Minion es un pez extraterrestre, parlante y sabio. Su aire de piraña cuaja bien con su rol de principal asistente y mejor (único) amigo de un genio del mal, Megamind (Megamente en el doblaje). Para mejor interacción física con el mundo fuera del agua suele usar un meka (vehículo/prótesis dotado de miembros) en el que el acuario del pez es la cabeza: la apariencia general es la de un robot fortachón con un pez dentro de la cabeza. Esto, aparte de rendir muy bien como un efecto en 3D, y de crear una curiosa ambigüedad de tamaños y fuerzas con Megamind, que es más bien petizo y físicamente frágil, da origen a un chiste insólito: cuando Minion se tiene que disfrazar como la madre de otro personaje se pone un vestido sobre el meka y una peluca rubia puesta arriba del acuario.

Esa superposición de detalles absurdos y chistes podría representar una de las virtudes de esta película, que es la relativa complejidad de la situación y de los personajes, y al mismo tiempo la aceptación (sobre todo en la mitad inicial) de un humor francamente absurdo y muchas veces incongruente (como suele pasar, en el desarrollo y en el clímax todo se vuelve más “normal”). El supervillano Megamind y el superhéroe Metro Man se percatan de que se definen el uno por oposición al otro: bien y mal se perfilan mutuamente y son parte, en buena medida, de lo que hace que la vida sea entretenida. Ambos conciben su acción como una gran representación espectacular, como un ritual que incluye los supertrajes, los intercambios de frases ingeniosas, la repetición casi ritual de un mismo ciclo (Megamind secuestra a la periodista Roxanne, Metro Man viene a rescatarla, se enfrentan, Metro Man gana y Megamind va preso; para luego hacer una escapada sensacional y empezar todo de vuelta) que, a su vez, sugiere la estructura de una serie. Megamind y Minion son capaces de urdir unos planes y máquinas geniales y al mismo tiempo se divagan y cometen las torpezas más insólitas, y parece que la gente del entorno está habituada a ello: todos juegan a que les tienen miedo, pero ello no parece ir tan en serio. Incluso la condena de Megamind a 80 y pico de cadenas perpetuas no se llega a comprender propiamente, o es quizá una parte del juego en el que se embarcan todos los personajes, la comunidad entera de esa Metro City, que como la Metropolis de Superman y la Gotham City de Batman es un microcosmo cerrado al que nunca acuden las fuerzas federales. Cuando Metro Man es borrado de la escena, Megamind entra en crisis, y la presencia de un villano más villano que él y más en serio, uno que no respeta reglas, lo va a reconstruir ahora como un defensor del “bien”.

Meganiño

La indefinición de Megamind tiene mucho del proceso de construcción de personalidad del niño o púber (y actúa en la película como una estructura profunda que suscita identificación con quienes están en esa etapa de la vida, o recuerdan bien sus conflictos), y ello está reforzado y alegorizado en otro invento que escanea las características de ciertas personas y le permite a Megamind asumir la forma de otros personajes. Esto es útil para engañar a la gente, hacer sus crímenes y escaparse de prisión, pero también puede aludir a las distintas personas que los niños arman o fantasean para enfrentar la vida y a través de las cuales atraviesan las vivencias que llevan a la definición de personalidad, a ir encontrando lo que realmente quieren. Este aspecto está enfatizado por el hecho de que la maduración final de Megamind viene junto al primer enamoramiento, obviamente de Roxanne.

Ésta es la entrega de fin de año de DreamWorks Animation. En la anterior, Cómo entrenar a tu dragón, la productora se había apartado de las marcas de fábrica principales (sátira de géneros y citas de cultura pop, sobre todo oldies vinculados a la juventud de los papás que acompañan sus hijos al cine). En esta historia anclada en referentes de género (superhéroes) se zambulleron con toda decisión en el tipo de guiñadas que lucían novedosas en Shrek. Cuando todos, incluso los sesudos jerarcas municipales, se ponen a bailar colectivamente “Bad”, de Michael Jackson, al final de la película, ya no da ni siquiera para lamentarse de una afectación desgastada, la cosa es sencillamente patética (más allá de que la canción en sí se vincule temáticamente con el asunto del supervillano, y del homenaje póstumo al autor de la canción). Y se puede reprochar también una cantidad quizá excesiva de similitudes con otras películas animadas recientes, sobre todo con Mi villano favorito. La cercanía de pocos meses en la terminación no da para sugerir una imitación, pero llama la atención el hecho de que se reitere la idea de un villano vocacional que disfruta del mal (incluido algún chiste de incorrección ecológica), supertecnificado, y que también tiene un séquito de pequeños asistentes, y cuyo corazón se empieza a derretir avanzado el metraje. El héroe/villano Tighten (se pronuncia como el inglés titan) tiene mucho del Incrediboy de Los increíbles, y es la pieza más importante de otro trasfondo estructural, en este caso político. Tighten era originalmente Hal, un tipo medio desgraciado a quien Megamind logra insuflar superpoderes para construirse un nuevo enemigo; ese enemigo se pasa de la raya, motivado en buena medida por resentimiento por su propio relegamiento y envidia de quienes aparentemente sí tienen todo, pero en la medida en que sus acciones se vuelven realmente molestas para el estilo de vida de los habitantes de la ciudad (una ciudad que carece de cualquier conflicto interno y donde todos los males provienen de esos supervillanos exteriores), entonces deciden destruirlo. La cosa es más o menos así: entiendo que yo tengo algo de culpa en que te sintieras oprimido, y que yo mismo te alenté a construirte como guerrero, pero tampoco puedo cargar con esa responsabilidad al punto de tolerar las consecuencias de tus fracasos y resentimientos, los cuales, además, te convierten en una persona antipática, ridícula y dispensable. Así que te aplasto, y lo hago incluso si para ello tengo que erigir en héroe a una persona con una conducta muy reprochable (Megamind), lo cual es un detalle menor si se trata de preservar mi estilo y calidad de vida. No es que la película pretenda ser una especie de propaganda imperialista subliminal, pero se sirve de una estructura moral muy cómoda y vigente para las relaciones entre ese país y las amenazas oriundas de regiones subdesarrolladas y potencialmente agresivas, para servir de fundamento anecdótico y para direccionar la resolución de las líneas de acción, y al hacerlo retroalimenta esa misma línea de pensamiento. Esa lectura se ve casi explicitada cuando Tighten, en pleno showdown, decide derribar la torre más alta de la ciudad porque es el símbolo del orgullo de Metro City.

Volviendo a la parte entretenida, es notable el juego con algunas citas/estructuras que exceden la mera afectación DreamWorks y se convierten en elementos funcionales. Por supuesto, abundan las referencias a Superman (e incluso, cuando Megamind se disfraza como “el padre del superhéroe”, asume una apariencia cercana a Marlon Brando caracterizado como Jor-El). La asociación del superhéroe con el heavy metal (canciones de AC/DC, Guns n’Roses y Ozzy Osbourne) alude al papel de ese género en convertir el rock en un espectáculo circense y de culto individual (con ecos de una cultura totalitaria en la estatuaria “realista socialista” o fascista con que se le rinde homenaje), pero Metro Man sube algunos escalones de terrajez al incorporar a su traje unos flecos de estrella country. Luego sabremos que su verdadera vocación era ser cantante pop. Aunque la voz original del personaje la hace Brad Pitt, el rostro se parece más bien al de Kurt Russel, como un eco de Súper escuela de héroes (Sky High, 2005). Muchos de los buenos toques de humor y de la efectividad de las escenas de acción se ayudan a explicar no tanto por el director (el de Madagascar) como por el soporte de las colaboraciones varias de gente como Ben Stiller (productor), Guillermo del Toro y Justin Theroux como consultores creativos. La parte visual también está muy bien, sobre todo el uso discreto pero efectivo del 3D (observen el efecto del travelling in a ras del piso sobre las hojas del pasto cuando Megamind se entrega a la prisión, y su eco más adelante en el gran show final, donde en vez de pasto tenemos a la multitud que aplaude).