El portal de la clásica revista brasileña Veja publicó hace unas semanas un exhaustivo análisis de la presión fiscal en el vecino país. El titular elegido fue “Um elefante chamado carga tributária”, sintetizando en buena medida el análisis posterior. Éste, a la vez, confirma lo que se puede intuir desde el exterior: un sistema complejo y enredado que forma parte de la vida cotidiana de empresas y familias.

Se afirma que Brasil posee uno de los sistemas tributarios más pesados del mundo, afirmación resultante del cálculo que estima que, en promedio, los tributos representan el 40% de los ingresos de un brasileño; visto de otro modo, es como si el contribuyente entregase al gobierno todo el dinero que ganó hasta el 28 de mayo de este año.

Si de desenredar la madeja se trata, podría decirse de forma esquemática que el sistema se sostiene en base a tres pilares. Impuestos Estaduales, Municipales y Federales. Entre los primeros se encuentran cinco impuestos, destacándose una especie de nuestro IVA (ICMS, Imposto sobre Circulação de Mercadoria e Serviços) y lo que sería la patente de automóviles (IPVA, imposto sobre a Propriedade de Veículos Automotores). Entre los municipales se encontrarán diez tributos, en un abanico que va desde la tasa de recolección de basura (Taxa de coleta de lixo), pasando por un impuesto sobre la propiedad (IPTU, Imposto sobre a Propriedade Territorial e Urbana) hasta un impuesto a la transmisión de bienes (ITBI, Imposto sobre Transmissão de Bens Intervivos). Por último, dentro de los impuestos federales, que suman la cantidad de 48 variedades diferentes, se destacan el impuesto a la renta de personas físicas y jurídicas (IR, Imposto de Renda), impuesto sobre los productos industrializados (IPI, Imposto sobre os Productos Industrializados), y un sinfín de tasas y contribuciones con destino a financiaciones específicas como la contribución social sobre la facturación (COFINS), con destino a la seguridad social.

Dos particularidades podrían resaltarse. La primera es que la mayoría de la recaudación de esta madeja de 63 tributos proviene de aquellos que gravan al consumo, ya sea de bienes o servicios. Para ser más precisos, casi la mitad de la recaudación tiene origen en esta fuente, tornando al sistema regresivo. En otras palabras, la principal fuente de ingresos tributarios no se basa en la capacidad contributiva de los ciudadanos sino en el valor del bien que se consume. La otra particularidad es el llamado efeito cascata (efecto cascada), mediante el cual existen impuestos que en su base de cálculo ya incluyen otros impuestos, empañando la transparencia del sistema. Es decir, al contribuyente común se le dificulta el control para saber y entender a ciencia cierta cuánto está pagando en impuestos cuando consume tal o cual producto.

... con empleo y...

El mismo portal de la revista Veja da cuenta de la pesquisa mensual que realiza la Fundación Getúlio Vargas (FGV), donde se destaca el optimismo del mercado laboral local. La espectacularidad de los resultados no se refleja en términos absolutos, dado que quienes entienden que hoy es fácil conseguir empleo en Brasil son el 10,9% de los entrevistados. Sin embargo, si nos centramos en un análisis relativo a través del tiempo, se encontrará que en diciembre de 2006 ese porcentaje era tan sólo de 0,3%, concluyendo que las expectativas de los ciudadanos sobre las oportunidades laborales han cambiado radicalmente en los últimos años. Sintetiza el clima actual del mercado laboral afirmando que “en estas condiciones el viento cambia a favor del trabajador. Frente a la creciente demanda de mano de obra, que incluso en algunos sectores llega a superar la oferta de profesionales calificados, avanza el número de trabajadores que cambian con frecuencia de empleo para alcanzar salarios cada vez más altos”.

También fueron publicados los datos que revelan un gasto récord de los brasileños en el exterior. En efecto, los registros divulgados por varios medios indican que a agosto pasado llevaban gastados unos 10.000 millones de dólares en viajes y gastos en el exterior (sólo este rubro representa aproximadamente una cuarta parte de lo que produce Uruguay por todo concepto). El portal Veja.com afirma que el crecimiento en este rubro es de 42% con respecto al año anterior, y la relación entre lo que ingresa y lo que se gasta por turismo es la más baja desde 1947. El fortalecimiento del real frente al dólar y la expansión económica podrían explicar ese fenómeno.

A estas tres características, debilidades y fortalezas de nuestro principal socio comercial deberíamos concebirlas como grandes oportunidades de negocio para el país. En efecto, frente a aquel sistema tributario complejo y pesado, tenemos la oportunidad de ofrecer simplificaciones y optimizaciones vía planificaciones tributarias. Nuestros regímenes jurídicos y fiscales de promoción de inversiones (zonas francas, ley de inversiones, puerto y aeropuerto libre) son aplicables para tales fines. Frente a la carencia de trabajadores calificados, la oportunidad de desarrollar el Business Process Outsourcing (BPO) desde plataformas de servicios para cubrir necesidades que las empresas hoy ya tienen. Y qué decir frente a la tendencia creciente de viajes y gastos en el exterior. La oportunidad de explotar aun más nuestra infraestructura como destino turístico. Convocada por el Instituto Uruguay XXI, la experta sueca en atracción de inversión extranjera, Christina Knutsson, destacó que el clima de negocios en Uruguay es positivo pero que el país aún es poco conocido, valoración plenamente compartible incluso si nos remitimos únicamente a la región. ¿Tenemos trabajo por delante, no?

Marcos Soto

Contador público y MBA, gerente residente en la ciudad de San Pablo de la unidad de negocios internacionales de PwC Uruguay.