Para muchos uruguayos la realidad argentina que llega por los canales de noticias puede dar la sensación de un país bastante caótico y abandonado a su propia suerte. Sin embargo, en el terreno de las políticas culturales y educativas hay proyectos a tener en cuenta. Uno de ellos es la denostada Ley de Servicios Audiovisuales promulgada el año pasado, que es parte de una aspiración del gobierno de crear un sistema nacional de medios, con mejor calidad de contenidos y con participación de los actores sociales involucrados. De ese plan gubernamental ya hay algunos resultados de muy buen nivel en marcha desde hace algunos años, como el canal Encuentro.
Sintonía fina
Además de un canal propio en YouTube (www.youtube.com/encuentro), Encuentro tiene una interesante web (www.encuentro.gov.ar) que complementa los contenidos de cada programa con servicios para los docentes. Allí hay, por ejemplo, una guía para explorar la obra periodística de Juan Carlos Onetti que amplía lo mostrado en El arte de contar, el programa sobre literatura que aquí retransmitió Tevé Ciudad. Además de Alterados por Pi, Canal 5 emite el programa de divulgación científica Proyecto G.
La señal televisiva fue creada por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación y se puede ver en las distribuidoras nacionales de cable desde el año 2007. Desde su lanzamiento, el canal ha incrementado su audiencia ayudado por el boca a boca y algo de publicidad oficial.
En sus inicios, Encuentro estuvo dirigido por el cineasta Tristán Bauer -gracias a esa gestión es el actual director del Sistema Nacional de Medios Públicos-, quien logró demostrar que es posible que el Estado brinde a la población un canal educativo y cultural sin mucho que envidiar a la misma BBC. Pero, sobre todo, logró amigar a algunas generaciones descreídas -como la de esta cronista- con la televisión pública. Es que décadas de desidia estatal han puesto a prueba la paciencia de espectadores con programas educativos aburridos y de mala calidad.
Educa y entretiene
Los contenidos del canal abarcan áreas de interés educativo y relacionadas con los programas curriculares del Ministerio de Educación como historia, matemáticas, ciencias e idiomas.
Un acierto a la hora de asegurar el éxito de la programación está en la elección de los conductores y realizadores, en general personalidades reconocidas en los medios: actores, periodistas, escritores u hombres que han saltado desde su disciplina académica a la pantalla.
Entre clases de huerta y carpintería, uno de los programas más vistos son las clases de filosofía que conduce José Pablo Feinmann (Filosofía aquí y ahora), o el del mediático hombre de los números Adrián Paenza (Alterados por Pi). También resulta atractivo el ciclo de divulgación científica dirigido y protagonizado por el “cineasta del año’’ Juan José Campanella (Entornos invisibles). Para el público adolescente, Gastón Pauls habla sobre embarazo, drogas y deserción escolar (Mejor hablar de ciertas cosas), mientras que el escritor Osvaldo Bayer conduce desde su casa un programa sobre la historia del siglo XX (50 años que cambiaron al mundo) y Eduardo Galeano pone al aire su segundo programa en el canal con relatos sobre Latinoamérica (La vida según Galeano).
El difícil
Uno de los programas de Encuentro con más repercusión reciente es Presidentes de Latinoamérica, conducido por Daniel Filmus (ex ministro de Educación, bajo cuya gestión se creó el canal Encuentro). Se trata de un ciclo de documentales que pretende registrar los cambios políticos ocurridos en el continente en los últimos años desde la mirada de diversos mandatarios que todavía ocupan el sillón presidencial. Es Latinoamérica desde la otra cara del poder: la que muestra la vida íntima de los hombres y mujeres que la conducen.
Con muy buena calidad de imagen, uno de los mayores logros de la producción fue conseguir varias horas en la agenda de casi todos los gobernantes del continente. Filmus estableció un ámbito de confianza en el que los presidentes se abrieron a la charla con historias para muchos desconocidas.
Gracias a esos largos días de grabaciones en los lugares de trabajo o la vida cotidiana de los mandatarios se puede ver al presidente Rafael Correa comiendo en el mercado entre los parroquianos y a Lula da Silva explicando que sacó el mejor ejemplo de gobierno de su propia madre, quien crió ocho hijos en absoluta pobreza, mientras que un primo del presidente habló de la infancia de “Luiz”.
En otro programa, a la madre de Michelle Bachelet se le llenaron los ojos de lágrimas cuando, sentada en el comedor de su casa, mostró un recuerdo en cobre hecho en la cárcel por el padre de la presidenta antes de ser traicionado por sus camaradas. En otro de los primeros capítulos del ciclo, Evo Morales explicó los usos de la planta de coca, y en otro, Hugo Chávez recorrió su pueblo natal. Fernando Lugo y Álvaro Uribe, con menos presencia mediática para los rioplatenses, también tuvieron su tiempo de distensión frente a las cámaras.
La figurita difícil del ciclo fue el presidente uruguayo. Según Marcos Saquetti, productor general de Presidentes..., Tabaré Vázquez no estaba de acuerdo con este tipo de entrevista, hasta que lo persuadió Cristina Fernández. Cuando terminaron de grabar el programa correspondiente a la presidenta argentina, ésta pidió el teléfono y llamó al mandatario uruguayo. “Lo convenció delante de nosotros’’, dijo Saquetti, y agregó: “No pensamos que fuera complicado llegar a él pero muchos en Uruguay se sorprendieron cuando les contamos que teníamos una entrevista de este tipo con el presidente’’.
La charla del capítulo “Tabaré”, que cerró el ciclo, fue bastante acartonada. El presidente uruguayo contó algunas anécdotas de su infancia, las mínimas para abrirse y, en particular, las vinculadas con su posterior vocación por la medicina y sus primeros pasos en la política. Las cámaras recorrieron La Teja, desde el Club Arbolito hasta la casa paterna, donde la hermana del presidente apareció apenas unos segundos por detrás de una reja de la puerta de entrada.
El momento emotivo del programa estuvo a cargo de Jorge Vázquez: sentado en el interior de la Torre Ejecutiva, aportó algunos datos interesantes sobre la relación de ambos hermanos, su tiempo en la cárcel durante la dictadura y cómo Tabaré Vázquez lo esperó afuera el día en que lo liberaron. Fueron apenas unos minutos.
El presidente uruguayo también habló sobre las expectativas y los logros del primer gobierno de la izquierda y permitió que las cámaras lo acompañaran a un Consejo de Ministros en el que casualmente estaban organizando el comienzo de la transición en el gobierno, una característica de civismo uruguayo con el que tanto les gusta contraponerse a los argentinos.
Entre nota y nota se escuchó candombe y se vieron muchas imágenes de la bahía, la rambla y un ensayo de Diablos Verdes: la percepción porteña sobre Montevideo condensada en 50 minutos.
Esta mirada podría ser uno de los defectos del programa. De la mano de los presidentes aparecen decenas de lugares que, sin las correspondientes referencias, o la música local como cortina, parecen la misma. Sin los tambores de fondo, Montevideo puede ser Guayaquil, Caracas o Bogotá, y es probable que, viendo el programa, en Colombia o Ecuador o Venezuela, reconozcan partes de esta pequeña capital como propios.