Son cuatro días locos los que quedan para que termine 2010, después de un fin de semana largo de facto, por la Nochebuena en viernes, y antes de un viernes 31 que va a ser casi feriado. No es que falten noticias: el mundo está, como siempre, lleno de novedades que nos desafían; mengua la voluntad de prestarles atención, al cabo de un año lleno de acontecimientos y tensiones. Es tentador creer que ya está, que ya fue, que ha comenzado un largo paréntesis y que nada demasiado urgente va a requerirnos hasta que llegue el último ciclista, en una tarde otoñal que vendrá sin apuro, cuando no haya más remedio. Pero incluso en la playa, escenario por excelencia del letargo uruguayo, hay agitaciones inesperadas, audacia y riesgo.