La mala educación

Ernesto Talvi dedicó un espacio importante de su conferencia a las carencias educativas: el problema, para él, no está en la cobertura, sino en que “los chicos no aprenden”. Talvi aseguró que 45% de los uruguayos está por debajo de los niveles críticos de aprendizaje, que “son chicos que saben leer y escribir, pero son funcionalmente analfabetos”. Además, dijo, la brecha se agrava en los sectores de bajo ingreso, en los que el porcentaje asciende a 72%, lo que marca una importante desigualdad, agravada por la baja movilidad social. Asimismo, enfatizó que la calidad educativa no es sólo cuestión de equidad sino también de desarrollo. Apuntó que para mejorar la calidad educativa no es necesario un aumento de los recursos, sino un cambio en el modelo de gestión, y criticó duramente a “los corporativismos” de la educación, cuyo funcionamiento “es inmoral”.

Sin autoridades de gobierno presentes, Talvi disertó ante un nutrido auditorio de empresarios sobre “Las perspectivas en la economía global, regional y del Uruguay, y la gestión del nuevo gobierno: una evaluación en profundidad”.

Lo habitual es que el orador comience hablando de las cosas malas que suceden y terminen con las buenas, para que el panorama no parezca tan sombrío. Pero Talvi actuó a la inversa: comenzó pintando con color de rosa y luego marcó los llamados de alerta.

El experto de Ceres se refirió, tal como lo hizo ante la asamblea de la Federación Latinoamericana de Bancos (ver la diaria del 8/11/2010, pág. 11), a las situaciones opuestas que la crisis abierta en 2008 delineó en la economía global: la del golpeado mundo industrializado y la del ahora dinamizado campo emergente.

Estos “ajustes” determinaron una fuerte demanda de las grandes economías del mundo en desarrollo que impulsó, a su vez, el precio de los commodities. Estos países siguen generando ahorro mientras los ricos evitan absorberlo debido a su propio sobreendeudamiento, lo que propicia la llegada a América Latina de “una abundancia de capitales excesivamente baratos”.

En la región también se presentan dos realidades distintas, según Talvi: una en torno de México (esencialmente América Central y el Caribe) y la otra de Brasil (América del Sur). El segundo grupo, en el que se encuentra Uruguay, se compone de países exportadores netos de materias primas, la mayor parte de sus destinos son países emergentes, hay una alta exportación de servicios, y se podrán beneficiar de la disponibilidad de recursos financieros abundantes y baratos.

La proyección de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) conjunto del denominado “clúster brasileño” asciende a 5,5% para este año. En cambio, el del mexicano se estima en 2,9% en promedio. Talvi destacó la peculiaridad de Venezuela: integra el clúster brasileño pero su previsión para este año es de caída del PIB, porque “siempre se pueden hacer las cosas lo suficientemente mal” como para desaprovechar un contexto ventajoso.

Mejor imposible

El contexto global y regional es “absolutamente inmejorable para nuestro país”, según Talvi, lo que, sumado al “manejo macroeconómico responsable”, abre paso al optimismo. “La expectativa es que esta exuberancia continúe” al menos unos cuatro o cinco años más, pronosticó.

La contracara de este escenario positivo es la apreciación acelerada del tipo de cambio, lo que complica la competitividad exportadora. Pese al “panorama halagüeño” para el país, Talvi resaltó riesgos globales que pasan por las tensiones de carácter “geopolítico”, así como por “nacionalismos, populismos, movimientos de extrema derecha [y] xenofobia” que amenazan con alterar la coyuntura. También mostró preocupación por la falta de definición de una salida para la crisis en Europa, las urgencias que determinaron el rescate de Irlanda y las que, según Talvi, obligarán a la Unión Europea a tomar medidas similares para sostener a Portugal.

En lo nacional, el economista llamó a “evitar la formación de burbujas”, lo que obliga a asegurarse de tener “bancos sanos”. De todos modos, acotó, el sistema financiero uruguayo “está súper sano”.

Talvi también recomendó adoptar una política fiscal contracíclica, mediante el establecimiento de “una regla fiscal a la chilena” (fijación por ley del ahorro en reservas de un porcentaje del crecimiento del PIB) para disponer de recursos destinados a afrontar eventuales crisis futuras.

Además de lamentar “la ineficiencia” y “el elevado peso del Estado”, Talvi exhortó a las autoridades ausentes a “aprovechar la bonanza” mejorando la infraestructura ferroviaria y vial (mediante la gestión conjunta del sector público y el privado), así como la tecnológica. En ese sentido, criticó la lentitud del servicio de la banda ancha de internet y cuestionó al gobierno porque, a pesar de su interés declarado por mejorarla, pretende hacerlo “sin tocar el monopolio de Antel”. Por lo tanto, en su previsión, el producto será bueno pero caro.