Ello surge de un informe del equipo de investigación del Instituto Cuesta-Duarte (Icudu) del PIT-CNT publicado por la revista sindical Trabajo & Utopía, realizado a partir de una investigación titulada “Made in China: oportunidades y amenazas presentadas por el ascenso global de China para los trabajadores latinoamericanos”. Se trata de una síntesis de varios trabajos elaborados por centros de investigación vinculados al movimiento sindical de ocho países de la región, y allí se informa que entre 1990 y 2008 se multiplicó por 64 el flujo del intercambio comercial latinoamericano con el gigante asiático: las exportaciones desde el subcontinente hacia ese destino crecieron 36 veces y las importaciones desde allí, 127 veces, pero el grueso del incremento se verificó entre 2000 y 2008. Efecto de ello es que el gigante de Asia figura como primer o segundo destino de ventas de la mayor parte de los ocho países analizados y como segundo o tercer origen de las compras externas de esos Estados, a saber: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú y Uruguay.

Durante esos ocho años, China pasó del décimosegundo lugar al primero como destino de las exportaciones brasileñas, en tanto que Uruguay, una excepción junto con Ecuador, tuvo en 2008 a la potencia asiática como tercer destino de exportaciones y cuarto origen de importaciones. Sin embargo, 25% de las compras chinas de productos agrícolas y 13% de sus adquisiciones de minerales y combustibles proceden de Latinoamérica. Son niveles de intercambio en línea con la proyección de mediano y largo plazo que los dirigentes chinos hacen para su economía. No obstante esos registros, hasta 2008 sólo 4% de las ventas externas chinas se dirigieron hacia AL, y las adquisiciones chinas en el subcontinente no son mucho mayores. Más de la mitad de las ventas externas de China se dirigen hacia Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.

Chips, no espejitos

Los ocho países de referencia exportan hacia aquel destino principalmente cobre, hierro, níquel, combustibles, soja, harina de pescado, pescado, crustáceos, lana, cuero y celulosa; minerales, combustibles y alimentos concentran el 80% de las colocaciones totales. El 63% de las exportaciones totales de Uruguay a China en 2008 se integró con lana, pescados, crustáceos y cueros; pero cabe consignar que porcentajes relevantes de la soja y la celulosa producidas en suelo uruguayo y que mayormente salen por Zonas Francas tienen a China como destino final. Más de 70% de las exportaciones totales de América Latina hacia China se integra con producción primaria, y sólo 16% con manufacturas intensivas en mano de obra.

Por el contrario, casi el 100% de los bienes de origen chino que ingresan al subcontinente son industriales, 68% con contenido tecnológico alto y medio, y 20% de baja tecnología. Es así que exceptuando a Chile y Perú, los países del área presentan un saldo comercial negativo con el Estado asiático. Desde esos datos, los investigadores del Icudu señalan que esta relación comercial reproduce el patrón histórico centro-periferia: venta de escaso valor agregado y compra de elevada incorporación técnico-industrial; con ello también pervive la asimetría en la evolución de unos precios y otros, en detrimento de los valores de intercambio de los bienes primarios y de escasa elaboración. Sin embargo, China desarrolló la capacidad de ofrecer bienes de elevado valor tecnológico a menores precios que los países más desarrollados, convirtiéndose en un gran proveedor de la región en detrimento de su competencia; además, con su demanda creciente de materias primas y bienes de mano de obra intensiva, presiona al alza en el mercado global a los precios de la producción latinoamericana. Como efecto, su creciente participación en la economía mundial viene revirtiendo el sentido del patrón histórico, sin que se vislumbre el alcance del proceso.

Crossroad

Los años 90 representaron para China el punto de fuga con relación a América Latina. El gigante asiático no sólo multiplicó su producción, sino que la dirigió hacia los bienes de elevado contenido tecnológico y de capital de uso industrial, sectores que suman más del 50% de las ventas totales del país; pero en el área latina del nuevo mundo se transitó hacia la desindustrialización planificada y la apertura genérica a las importaciones, especialmente las de elevado valor tecnológico. Más del 90% de las ventas chinas es por bienes manufacturados, en tanto que AL mantiene un alto grado de producción y exportación de bienes generados con uso intensivo de mano de obra. Como de “industrialización rápida” y de desindustrialización precoz” denomina Naciones Unidas a uno y otro modelo. En la década del dogma neoliberal, el PIB per cápita de China creció a una tasa promedio anual de 8,8% y la de AL no llegó a 1%; actualmente, los promedios en uno y otro caso son de 3,5% y 10%.

El análisis conduce a la constatación de que, contra una idea extendida localmente, el principal aspecto del vínculo comercial entre ambas zonas no resulta de una supuesta amenaza a la competitividad de AL en aquellos productos de mano de obra intensiva, en cuya creación China aventaja en virtud de bajos salarios y peores condiciones; por el contrario, en un momento en el que varios países de AL buscan y generan sus propios modelos de desarrollo, China dejó de ser competencia crucial en la cadena textil-confecciones para pasar a serlo en el agregado de valor y la elaboración tecnológica. Comerciar con China lleva a AL, entonces, a agudizar su especialización productiva para competir, también, con el mayor de los emergentes, y esto encierra complejas posibilidades para la región: tiende a favorecer a las economías latinoamericanas desindustrializadas y de industrialización inconclusa, y a perjudicar a las que habían logrado alcanzar un nivel básico de desarrollo industrial. El principal perjuicio de la creciente participación china en el comercio regional es para Estados Unidos (EEUU) y bastante más lejos para Europa; la potencia americana le compra menos y le vende menos a AL en beneficio de la asiática, punto en el cual AL tiene como mayor riesgo visible la reducción de sus complementariedades productivas, no obstante poco explotadas.

Naturaleza

Ya en los años 80 se produjo el primer gran salto en la diferenciación del comercio exterior chino respecto del latinoamericano. Su exitosa apuesta a la incorporación creciente de contenido tecnológico a la producción, así como la magnitud de los resultados comerciales, no tienen como único fundamento la utilización de mano de obra barata, factor ostensible de beneficio para las empresas, pero no sustento de la tendencia de largo plazo. “Grandes escalas de producción, mercado interno potencial, tasa de inversión creciente, planificación del Estado y crédito barato, además de incentivos fiscales y tipo de cambio devaluado, contribuyen a la atracción de empresas transnacionales e incentivan las exportaciones”, enumera el informe. Cabe señalar la incidencia de la política de reinversión de beneficios en investigación, innovación y desarrollo como su virtual ausencia en AL, con excepciones acotadas a períodos o áreas. Esto alimenta la competencia china en bienes de elevados valor agregado y contenido tecnológico, dado que la realidad ya no se ajusta a la imagen de una masiva producción de baja calidad. La carencia estratégica en materia de investigación científica orientada a la producción tecnológica también inhibe la realización de las complementariedades regionales.

“Concentrar el análisis de la competitividad china en una perspectiva estática de costos es imaginar, de forma equivocada, que los mercados están plenamente integrados y que los gobiernos nacionales no pueden hacer uso de herramientas importantes como la tasa de interés, el tipo de cambio, el crédito dirigido, la protección selectiva, medidas anti-dumping, programas de reconversión productiva, políticas industrial y tecnológica y acciones de complementariedad productiva en el ámbito regional”, evalúan los autores del trabajo. Los rubros textil-confecciones y electrónico serán los más afectados en su competitividad frente a la importación oriental, pero también las áreas energéticas y mineras de la economía. Con ello, pueden preverse impactos ciertos sobre el nivel y las condiciones de empleo por la natural pulsión empresarial a elegirlos como primeras variables a la hora de ajustar costos.