Te lo dije

Como se esperaba, la Reserva Federal (Fed) anunció ayer una nueva política de estímulo monetario, al comprometerse a comprar 600.000 millones de dólares más en bonos del gobierno hasta mediados de 2011, en un intento por consolidar la débil recuperación de la economía. La decisión tiene como objetivo disminuir aun más el costo del préstamo al consumidor y las empresas, que aún sufren los efectos de la peor recesión en décadas (ver la diaria del 02/11/2010). Además, la Fed comprará 75.000 millones de dólares mensuales en bonos del Tesoro de largo plazo, y revisaría regularmente el ritmo y tamaño del programa, ajustándolo según el ritmo de la recuperación.

En momentos en los que Estados Unidos todavía sufre las heridas de la crisis financiera, en su interior se siembra “un problema fiscal más alarmante: la temible combinación de altos y crecientes costos de las prestaciones médicas y jubilatorias, y limitadas fuentes de ingresos, que ejercerán una enorme presión sobre la solidez fiscal”.

Kotlikoff detalla que la deuda pública asciende actualmente al 60% de su Producto Interior Bruto (PIB), la mitad de la deuda griega, razón por la que el foco está en el país europeo y no en la principal economía mundial. Sin embargo, advierte que esa relación deuda/PIB “no sirve para conocer la verdadera posición fiscal de un país”.

El experto explica que los impuestos sobre los salarios, destinados a financiar futuras prestaciones de pensiones y salud, son ingresos para el fisco “denominados impuestos”, pero que “bien podrían denominarse deuda”. “Además, las prestaciones futuras podrían denominarse pagos (con intereses) de esa deuda”, añadió. En ese sentido, señala que “los impuestos son mucho más bajos” y por tanto “el déficit proyectado de 2010 es 15% y no 9% del PIB”.

Kotlikoff entiende que es “más útil” para referirse a las perspectivas fiscales, hablar de “brecha fiscal”, cuyo tamaño refleja que la situación de Estados Unidos “es pésima”. “La brecha mide cuán cerca está el gobierno de cumplir con su restricción presupuestaria intertemporal”, detalla el artículo. Esa restricción exige que el valor presente de los pagos del Estado -por bienes y servicios, pagos de transferencia y capital, e intereses de la deuda oficialmente declarada- no supere el valor presente de sus ingresos, como impuestos e intereses ganados sobre los activos públicos. “Es decir, lo que el gobierno gasta a largo plazo no debe exceder los ingresos”, explica el experto.

En la misma línea, añadió que “en lo fiscal, no puede evaluarse la política a corto plazo independientemente de la política a largo plazo” ya que “las cuentas impagadas de las generaciones actuales tendrán que ser cubiertas por generaciones futuras”.

Pavada de brecha

De acuerdo a datos del FMI, la brecha fiscal actual de Estados Unidos “es inmensa”, y para cerrarla exigiría un ajuste anual permanente de aproximadamente 14% del PIB. Los datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos confirman esa hipótesis, ya que estiman que para cerrar la brecha sería necesario un ajuste de 12%. No obstante, Kotlikoff asevera que estos datos son “en realidad más pesimistas” que los del FMI, porque para alcanzar ese 12% prevén un incremento del 50% de los pagos de impuestos a la renta personal, como proporción del PIB, y una reducción de un tercio de los programas públicos que prestan servicios de salud a la tercera edad y a los pobres, dos escenarios que “son improbables”, aunque a la luz del nuevo escenario legislativo, en el cual el oficialismo perdió presencia, esto podría revertirse (ver nota adjunta).

Con estos datos, concluye que la brecha fiscal es mayor que la griega, aunque a diferencia de la de ese país, donde el gobierno acaba de debatir y sancionar importantes reformas fiscales (“aunque todavía insuficientes”), en Estados Unidos “esto no ha sido discutido públicamente y ni siquiera contemplado en el discurso político”. “Lamentablemente, [...] el país tiene una enorme brecha fiscal que parece imposible de cerrar sin reformas inmediatas y radicales de sus sistemas de salud, impuestos y seguridad social, además de otros recortes del gasto militar y demás gastos discrecionales”, manifestó el académico.

Kotlikoff asegura que la principal economía mundial llegó a esta situación de “virtual bancarrota”, debido a seis décadas “transfiriendo cada vez más recursos de la juventud a la tercera edad”. Además se aplicaron políticas que agravaron los problemas financieros, al reducir impuestos, aumentar la seguridad social, crear programas específicos de salud, gastos para combatir la recesión y financiar guerras. No obstante, matiza que muchas de esas políticas “merecían” financiarse, pero en su conjunto generaron una brecha fiscal más grande que antes.

Si bien destaca que este problema también afecta a Europa, Japón e incluso China (por su rápido envejecimiento poblacional), la situación norteamericana “puede ser la peor no por factores demográficos, sino por su incapacidad de controlar el crecimiento de los niveles de prestaciones de los programas públicos de salud”.

Barranca abajo

En su artículo Kotlikoff asegura que la posibilidad de que la crisis fiscal de Estados Unidos desencadene una debacle financiera mundial “es significativa”. “El mercado está ahora apostando contra los países pequeños que aparecen como los de mayor vulnerabilidad fiscal”, pero “una vez que el mundo” vea la insolvencia fiscal estadounidense, “este país podría verse impedido de seguir financiando su deuda pública”. De todas formas, concluye que “no todas las noticias son malas, ni es demasiado tarde para corregir los problemas fiscales y financieros”, y por ello realiza cuatro propuestas que “ayudarán a eliminar la brecha fiscal [...], garantizar la estabilidad y dar al país la confianza necesaria para ponerse nuevamente en movimiento”.

En primer lugar recomienda exigir que todos los intermediarios financieros constituidos como sociedades operen estrictamente como compañías de fondos mutuos, que reciben e invierten dinero a cambio de una participación en su propiedad. El valor de cada participación depende de inversiones y sólo los fondos mutuos de efectivo estarían respaldados dólar por dólar. “De esa forma, ningún fondo mutuo quebraría, evitándose así todos los costos consiguientes”, asegura.

Otra propuesta consiste en darle a cada estadounidense un vale anual cuyo valor dependa de su estado de salud y cuyos “beneficiarios comprarían una cobertura médica básica a aseguradores que en ningún caso podrían negársela”. La cobertura básica estaría determinada por un panel independiente de médicos, sujeta a una restricción presupuestaria del 10% del PIB para el conjunto de todos los vales.

La tercera propuesta insta a establecer cuentas personales de retiro en un sistema semipúblico (similar a las AFAP locales), aportando el Estado contribuciones equivalentes para los pobres, los desempleados y las personas con discapacidad “a fin de que el sistema sea lo más progresivo posible”.

Por último, llama a “reemplazar los impuestos federales sobre la renta personal y de las empresas sobre la nómina salarial, y sobre las donaciones, por un impuesto de 18% sobre todos los consumos, incluidos los servicios de vivienda que consumen los propietarios”.