Las coincidencias entre Canclini y Martín-Barbero no se limitan a sus intereses ni a su deriva de una disciplina a otra, sino que también comparten ciertas circunstancias biográficas. García Canclini “descubre” la hibridación en su exilio en México, donde vive desde 1976. Jesús Martín-Barbero sufre un impacto epistemológico análogo al llegar a Colombia desde la España franquista en 1963. Los dos cuentan con certificación académica europea pero encuentran en lo latinoamericano el señuelo o punto de partida para sus obras. Ambos visitaron previamente Montevideo (la más significativa: Martín-Barbero fue convocado en 1985 para la creación de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Udelar), pero esta vez fueron recibidos como académicos plenamente consagrados y, por lo tanto, fácilmente criticables.
Aula Sancta
La primera cita fue en la Universidad Católica, el miércoles 10. Allí Martín-Barbero disertó sobre “La investigación en comunicación: la agenda de los próximos años”. El encuentro tuvo lugar en la capilla, transformada en aula magna con ayuda de una serie de paneles que ocultaban el altar, pese a que dejaban delante, junto a la bandera uruguaya, la del Vaticano (tal vez esto haya incidido en la insistencia de Barbero sobre sus orígenes anarquistas y su rechazo hacia todo nacionalismo y religión).
Empezó exponiendo su noción de cómo debe pensarse el tema de la comunicación en América Latina, afirmando que no se puede hablar sólo de medios, dado que “los latinoamericanos habitan la cultura oral”. En esta línea, Barbero ha estudiado los usos sociales de la telenovela, basándose fundamentalmente en la recepción: “la pregunta no es qué dice la televisión sino qué ve la gente”, cómo se vive desde las culturas de la gente lo que muestra la pantalla, cómo se comenta y entrecruza con las vivencias personales la ficción dentro de la comunidad. Esta suerte de preludio remite tangencialmente a la frecuente operación de enganche que muchos teóricos latinoamericanos operan entre lo local y lo global.
Al abordar el tema de las nuevas tecnologías llamó a un urgente aggiornamiento: “Hoy hay otras figuras de razón a través de las cuales construir conocimiento”. Por eso considera necesario centrar la atención en los más jóvenes, quienes habitan el presente contexto de transmedialidad: “Si queremos que haya futuro tenemos que cogernos de la mano de la gente joven”. Pese a este énfasis en la necesidad de innovación Barbero toma el concepto de juventud de Margaret Mead, quien trabaja sobre este tema promediando el siglo pasado. Por otro lado, Barbero no entra en detalle acerca de quiénes integrarían el conjunto de “los jóvenes”, como si se estuviera refiriendo a un colectivo incuestionablemente homogéneo. Desde el público, formado en su mayoría por estudiantes de comunicación de la Católica (la conferencia sustituía una clase, por lo que los asistentes debían firmar una lista), se asumió, durante la ronda de preguntas, el lugar de ese colectivo convocado.
Martín-Barbero también ofreció una conferencia en el paraninfo de la Universidad, donde volvió a insistir en la necesidad de recurrir a “la experiencia de los más jóvenes”.
Aula Magna
La más oficial de estas instancias se celebró al día siguiente en el paraninfo y tuvo como invitado de honor a García Canclini, quien tituló su conferencia “¿Sabemos con quiénes estamos hablando? Políticas culturales, brechas del desarrollo y creatividad en los jóvenes”. Para dar inicio a esta primera Reunión Internacional de la Red Sur de Intelectuales y Trabajadores de la Cultura, hablaron autoridades del Ministerio de Educación y Cultura, como Hugo Achugar y María Simon, más Alberto Di Liscia (representante de ONUDI) y el rector de la Udelar, Rodrigo Arocena. La Red Sur se enmarca dentro del proyecto “Viví cultura”, que apunta al “Fortalecimiento de las industrias culturales y mejora de accesibilidad a los bienes y servicios culturales de Uruguay”.
Desde la pregunta inicial Canclini propone centrarse en los destinatarios de las políticas culturales, buscando correr el eje desde la lógica de la preservación patrimonial, su foco tradicional, hacia la creación de estrategias más productivas, desde las cuales “recuperar la conversación social”. Para esto, afirma, es necesario prestar atención a la reconfiguración de la esfera pública, “teniendo en cuenta las nuevas reglas y la diversificación de los mercados”.
Con su habitual y provocativa promiscuidad terminológica vuelve sobre las nociones de consumidores y ciudadanos como términos equiparables, recuerda que Facebook llama “amigos” a sus usuarios, y habla de “prosumidores” (productores/consumidores), refiriéndose a las reapropiaciones de contenidos habilitadas por las nuevas tecnologías. Al situarse en estas categorías, García Canclini considera fundamental hablar de “derechos conectivos” y atender a las “nuevas emancipaciones” que éstos propiciarían. El propósito de las políticas culturales sería “prolongar hacia el plano tecnológico un proyecto democrático”.
Pese al enfoque excesivamente optimista que suele adoptar Canclini, que por momentos puede parecer o bien cínico o bien ingenuo, admite que “persisten las desigualdades y aparecen otras nuevas” y que no es posible zanjarlas con la distribución de tecnologías. Plantea como vías de investigación necesarias las de la “división internacional del trabajo cultural” y “la redistribución global del poder cultural”. Todo apuntaría a formar “ciudadanos conscientes de sus derechos y conocedores del orden socioeconómico y político”. El objetivo sería lograr la mayor adaptabilidad posible, sin asomo de intencionalidad transformadora, lo cual cualificaría rápidamente como pretensión trasnochada: “Lo peor que se puede hacer es añorar otras épocas”.
Otro punto que ocupa a Canclini es el comportamiento de los jóvenes, que él asocia con la idea de innovación y con la apropiación de lo creativo por parte de la economía: “Los actores más innovadores son los que están rediseñando la manera de consumir-producir”. Percibe a las “nuevas emancipaciones” en distintos planos: así como por un lado “los celulares y redes sociales ofrecen comunicación y contención comunitaria y más recursos para controlar la incertidumbre”, en el plano artístico estas redes “liberan de las restricciones de los sistemas nacionales de circulación”. “Frente a los filtros impuestos por la producción editorial y musical en unas pocas empresas internacionales las nuevas vías de creación en red de revistas, blogs y sitios de intercambio abren tramas sociales”. Sintetiza estos comportamientos en la figura del DJ, del cual recomienda tomar nota a la hora de implementar políticas culturales.
Aula virtual
En un ambiente menos solemne tuvo lugar la presentación de La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia. Desde el espacio Punto de Encuentro del MEC, la actividad fue transmitida vía internet, con un espíritu más afín a la idea de “localizaciones inciertas” de las que habla Canclini. El comentario del libro estuvo a cargo de Achugar, Gabriel Peluffo y Martín-Barbero. Achugar recomendó su lectura a los gestores culturales, directores de museos y a los propios artistas, aunque Canclini lo promociona como una reflexión sobre el arte contemporáneo dirigida a investigadores de ciencias sociales, proponiendo el arte como lugar desde el cual pensar la contemporaneidad.
Entre una cosa mala y otra peor
El autor de La sociedad sin relato supo narrar su tránsito de La Plata a Michoacán, de las manifestaciones estéticas/políticas del Di Tella porteño a las hibridaciones made en Tijuana / San Diego, supo deslizarse de estudioso de Cortázar a alumno de Paul Ricoeur, de intelectual atento al arte a turista atento a las artesanías. Al principio cualquier cruce era heroico. Así son las historias. Justo después del cruce cualquier descubrimiento era grande. Cuando Culturas híbridas se proponía alzar otras voces, recién caía el muro de Berlín. La frontera era una fiesta: “Podemos elegir vivir en estado de guerra o en estado de hibridación”, decía Canclini. Poco más de una década pasó y otra caída aguó la fiesta, que ya estaba, desde el principio, desbordada de remeras y espaldas mojadas.
En 2001 la UNESCO, en su primera cita pos 11 de setiembre lanza su Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural. La intención es proteccionista, como lo son todas las políticas patrimoniales. La postura de Canclini, por el contrario, no pasa por la preservación de las particularidades, sino por promover la globalización en busca de una hibridación idealizada.
Es paradójico que desde este Ministerio de Cultura que promueve políticas proteccionistas (días del patrimonio, fondos concursables, usinas culturales, etcétera) se reciba con honores a quien propone y festeja el dominio del mercado. El reforzamiento de esta política del MEC lo hizo la propia subsecretaria, María Simon, cuando dijo: “El Estado está cumpliendo el papel de garante de la diversidad frente al mercado”.
Queda otra posibilidad de interpretación: la visión de Canclini podría considerarse como el colmo de la modernidad en tanto se basa en una absoluta fe en el progreso de la más pura filiación marxista. La distancia establecida entre una y otra postura, entonces, sería la de los que están ejecutando las políticas en una sociedad concreta frente al teórico que sólo imagina un utópico final del camino.