Cuando el elevado nivel de endeudamiento y el abultado déficit fiscal de Grecia comenzaron a preocupar a los mercados, tanto el banco central europeo como gobernantes de las principales naciones de la UE dudaron entre salir al rescate del país heleno y postergar esa decisión, a la espera del efecto que tuviera el paquete de medidas para reducir el gasto público instrumentado por el gobierno del socialista Yorgos Papandreu (ver la diaria del 14/01/10). Ante ese factor agregado de incertidumbre sobre lo que podía ocurrir, la desconfianza de los inversionistas acerca de las finanzas públicas griegas se expandió hacia otras economías europeas, y la creciente presión de los mercados puso en apuros a los principales referentes políticos y económicos del bloque.
Un mes de plazo
Los ministros de finanzas de la Unión Europea, reunidos el martes en Bruselas, dieron un mes de plazo a Grecia para que presente los primeros resultados de su plan de saneamiento de las cuentas públicas y, si esos resultados no son satisfactorios, el gobierno de Papandreu “tendrá que aceptar” medidas adicionales, indicó el diario madrileño El País, en un artículo con datos de la agencia española EFE. Según declaraciones del ministro austríaco de Economía, Josef Proell, recogidas por ese medio, “la presión sobre Grecia para que considere la adopción de nuevas medidas a partir del 16 de marzo [cuando se realizará la próxima reunión de los ministros de finanzas de la UE] ha aumentado considerablemente”. En la misma nota se informó que Alemania lleva “la voz cantante en las negociaciones con Grecia” y “ha pedido al gobierno heleno que tome el ejemplo de los recortes presupuestarios y salariales de Irlanda y Letonia”, pero que el ministro de Exteriores británico, Alistair Darling, aseguró que “primero y sobre todo los problemas financieros de Grecia los tiene que resolver su gobierno”, expresando la reticencia británica a un plan de ayuda, basada en la opinión de que el gobierno griego ha sido irresponsable.
Nervios, dra(c)matismo y chanchadas
La falta de pronunciamientos claros acerca de si finalmente se produciría el salvataje europeo de Grecia aumentó el nerviosismo del mundo financiero y abrió una ola de especulación que intentó “atacar” a las economías más débiles de la zona euro. Este hecho puso a España en el ojo de la tormenta, lo que desató una fuerte reacción del gobierno español, que a través de sus principales autoridades económicas se ha movido intensamente en los últimos días para asegurar la solidez de su situación y diferenciarla de la que está experimentando Grecia. España registra un déficit fiscal de más de 11% de su Producto Interno Bruto (PIB), y se prevé que su endeudamiento ascenderá a 74% del PIB a fines de 2013. Según informó el diario madrileño El Mundo, el secretario de Estado de Economía español, José Manuel Campa, al exponer la semana pasada en Londres ante un centenar de analistas e inversores acerca de la situación de la economía española, evaluó que actualmente la deuda pública española se encuentra por debajo de la media europea y señaló que España prevé reducir paulatinamente su déficit, hasta que alcance el 3% de su PIB en 2013.
Sin embargo, el gobierno que encabeza José Luis Rodríguez Zapatero no ha logrado cortar la mala racha; luego de que el Banco de España diera a conocer la evolución del PIB en el último trimestre del año pasado, se pudo confirmar una nueva caída de la producción, de -0,1%, que ubica a la economía española como la única de un país integrante del G20 que aún se encuentra en recesión. El dato cayó como un baldazo de agua fría, ya que, de acuerdo con las proyecciones oficiales, en ese último cuarto de 2009 el país iba a retomar la senda del crecimiento. El alto nivel de desempleo es otra de las preocupaciones del gobierno socialista, con una tasa que se sitúa en el 19% de la población económicamente activa, lo que se traduce en que unas 4.300.000 personas carecen de trabajo.
No sólo España es vista con desconfianza por los mercados financieros: también Portugal, Irlanda e Italia despiertan dudas por su elevado nivel de endeudamiento y el desequilibrio de sus cuentas públicas. Algunos medios de comunicación les han puesto a cuatro países de la zona euro cuya recuperación económica es más lenta que la media de la UE el despectivo mote de “PIGS” -por las siglas en inglés de Portugal, Irlanda, Grecia y España, que en ese idioma forman la palabra “cerdos”-. Sin embargo, para muchos la actual coyuntura no se debe a mala administración en esos cuatro Estados, sino que simplemente pone de manifiesto asimetrías económicas que siempre existieron entre los países del sur de Europa y sus primos ricos del norte.
Inyección multipunto
La postergación de las decisiones acerca de un respaldo financiero a Grecia en las principales naciones de la UE llevó a que el euro comenzara un proceso de depreciación. El efecto también se hizo sentir en las principales plazas bursátiles de Europa, que experimentaron sesiones con fuertes caídas de las cotizaciones, aunque la semana pasada el estado de alerta se atenuó, y las bolsas alternaron sesiones de pérdidas y de ganancias.
Finalmente, el jueves de la semana pasada el Consejo Europeo (que reúne a jefes de Estado o de gobierno de los 27 integrantes del bloque) sesionó en Bruselas y acordó no dejar sola a Grecia, comprometiéndose a brindarle respaldo. Sin embargo, el impacto simbólico de esa declaración no fue acompañado por cifras ni detalles acerca de cómo se instrumentaría el plan de rescate. La falta de definiciones no fue bien recibida por los mercados, que esperaban señales más claras del Consejo, y se registró una nueva depreciación del euro en relación con el dólar. En la actualidad, la moneda común de la UE se cotiza a 1,37 dólares, y a comienzos de diciembre del año pasado su precio en dólares era 1,5 (o sea que cayó 8,66%).
Aunque el peso de la economía griega en el conjunto de la UE es pequeño, la crisis de la deuda del país heleno es vista por muchos analistas como el síntoma de una problemática que envuelve a toda la zona euro. Según ese enfoque, la crisis global no ha hecho más que poner al desnudo el nivel de respuesta de las diferentes economías ante la recesión y el desempleo, y la delicada situación que atraviesa Grecia parece ser sólo la punta del iceberg, emergente de una problemática con dimensiones mayores. En la medida en que los mercados financieros observen que los tenedores de títulos de deuda griega tienen dificultades para hacerse con el pago de vencimientos e intereses, la confianza de los inversores en la unión monetaria europea se verá debilitada y seguramente el gran perjudicado en términos simbólicos será el euro, lo cual significaría, en la vida real, problemas para los 500 millones de habitantes del bloque.