellos no tocaban bajo el nombre de Legião Urbana desde el fallecimiento de Renato Russo. En cada lugar donde tocamos participaban diferentes cantantes y Tony Platão, que estuvo siempre. Ahí lo conocí y nos hicimos amigos. Yo ya tenía la canción “Luz”, que a él le gustó y fue muy fácil llevar su parte al portugués. Con Dado Villa-Lobos sucedió lo mismo.

-¿Qué otras cosas te dejó tocar allá?

-Estábamos tocando con la banda que vendió más discos en la historia del rock brasileño, 20 millones de discos. Lo primero que vi fue que había miles de bajistas para tocar antes que yo. Sus canciones son himnos allí. Después vi una profesionalización que aquí no hay. Músicos millonarios. ¡Si yo hubiera nacido en Brasil con la experiencia de NTVG, hoy sería millonario!

-Este disco nuevo se llama Calma pero bien podría ser “felicidad extrema”.

-Sí. ¡O “hace casi dos años que no duermo”! En realidad Calma no es sólo el reflejo de haber sido padre por primera vez, sino que también es una petición que me hago a mí mismo y, desde el punto de vista altruista, una petición general. Calma es algo que me propongo y a lo que todos pueden aspirar. Es verdad que el disco tiene muchos temas compuestos para mi mujer y mi hija. Es otra diferencia grande con el disco anterior, cuyas canciones fueron hechas en momentos bien distintos. Calma representa ese momento que me tocó vivir.

-Da la sensación de que a partir de tu salida de NTVG surgen tres Mateo Moreno: el compositor, el sesionista y el productor.

-Y el padre. No me hubiera pasado esto si me hubiera quedado en NTVG.

-¿Por qué?

-Porque en el momento en que conocí a mi mujer hubiera estado de gira. Y más aun: con toda la gente que toqué, todas las cosas que me pasaron, el hecho de que tengo un nombre y no soy “el bajista de”, que era lo más difícil. Con defectos y virtudes pero un nombre individual. Eso era lo que quería. En NTVG me sentía frenado, aparte tenía el rol de catalizador. Muchas veces tenía que hacer de malo, presionar o mover determinadas estructuras, generando una personalidad que no era la mía, y eso no me gustaba. Aparte sentía la necesidad de hacer mi música porque mis composiciones pasaban por Emiliano [Brancciari] y si le gustaban las cantaba y si no, no. Digamos que tenía la necesidad urgente de tocar y componer otra música, además de tocar y compartir con otros músicos. NTVG también es para un determinado público y yo quería tocar para todas las edades. Aparte estaba un poco cansado de viajar.

-¿Pensás que NTVG hizo las cosas mal y cayó en esa franja de público?

-No. Si seguís ese camino es inevitable. Quería tocar para la gente de mi edad o un poco mayor, y esa gente se fue alejando del escenario a medida que el grupo tuvo éxito y esa franja se fue llenando con una masa de gurises de 15 a 18 años. En los últimos toques en los que participé, me acuerdo que estaban amigos míos con sus mujeres y sus hijos al fondo, los miraba de lejos y se iban… Es otro público y está bueno, te adolece, te deja criogénico, pero si lo pensás un poco… capaz que no te gusta. Porque tiene que ver con hacer música pero a su vez no, y a mí me vino un poco de miedo de confundirme. Una vez nos tocó ser teloneros de Bersuit y vi algo que no me gustó: uno de sus guitarristas, con mala actitud, molesto, con 40 años, tocando quizá por el dinero, frustrado. Inmediatamente pensé: “No quiero eso para mí”.

-Es un sistema muy perverso. ¿Qué es lo que hace que pase eso?

-Yo estuve 15 años, tampoco es que reniegue de eso. Grabé cuatro discos en el exterior, toqué en mil escenarios, perdí el miedo escénico, lo retomé, lo perdí de nuevo, hice una cantidad de evoluciones… aprendí lo que es estar en grupo y llevarlo adelante -que es lo más difícil en cualquier disciplina-, pero si te comés la comida de que el éxito, la fama y las minas son el leit motiv de la vida, te quedás ahí. No es que me compare con Buda, pero Buda no nació siendo pobre, era un príncipe que tenía todo y después de tenerlo lo entendió. Yo en ese sentido lo tuve todo y opté. Tuve la suerte de tener los viejos y la educación que me dieron, que me hizo darme cuenta, aunque duele mucho. Me encontraba con Riki Musso, que pasó por lo mismo que yo, y me decía: “Es bravo que se olviden tan rápido de vos”. Yo me fui a los 30, ya pasaron tres, y de los 30 a los 40 creo que son años neurálgicos para uno. No quería arrancar con toda esta idea solista a los 40 años, para mí era tarde. Quería vivir la vida de otra manera y por suerte me ha ido bien.

-¿Hiciste dinero con NTVG?

-Sí, pero igual lo abandoné ahí. Cuando me fui hice un papel a favor de la banda por el que abandonaba todo lo reclamable, salvo algunas cosas que son intransferibles, como los derechos de autor.

-De todas formas la relación con NTVG es buenísima.

-Sí, claro, la mejor. Incluso me invitaron para la reedición de Solo de noche, en el que hice la producción artística.

-¿No tenés miedo de que como solista te pase lo mismo que te hizo alejarte de la banda?

-No, porque soy yo quien lleva el timón, puedo frenarlo cuando quiera o bajarme si es necesario. En una banda es todo más difícil.