El 12 de enero de 2010 los integrantes de la Cooperativa Uruven celebraban la firma del contrato de compraventa del local para radicar la curtiembre, y estimaban que serían necesarios seis meses de obras antes de ponerla a funcionar. Hoy, a casi un año, aún se encuentran “en aprontes” y esperando el financiamiento necesario para incorporar la maquinaria que les falta, para entonces sí comenzar definitivamente a trabajar.

Pero la historia de Uruven no comenzó en 2010 ni en 1997, sino que data de más de medio siglo, cuando se fundó la curtiembre Midobers, instalada en Nuevo París, por entonces un barrio industrial del viejo país de las vacas gordas, en un contexto dominado por el modelo batllista de sustitución de importaciones.

Sin darte cuenta

En 1969 el país atravesaba una verdadera convulsión económica, social y política, y un Ariel Ferrari con la mayoría de edad recién cumplida ingresaba a Midobers. En conversación con la diaria, recordó que trabajó hasta el 27 de junio de 1973, cuando con el golpe de Estado fue destituido por su filiación sindical. Lo restituyeron en abril de 1985 y allí continuó hasta 2001. Ferrari destacó a sus compañeros de la curtiembre que "durante 12 años trabajaron bajo presión por la solidaridad, por el compañerismo, el jugarse por el otro. Eso fue una cosa que se forjó históricamente con la forma de trabajo sacrificado, de esfuerzo permanente […] que hace que veas las cosas de forma colectiva y no individual, y de apoyar al otro cuando se siente más desprotegido”.

A su entender, la caída de Midobers se debió a “una muy mala administración” por parte de los empresarios “que se aprovecharon durante años de la estructura de un Estado protector, que le daba préstamos, le perdonaba deudas y le permitió endeudarse”. “Fue otro claro ejemplo de empresas que se funden pero empresarios que no”, lamentó. Sobre el proceso que ahora atraviesa Uruven, Ferrari manifestó sentirse parte de él, y por tanto muy feliz: “Tengo un colectivo de amigos allí, que contribuyeron -aunque ellos no se den cuenta- a que yo hoy tenga la responsabilidad que tengo”.

En conversación con la diaria, Raúl Arévalo, integrante del comité de base de Uruven, detalló que todo arrancó en la década del 40, cuando Midobers comenzó a “amasar una gran fortuna”. La curtiembre tuvo durante muchos años una gran prosperidad, llegando en su época de auge -durante los años 80-, a recibir premios de exportación del Banco República, y a contar con aproximadamente 800 empleados.

Sin embargo, no toda la vieja historia de Midobers es alegre. Arévalo recordó con tristeza el golpe de Estado de 1973, cuando varios empleados fueron echados por pertenecer al movimiento sindical, y “tuvieron que estar entre las tinieblas”. Entre ellos el actual director del BPS por los trabajadores, Ariel Ferrari (ver recuadro).

El declive de la fábrica se insinuó en la década del 90 debido a la “mala gestión” de sus dueños y a “la caída del bloque socialista”, ya que la empresa tenía “muchos clientes" entre los países que lo integraban. A partir de 1992 comenzaron los envíos al seguro de paro, las reducciones en los sueldos, y la promoción de retiros incentivados, oportunidad en la que “unos 200 compañeros se bajaron”. “Veíamos que se nos venía la noche”, graficó Arévalo, y agregó: "Desde el sector sindical hicimos todo lo que podíamos hacer”, pero luego de cinco años de estar barranca abajo, en 1997 se decidió ocupar la fábrica por falta en el pago de haberes.

Como el fénix

A partir de entonces la historia cambió. El cooperativista contó que cuando iniciaron la medida de lucha “comenzaron a llegar inquietudes de clientes (de la empresa) que tenían sus cueros en la planta, porque no querían tener un embargo con sus cueros adentro”. “Entonces hicimos una asamblea y decidimos trabajar: hacer una ocupación productiva, que comenzó el 1º de setiembre de 1997”, explicó.

Por entonces “producíamos con todo, trabajábamos todos los días, con entradas de 2.000 a 2.500 cueros por día, provenientes de Paycueros, Branaá, Frigorífico Canelones, entre otros 15 clientes". “Fueron años muy prósperos”, rememoró. Pero nada es para siempre, y en 2000 nuevamente “se vino todo abajo”, porque “nos querían voltear como sindicato”. Desde entonces hasta 2002 estuvieron “prácticamente sin hacer nada”.

Cuando todo parecía perdido y el país colapsaba en su peor crisis financiera, apareció una empresa argentina que “llevaba el recorte de cuero pelado desde acá, y allá lo procesaba para hacer gelatina comestible y cosméticos”. “Este currito lo mantuvimos por siete años de corrido […]. Se portaron muy bien con nosotros”, valoró. No obstante, el camino entre 2002 y 2009 no estuvo ajeno a baches, y a partir de 2005 la curtiembre enfrentó “problemas grandes por cuestiones medioambientales”.

Fue ese año que se tomó contacto por vez primera con la embajada de Venezuela, que les propuso participar en el Primer Encuentro Latinoamericano de Empresas Recuperadas, junto con Funsa, y el gobierno de Hugo Chávez les asignó la donación por 800.000 dólares, a cambio de transferir conocimiento técnico a su país.

Entonces cambió definitivamente el rótulo a cooperativa Uruven -ya que si bien la forma de funcionamiento del colectivo era como cooperativa, en los hechos eran una Sociedad Anónima-, y “luego de largas idas y venidas” se obtuvo el financiamiento. Arévalo criticó que hubo una “zona burocrática” en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) donde “nos pidieron el oro y el moro para llegar a la plata”.

Por los que faltan

La primera partida se recibió el año pasado, a partir de la cual se pudo adquirir el nuevo predio -también ubicado en Nuevo París- con maquinarias por 510.000 dólares.

Explicó que en un principio se pensaba “comprar máquinas 0 Km” pero luego se observó que “no nos daba el presupuesto”. Recientemente adquirieron “una empresa que no estaba trabajando, pero que tenía buena maquinaria, con cuatro fulones para pelar el cuero y varios tanques para hacer la línea de medio ambiente”, para evitar los problemas que se afrontaron en 2005. “Son tanques y piletas, con máquinas que separan el pelo y el barro del agua”, detalló Arévalo.

Para poner a funcionar la curtiembre, y dar por concluido el arduo proceso, los trabajadores estiman que se necesitan unos 250.000 dólares más, y para ello se evalúa solicitar un préstamo, aunque “es complicado porque arrancaríamos con deudas”. Sin embargo, es la solución “más cercana”, según confesó Arévalo, quien explicó que se estudia pedir un crédito al Banco República.

Respecto a la forma de subsistencia de los 50 cooperativistas de Uruven, explicó que algunos hacen guardias en el Polo Tecnológico de La Teja “como para tener una entrada para sobrevivir”, y otros trabajan en otros lados, “pero cuando se retome la producción van a volver”. Arévalo estimó que eso podría ocurrir en unos cuatro meses, aunque para varios puede ser tarde: “Muchos compañeros terminaron en la calle”, y hay “65% de divorcios” entre los integrantes de Uruven. Por último, Arévalo aseguró que quiere ver el proyecto terminado “por los 29 compañeros perdidos en estos años por distintos motivos. Apostamos a que en memoria de ellos esto salga”.