En un año que empezó horrible para el rock independiente esta-dounidense con los suicidios de Vic Chesnutt y Mark Linkous, el viernes pasado se supo una noticia tal vez menos trágica pero definitivamente más importante para los amantes del pop guitarrero; Alex Chilton, el centro creativo de Big Star, había dejado de existir. Aunque se está haciendo cansador escribir obituarios de músicos admirables, vale la pena repasar un poco la carrera de este hombre desconocido para muchos como pilar de la historia del rock, pero presente en cientos de canciones escritas bajo su influencia.

Hace una semana Alex Chilton moría en un hospital de New Orleans, donde había sido internado tras quejarse de dolores en el pecho. Tenía 59 años y la prensa anglosajona lo despidió, por lo general, como merecía; es decir, como a uno de los compositores esenciales de los años 70. Sin embargo para el gran público, Chilton era, salvo los que recordaban su exitosa carrera adolescente, un perfecto desconocido ante cuyo nombre, sin embargo, se persignaban músicos muchísimo más populares. Chilton había nacido en 1950 en la rockera ciudad de Memphis y en el seno de una familia de músicos (aunque más afines al jazz). No es de extrañar que desde muy joven se adentrara en la escena musical y de hecho abandonara la secundaria (de la que de cualquier forma iban a echarlo) a los 16 años para dedicarse a ser el cantante de los Box Tops, una banda pop de adolescentes que consiguió un tremendo éxito desde su primer disco simple, “The Letter”, que suele escucharse en cualquier película ambientada en los 60. A pesar de ser la cara más reconocible de los Box Tops, Chilton no participó en la composición de ninguno de sus éxitos, por lo que cuando la banda se disolvió -como suele suceder con las formaciones de adolescentes- nadie tenía por qué esperar grandes cosas de él. Pero entonces fue invitado, en 1971, a formar parte de una nueva banda de Memphis, llamada Big Star.

Pequeña gran estrella

Su pasaje por los Box Tops lo había hecho bastante popular, y fue tentado para ser la voz de Blood, Sweat & Tears (a lo que se negó por considerarlos demasiado comerciales). Tras conocer al guitarrista y cantante Andy Bell, decidió proponerle formar un dúo a lo Simon & Garfunkel, pero Bell se negó, y como motivo le mostró su banda, Icewater, en la que tocaban el baterista Jody Stephens y el bajista Andy Hummel. La banda impresionó a Chilton, quien les presentó un tema nuevo, “Watch the Sunrise”, que provocó que le pidieran que pasara a formar parte de Icewater, rebautizada como Big Star.

Bell y Chilton engranaron rápidamente como compositores y en 1972 tenían listo un disco, #1 Record, del que todos estaban convencidos de que se iba a convertir en un éxito absoluto y llegar al número 1 al que se refería el título. No era para menos. #1 Record era algo completamente nuevo; en primer lugar no tenía el menor rastro de la música del Memphis de donde provenía la banda, y en cambio sus guitarras remitían más que nada a The Who, The Kinks y otras bandas de Inglaterra -aunque frecuentemente tocando en tiempos inusuales-, y las voces remitían más a las de los grupos de California, con el pequeño toque de soul que siempre caracterizó a Chilton. Aunque Bell había sido el creador de la banda y el co-compositor de su tema de difusión “In the Street” (que décadas más tarde se convertiría en un gran éxito como cortina, en versión de Cheap Trick, de That 70’s Show), Chilton se robaba el disco con dos temas más bien suaves, “The Ballad of El Goodo” y, especialmente, “Thirteen”. Esta última es una presencia habitual en todas las listas de las mejores canciones de la historia del rock, algo completamente justificado, ya que se trataba de una conmovedora visión sobre el descubrimiento temprano del rock’n’roll (“¿no le dirías a tu papá / ‘dejame en paz’? / Decile lo que hablamos sobre ‘Paint it Black’ / El rock’n’roll llegó para quedarse”), cantada con una temblorosa emoción de las que no se escuchan todos los días. Chilton nunca fue un letrista elaborado en lo poético, pero sus textos tenían una extraña sencillez más expresiva que la de muchos grandes poetas del rock.

El resto del disco, mucho más sanguíneo, no se quedaba atrás en calidad y las críticas fueron excelentes, definiéndolo como obra central de un género en ascenso, el power pop. Pero su sello editor, Stax, estaba en medio de un cierto colapso comercial, y el disco -aunque se escribía de él en todos los medios importantes- era casi imposible de conseguir, algo que empeoró cuando Stax cedió su distribución a Columbia, que incluso retiró de las disquerías las pocas copias existentes. Los Big Star quedaron bastante afectados por este fracaso, y su miembro fundador, Andy Bell, abandonó la banda. Los demás decidieron intentarlo nuevamente como trío, ahora bajo el liderazgo compositivo de Chilton, y sacaron un segundo disco tan bueno o mejor que el anterior, Radio City (1974), de características guitarreras similares pero aun más enérgico. Como el anterior, también contenía una canción decisiva, la espectacular “September Gurls”, que ha sido definida muchas veces como la mejor canción de power pop de todos los tiempos.

Pero la compañía volvió a fracasar a la hora de distribuirlo, y Radio City -aunque vendió un poco más- fue tan difícil de conseguir como el disco anterior, lo que elevó las cuotas de frustración de unos músicos que sabían que estaban fabricando oro y que nadie conseguía acceder a él.

Entonces fue el bajista Andy Hummel el que dejó la banda, pero -porfiados- Chilton y Stephens decidieron intentarlo una vez más. El resultado fue el disco que se conoce tanto como Third o Sister Lovers (1978) y que Peter Buck (guitarrista de R.E.M.) consideraba un disco tan grande como el Revolver de The Beatles. Third/Sister Lovers era radicalmente distinto a los dos discos anteriores, y aunque contenía algunos temas de guitarras fuertes, el tono general era profundamente melancólico, orquestal y con varios toques de sintetizadores climáticos. Cansado de remar sin éxito con canciones que consideraba totalmente viables, Chilton decidió utilizar estructuras compositivas poco tradicionales, en las que daba rienda suelta a una profunda tristeza. Eran como la continuación de “Thirteen” pero con más desesperanza que inseguridad. Basta pensar que es el disco que contiene “Take Care”, “Kangaroo”, “Stroke it Noel”, entre otros temas tan impactantes como la enternecedora “Blue Moon” o la oscurísima “Holocaust”. El disco era una obra maestra, tal vez el mejor (aunque también el más desbalanceado) de toda la producción de Big Star, pero en esta ocasión la compañía ni siquiera llegó a distribuirlo mal; directamente no lo editó, conociéndose apenas por algunas copias promocionales que no pudieron atraer el interés de las grandes compañías, por lo que la banda se disolvió sin que llegaran a ponerle nombre al disco (que por eso es conocido de dos formas distintas). Más tarde una reedición de los dos primeros discos como álbum doble volvió a despertar el entusiasmo de la crítica y Third/Sister Lovers empezó a ser editado en forma semioficial por varios sellos chicos. Pero para ese entonces Big Star ya no existía y Chilton ya había perdido su fe en su talento creativo.

La luz tardía

Cuando la generación de rock indie estadounidense de los 80 comenzó a hacerse visible, Big Star era un objeto de culto entre los músicos que la comprendían, quienes tenían una admiración por Chilton similar a la de los músicos uruguayos de los 70 por Eduardo Mateo. The Cramps lo eligieron como productor de su primer disco, los R.E.M. hablaban maravillas de su trabajo en cada entrevista -citándolo como su principal influencia- y los Replacements no sólo lo invitaron a tocar en su disco más popular, Pleased to Meet Me (1987), sino que además le dedicaron el simple de ese disco, una tremenda canción llamada “Alex Chilton” que fue bastante escuchada en Montevideo en aquellos días (“los niños en millones cantan por Alex Chilton cuando él llega / cantan ‘estoy enamorado / ¿qué es esa canción? / estoy enamorado / de esa canción’”). Pero Chilton nunca cerró las heridas del hundimiento de Big Star, y durante las décadas siguientes se dedicó a relativizar la importancia de su antigua banda y a sacar discos muy irregulares, compuestos en su mayor parte por covers. Su actitud hacia su propia carrera musical hizo que el nombre de su disco de 1995, A Man Called Destruction (un hombre llamado destrucción) fuera de lo más adecuado. En 1993 reformó Big Star con integrantes de The Posies (incluyendo a Ken Stringfellow, quien visitara nuestra capital el año pasado) para hacer una serie de shows y editar un más que correcto disco en vivo, y la ya mencionada versión de Cheap Trick de “In the Streets” consiguió que realmente millones de niños cantaran por Alex Chilton. De cualquier forma Chilton nunca se molestó en capitalizar este reconocimiento tardío, dedicándose a hacer pequeñas giras en las que daba estupendos conciertos, basados en covers tan extraños como “Volare”, pero sin intentar siquiera editar una obra maestra como sus trabajos con Big Star.

Evidentemente ya no lo va a hacer, pero quedan al menos ahí tres discos que siguen completamente vivos, como puede comprobarse si uno vuelve a “Thirteen”, escucha su primer verso (“¿no me dejarías acompañarte desde el colegio?”) y se queda pensando en cómo se hace para que una frase tan simple se sienta tan profundo.