El guitarrista Emmet Ray, personaje ficticio interpretado por Sean Penn en la película Dulce y melancólico (Sweet and Lowdown, 1999), de Woody Allen, se autoadjudicaba el título de segundo mejor guitarrista del mundo, un paso atrás de cierto músico gitano que vivía en Francia. Su obsesión por ese músico era tal que se dice en el film que las dos únicas veces en que Ray había estado cerca de él, se había desmayado.
El guitarrista gitano era, por supuesto, Django Reinhardt, persona real que vivió entre 1910 y 1953, y en el cual se basó Woody Allen para crear el protagonista del film. El nombre de Reinhardt ha sobrepasado largamente el mundo de los aficionados al jazz, y es ya parte de la cultura popular.
Se trata de las cuerdas
Aunque nunca haya escuchado una sola nota suya, todo el mundo asocia a Django con la guitarra y el jazz de la misma manera como asociamos a Pelé con el fútbol, Gardel con el tango canción o Jimi Hendrix con el rock y la guitarra eléctrica. Como todos ellos, Reinhardt no sólo se destacó muchísimo en lo que hacía, sino que su surgimiento y su carrera marcaron un antes y un después tan fuerte que es difícil disociar su nombre del instrumento y el estilo que marcó.
Las particularidades de su arte fueron muchas. Por un lado, fue el primero en llevar la guitarra al rango de instrumento solista principal, algo que no sólo no era común en el jazz, sino que comenzó a serlo muchas décadas después. Por otro lado, fue el primer -y uno de los pocos- músico europeo en destacarse en un estilo nacido en la cultura negra estadounidense. Influido sin duda por el jazz de Estados Unidos, influyó a su vez también al género trayendo una visión de la improvisación y del fraseo distinta (ahí están las raíces gitanas) de la conocida. Popularizó un sonido y una orquestación totalmente novedoso y muy poco continuado, con su Quinteto del Hot Club de Francia, incluyendo tres guitarras, violín (junto con otro precursor, Sthéphane Grappelli) y contrabajo.
Y, si bien no fue el primero, contribuyó a crear toda una mitología acerca de los músicos de jazz (y luego de rock) con tendencias autodestructivas y guiados únicamente por su espíritu artístico.
Dos dedos
Como muchos franceses destacados, Django Reinhardt nació en Bélgica, aunque, considerando que proviene de un pueblo nómada como es el gitano, su lugar de nacimiento puede considerarse un tanto fortuito. Desde la infancia se hizo notar por sus dotes musicales: viviendo en un campamento gitano en las afueras de París desde los ocho años, comenzó a tocar el violín y el banjo profesionalmente desde los 11.
A los 18 años, el trailer en donde vivía con su esposa, que hacía flores de papel y celuloide para vender, se incendió y Django tuvo quemaduras muy graves en su pierna derecha y en la mano izquierda. Estuvo prácticamente un año internado y a punto de perder su pierna, y sus dedos anular y meñique quedaron inutilizados. Aparentemente fue en el hospital donde Django se volcó con pasión a la guitarra, instrumento que ya dominaba, pero que tuvo que volver a aprender.
Contra todo pronóstico no sólo pudo volver a tocar, sino que desarrolló una técnica única usando solamente dos dedos de su mano izquierda y adquiriendo una velocidad sorprendente en su mano derecha. La personalidad técnica de Django no sólo le dio un sonido único, sino que también su manera de armar acordes y las líneas melódicas que inventó fueron un desafío para los guitarristas “convencionales”, al enfrentarse a posiciones extrañas, muy difíciles de sacar de oído.
Como sucede con muchos músicos, el sonido de Reinhardt está también definido por el instrumento que usaba y por la tecnología de la época. Sería imposible imaginarse a Jimi Hendrix sin su guitarra Fender Stratocaster y sus amplificadores Marshall, a los que dio un uso totalmente novedoso. Lo mismo sucede con Django Reinhardt y su guitarra acústica Selmer Maccaferri, la primera en tener un cuerpo cortado para acceder fácilmente a los trastes más cercanos a la boca del instrumento (es decir, las notas más agudas) y con un resonador que ayudaba a que la guitarra se escuchara más fuerte y pudiera ganar su lugar en una orquesta. Gran parte del sonido agresivo y metálico de Reinhardt se debe a la guitarra confeccionada por el luthier Mario Maccaferri.
Hot Club
En 1934 Reinhardt formó el Quinteto del Hot Club de Francia, junto con el violinista Sthéphane Grappelli, su hermano, Joseph Reinhardt, y Roger Chaput en guitarras, y Louis Vola en bajo. Chaput fue reemplazado luego por el mejor amigo de Django, el también gitano Pierre Baro Ferret.
Un quinteto conformado sólo por instrumentos de cuerda era -y sigue siendo- algo bastante inusual. Más en una época de orquestas, en que los vientos jugaban un papel preponderante y no había ningún conjunto que no tuviera piano. La formación tenía en parte orígenes gitanos, y más tarde se llamó a su música “jazz gitano” o “jazz manouche”. Pero en la época, Django nombraba como influencias al jazz estadounidense; y el pueblo gitano hizo suya la música de Django años después de su muerte.
Me encanta cuando se resisten
El pueblo gitano, precisamente, fue uno de los más perseguidos por el nazismo. Se calcula que más de un millón de gitanos fueron exterminados por el régimen alemán; a la vez, el jazz, considerado una música decadente y degenerada de origen negro, estaba prohibido.
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial sorprendió al quinteto de gira por Inglaterra. Ante la complicada perspectiva que los aguardaba en Francia, algunos músicos del grupo, como Grappelli, decidieron quedarse en la isla. Django, sin embargo, volvió a París.
Irónicamente, los años de la guerra fueron los de mayor popularidad de Django Reinhardt y su reformulado quinteto (con la inclusión de clarinete en vez de violín). Algunos dicen que la razón fue que los alemanes usaron París como un lugar de relax y diversión, y, por ende, se toleró una mayor libertad en el terreno artístico. Otros creen que Django fue protegido por un jerarca nazi, Dietrich Schulz-Köhn, conocido como “Doktor Jazz”. Para hacer la ironía aun más completa, la música del jazzista gitano, aparentemente protegido por los nazis, se volvió la música de la resistencia y el melancólico tema “Nuages” de Django sustituyó a la prohibida Marsellesa como himno de la rebelión.
Un día tarde
Tras la guerra, Django comenzó a interactuar con músicos estadounidenses de paso por París, como Coleman Hawkins, Benny Carter, Rex Stewart o Louis Armstrong.
Su fama cruzó el Atlántico y Django viajó a Estados Unidos, en donde estuvo de gira con Duke Ellington. Pero, según parece, el propio Django magnificó bastante su “éxito” estadounidense: éste no habría sido tal, más allá del intercambio con algunos músicos.
Al regreso a París el músico volvió a su vida gitana, alejándose de los escenarios. Sin embargo, Django había traído de Estados Unidos el naciente bebop de Charlie Parker y Dizzie Gillespie, y fue el primer músico europeo en difundirlo y adaptarlo. Dejando su retiro de lado, las últimas grabaciones de Django, en 1951, lo muestran experimentando con la guitarra eléctrica, haciendo unas increíbles versiones de temas como “Nuages” y “Manoir de mes rêves”.
Murió poco después, en 1953, a los 43 años, de una hemorragia cerebral. Podría haberse salvado si el médico no hubiera llegado a Fontainebleau un día después de que lo llamaran.
Músicos tan disímiles -entre sí, y tan distintos a Django- como Chet Atkins, Jimi Hendrix, Wes Montgomery, Tommi Iommi, Joe Pass, George Benson y Jerry García lo han nombrado como su inspiración principal. La razón de esta identificación va más allá del mito. Aunque su estilo haya sido muy imitado, quizás lo más duradero y trascendente de su influencia ha sido el camino que abrió para la guitarra como instrumento solista, y, sobre todo, como generador de nuevas ideas musicales.