A 40 kilómetros de La Habana, inmersa en la naturaleza cubana, hay otra isla, en donde estudiantes de todo el mundo dedican sus días al cine. Se trata de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Ecitv), una institución con más de dos décadas de trayectoria que se ha convertido en un referente de la producción cinematográfica.

Punto para los lunes

Esta vez no les tocó a los uruguayos, pero sí se podrá ver durante los lunes de febrero a las 19.30 una muestra dedicada a la Eictv que resume la producción de estas dos últimas décadas. La programación reúne una selección rigurosa de cortometrajes a cargo de la curadora Pepi Goncalves, que incluye el trabajo de nombres de reconocidos directores, como el español Jaime Rosales (Tiro en la cabeza, La soledad; su corto Yo tuve un cerdo llamado Rubiel se exhibe hoy), los cubanos Juan Carlos Cremata y Arturo Sotto Díaz, y el brasileño Wolney Oliveira, entre otras interesantes propuestas que han sido premiadas en diversos festivales. La programación completa se encuentra en www.cce.org.uy.

Aunque el lugar elegido para este emprendimiento fue Cuba, se trata de un proyecto de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (Fnci). En 1986, Gabriel García Márquez, el poeta y cineasta argentino Fernando Birri y el realizador y teórico cubano Julio García Espinosa buscaron una vía para que el arte cinematográfico enfrentara la historia de cada país. El uruguayo Walter Achugar también participó en esta iniciativa, primero desde el Comité de Cineastas de América Latina y luego desde la Fnci. La idea era crear una escuela de bajo costo, que pudiera dar las herramientas del lenguaje audiovisual para los países de África, América y Asia con menor desarrollo, como una forma de incentivar la producción en las diferentes regiones.

Más tarde, en 1994, se abrieron las puertas para los estudiantes europeos, por lo que hoy se conoce también como “Escuela de Todos los Mundos”. En estas dos décadas, profesionales y estudiantes provenientes de más de 50 países han hecho historia, convirtiendo este espacio en un escenario para la diversidad cultural, donde no prima ningún estilo o ideología.

Pensar, hacer cine

Aunque la isla cubana constituye un escenario poderoso en materia de creación en todas las ramas del arte y la cultura, lo que habilita a un diálogo permanente y a la vez desafiante para los que van a formarse allí, la escuela no está integrada al sistema universitario cubano sino que es una institución internacional integrada al Ciclet (Centre International de Liaison des Écoles de Cinéma et de Télévision), organización que agrupa a las principales escuelas de cine del mundo.

De acuerdo con Pepi Goncalves, ex alumna y actual jefa de Cátedra de Producción de la Eictv, el modelo de enseñanza tiene un vínculo fuerte con institutos de arte europeos. Este modelo es una característica distintiva de la escuela, que tiene la particularidad de ser una institución dedicada enteramente a la formación cinematográfica, con una carga horaria mucho mayor a la de cualquier otra escuela y una infraestructura avanzada que no se queda atrás en la carrera del desarrollo tecnológico. No obstante, señaló Goncalves, “el proyecto docente trata de no caer en el tecnicismo, sino que entender la técnica es un mero medio que contribuye al talento”.

La principal filosofía de la escuela es “aprender haciendo”. Los estudiantes están sometidos todo el tiempo a la actividad práctica, al aprendizaje mediante el ensayo y error; pero no por esto se deja de lado la carga teórica, sino que ésta se incorpora constantemente en la práctica. Este aprendizaje persigue también la búsqueda de la polivalencia como forma de mostrar un panorama general del trabajo en equipo, característica esencial de la producción cinematográfica.

Tal vez lo más destacable en materia pedagógica se trasluce en el proyecto cultural, que persigue el objetivo de integrar lo mejor de cada herencia buscando la diversidad y la integración. Sobre este punto, Goncalves destacó que “el sistema de talleres intensivos dictados por profesionales en actividad venidos de diferentes partes del mundo a estudiantes de muy diversos orígenes enriquece mucho la perspectiva artística y técnica del alumnado”.

A lo largo de estos años, nuestro país ha contribuido en este híbrido educativo, con profesionales de diferentes áreas: César Charlone (actual decano de la Catedra de Fotografía), Patricia Boero, Adrián Caetano, Sergio de León, Inés Olmedo y Fernando Epstein forman parte de la numerosa lista de docentes y talleristas de la escuela.

Ir y volver

Uno de los principales objetivos de la escuela es que sus egresados puedan aportar a la construcción de la industria cinematográfica de sus respectivos países. Este cometido, sin embargo, se ha complicado en los últimos años para los países menos desarrollados, ya que, al salir de la burbuja de la escuela, los estudiantes se encuentran con pocas posibilidades para la creación. Esto es lo que les pasó a muchos estudiantes uruguayos, sobre todo a las primeras generaciones.

Pese a ser una institución no muy nombrada en nuestro país durante estas dos décadas, varios uruguayos han hecho su pequeño aporte a la escuela, tanto desde el rol de estudiantes como en el rol de docentes. Daniela Speranza, Pepi Goncalves, Pablo Dotta, Alejandro Bazzano y Nelson Wainstein fueron los cuatro uruguayos que integraron la primera generación de la Eictv. Wainstein contó que en 1986 no existía la posibilidad de estudiar cine en Uruguay, así que “la convocatoria de la Eictv se presentaba como la única oportunidad para formarse”. Para estos primeros emprendedores era difícil pensar en regresar al país, ya que “no existía un apoyo para la industria audiovisual, ni las facilidades que hay hoy en día con el Instituto del Cine y el Audiovisual del Uruguay [ICAU] y la Ley de Cine”, según Wainstein.

Salvando obstáculos, esta primera generación fue responsable de El dirigible (1994), una película dirigida por Pablo Dotta que marcó un gran salto en el cine posdictadura. “Esta producción fue realizada con estándares profesionales en un país en el que tímidamente se estaba llevando a cabo una producción publicitaria en video”, explicó Pepi Goncalves.

En esos años, con un panorama un poco más alentador, otros uruguayos se embarcaban hacia Cuba en busca de una formación. Entre ellos, Gonzalo Delgado, coguionista y director de arte de Whisky (Stoll y Rebella, 2004), que en ese momento estudiaba Comunicación Social en la Universidad Católica del Uruguay. Delgado corrió con otra suerte. “Creo que a algunos se les puede hacer difícil porque aquello es una isla en medio de una isla. Eso los hace creer que salen siendo directores de cine ya consagrados o grandes fotógrafos, pero el medio local exige que te hagas de abajo, y no está mal. Yo comencé siendo meritorio y hoy tengo una trayectoria en el trabajo cinematográfico y soy socio de una productora dedicada al cine”, señaló.

Más allá del retorno, lo interesante de este proyecto es el intercambio cultural que rompe fronteras. “La escuela forma una especie de comunidad que continúa en contacto fuera de la institución. Esto hace que surjan proyectos internacionales mediante una nueva forma de coproducción que se origina desde el vínculo humano”, resaltó Wainstein.

La lista de uruguayos que han pasado por la escuela es extensa. Algunos volvieron y hoy forman parte de nuestra pequeña historia cinematográfica, como Gonzalo Delgado, Pablo Dotta, Nelson Wainstein, Bárbara Álvarez, Guillermo Rocamora y Mariela Besuievsky. Otros, como el director Luis Naguil, el director de fotografía Alberto Soullier (fallecido hace pocos años en Holanda) y el sonidista Juan Dibarbure han encontrado suerte en diferentes partes del globo. Actualmente son dos los estudiantes uruguayos en curso y, según afirmó Pepi Goncalves, ha sido muy pequeño el flujo de alumnos en los últimos años, “seguramente por el costo económico y afectivo que significa trasladarse tan lejos para estudiar”.

Otros van

Las convocatorias para los Cursos Regulares, de tres años de duración, se realizan cada año para los jóvenes de todas partes del mundo. Éstos son seleccionados por las oficinas de la escuela en cada país, basándose en el nivel cultural, el potencial creativo, las habilidades técnicas y las historias de vida. La oferta se completa con los Talleres Internacionales, de pocos meses, para personas que hayan completado estudios en diferentes áreas o profesionales del audiovisual en busca de perfeccionamiento, y los cursos de Altos Estudios, encuentros dirigidos al intercambio de experiencias entre profesionales.

Desde las bases de la convocatoria se aclara que aunque para los estudiantes la escuela tiene un costo de 15.000 euros, los estudiantes pagan 25 por ciento del costo real de su formación, ya que 50 por ciento es asumido por el Estado cubano y el otro 25 por ciento por la propia escuela, a través de programas de autogestión y de ayudas gestionadas con instituciones y organismos internacionales. Es que la gran infraestructura, los materiales de trabajo y la cantidad de empleados hacen que sea imposible que la escuela sea autosustentable y al mismo tiempo pueda brindar un costo accesible para los estudiantes. El ICAU y La Escuela de Cine del Uruguay (ECU) están estrechamente vinculados con la Eictv. En el 2008 se firmó un convenio entre las tres instituciones que establece que el ICAU, en coordinación con la ECU, se compromete a brindar ayuda a la escuela cubana mediante la difusión de las convocatorias, la coordinación en las selecciones de estudiantes y la inclusión de la escuela en cualquier beca de apoyo que se brinde desde el ICAU. El año pasado, en la primera convocatoria de los Fondos de Fomento del ICAU, existía una categoría destinada a la formación cinematográfica. De los ocho premios designados para estudios internacionales, cinco fueron para Eictv por elección de los ganadores. Este año esta categoría no existe en los Fondos, ya que, según informó a la diaria Inés Peñagaricano, del ICAU, se planea estimular a docentes de diferentes partes del mundo para que puedan venir a formar a estudiantes de nuestro país.