-Tu actividad musical implica gran diversidad de estilos musicales (blues, noise, rock, electrónica), ¿cómo se integran en tu obra?

-Lo que pasa es que no es que me guste uno más que el otro. Todos son válidos, por todos esos estilos siento afecto y todos ellos me han influenciado. Creo que una de las cosas que hago en mi música es mezclar cosas diferentes y tratar de sacar algo nuevo de ellas. Pienso que concentrarse en un solo estilo, sea folclórico o industrial, haría las cosas más fáciles para la industria musical y para el público en general, pero eso no me interesa porque es la colisión de cosas diferentes lo que más me entusiasma.

-Esa colisión implica una fusión, pero también se nota que profundizás en las raíces, en la forma pura de cada estilo.

-Bueno, fijate en el blues, que es lo más importante y fundamental por sobre todos los demás estilos: no importa lo que digan los críticos, yo no soy un “bluesman”, me considero más un rockero moderno de la era electrónica. Lo que pasa es que amo el blues, pienso que es muy profundo y fue lo que me inspiró a hacer música, aunque nunca traté de imitarlo. Lo he estudiado mucho y lo reinterpreto a mi manera natural de sentirlo, como un chico blanco australiano que vive en lo suburbios, no como un musicólogo ni como un académico. Tomé esa música y la junté con otras que eran más contemporáneas, sin pensarlo demasiado. Fue instintivo, recién muchos años después descubrí que hay un patrón de cómo hago las cosas, que viene por el lado de mezclar cosas que no tienen nada que ver y desarrollarlas en diversas direcciones para tratar de encontrar algo nuevo.

-¿Algún hallazgo reciente?

-Creo que el mejor ejemplo es el disco que hice en Italia, que se llama Merola Matrix y que salió cinco años atrás. En ese disco tomé grabaciones de un cantante popular melodramático napolitano, que es extremadamente famoso en el sur de Italia, y sampleé su voz y la mezclé con un fondo electrónico; produje una sound movie [película sonora] sobre este tipo. Y ese disco no tiene sentido para nadie que no sepa quién es ese cantante. Recibí muchas cartas de gente que odió realmente ese material porque lo creyó irrespetuoso. Pero no lo era; antes de que saliera ese disco, un periodista napolitano se lo llevó al hijo de ese cantante, lo escucharon juntos y después lo entrevistó. El tipo se expresó con ambivalencia al respecto, ni lo odiaba ni le gustaba, pero estaba intrigado, y conseguimos su aprobación para editarlo. Ése era un proyecto puramente artístico y no le interesa a nadie que esté para el rock, pero lo menciono porque me parece un buen ejemplo de cómo hago las cosas.

-El último disco de Dirtmusic (B.K.O.) nació en zapadas en Malí. Parece que estás interesado en la música de diferentes partes de mundo.

-La ida a Malí fue mi primera vez en el developing world. Y fue la primera vez que trabajé en colaboración con artistas de una cultura tan diferente a la mía. Tengo muchas bandas y se puede decir que tengo mucha experiencia en trabajar con diferentes grupos. Lo de Malí fue la experiencia más interesante en tanto encuentro.

-Ese disco incluye una versión muy rock pero también muy africana de “All tomorrow’s parties”, de The Velvet Underground.

-Sí, la versión se pone muy africana. Lo que pasó ahí fue que estábamos en un gran festival en el desierto del Sahara, en la mítica ciudad de Timboktú, que existe en realidad, aunque esté medio enterrada en la arena porque el Sahara la fue tapando, pero hay partes de la ciudad que todavía sobresalen. Estábamos en un área del festival donde los artistas tenían sus carpas, y ahí había una banda de artistas africanos que estaban al lado de la nuestra, mirándonos mientras tocaban sus guitarras eléctricas sin enchufar, y la música que hacían nos encantó. Y pensamos: “Ésta es una clara oportunidad para empezar algo”. Así que fuimos hasta ahí y ellos nos mostraron sus canciones. Ahí tuvimos la chance de estudiar de cerca las distintas afinaciones que usan en sus instrumentos. Y en un momento cortan la música y dicen: “¿Y qué onda con la música de ustedes?”. Uno de nosotros, que era de Nueva York, se puso a tocar “All tomorrow’s parties”, porque quería mostrarle una canción típica de su cultura. Y en esa canción está la esencia de Nueva York. Al ver que estaba en re, una afinación muy usada en su tipo de música, a los africanos les encantó y fue muy fácil que todos se pusieran a zapar. Así que cuando fuimos a un estudio un año después, la grabamos.

-¿Y cómo nace The Fatalists?

-Yo estaba viviendo en Sicilia y ahí hay un enorme festival que dura casi dos meses y cuenta con más de 30 conciertos en diferentes partes de la ciudad. Hace cinco o seis años me llamó el organizador (que es un muy buen músico, Antonio Grementieri), me dijo que le gustaba lo que yo estaba haciendo y me sugirió que participara. Me dijo: “Lo que podemos hacer es elegir a alguno de los músicos que tocan en el festival y hablar con ellos para invitarlos a participar en un proyecto con tus canciones”. Me gustó la idea e hice eso por tres años. Con el tiempo fuimos armando una formación que fue transformándose en una banda con un sonido propio, con dos italianos, un alemán y un norteamericano. El año pasado, Grementieri agendó sesiones en un estudio y armamos el primer disco. La idea era producir el disco basándonos más en la armonía que en la base electrónica y los sonidos abstractos. Quería hacer un disco bien claro.

-¿Te interesa el tango?

-Hace unos años di con la obra de Astor Piazzolla y me compré todos sus discos. Los escuché mucho y no dudo de que eso haya influenciado mi música, aunque nunca haya intentado tocar tango.

-Editás tu material en vinilos, cedés y para descargar en internet, ¿qué te ofrece cada soporte?

-Apoyo mucho la idea de editar en vinilo. El cedé no tiene futuro como formato, y la razón más importante es que no es un objeto interesante. Y el medio es importante, un vinilo tiene un valor en sí mismo, por cómo está hecho, cómo se ve y cómo se oye. Editar música en vinilo está muy de moda en Europa y Estados Unidos. Pero también hay otras razones por las que el cedé no tiene futuro, por ejemplo, que sus ventas han caído 50% en cinco años, y la gente que toma en serio su música está empezando a producir vinilos. Una vez quisimos sacar un disco de True Spirit en vinilo y un sello alemán no quería, así que llevamos la idea a un sello español, que terminó editándolo y se agotó. El vinilo está empezando a venderse más. Además, las colecciones de cedés generan una especie de desorden sin sentido. Las colecciones de vinilos son mucho más valoradas por sus dueños. Tiene que ver con cómo se relaciona la gente con la música y para qué la usa. Está buenísimo que la gente se baje gratis la música de internet y tenga también la oportunidad de comprarse un vinilo y no negarle el dinero al músico. Es una cuestión de ética en los casos en los que tenés la posibilidad de hacerlo.

-¿Qué significó para tu carrera trabajar como un Bad Seed, junto con Nick Cave en From Her To Eternity?

-Hace poco escuché ese disco de nuevo para una entrevista para un documental inglés sobre una retrospectiva en la carrera de Nick Cave. Me trajo muchos recuerdos... pensá que fue hace 26 años. La gente involucrada me influenció mucho. Yo tenía 19 años y fue muy educativo, porque yo no había grabado discos antes, y entrar a un gran estudio a grabar con un ingeniero genial como Flood... Me pasaba mirando atentamente todo lo que pasaba. Cuando lo volví a escuchar me di cuenta de lo vacío que está. Ya no se hacen discos así; era muy experimental, siempre que probábamos ideas había mucha presión en que cada arreglo fuera muy original. Estábamos tratando de hacer algo que nadie hubiera hecho antes. Y tuvo un gran impacto. Pero en los últimos años los Bad Seeds han ido para atrás. Es como si estuviesen tratando de hacer discos menos originales y menos difíciles, y eso es un embole. Aunque todavía son una gran banda.