-¿Cómo fue el proceso de No me acordé de mirar?
-Fue un proceso evolutivo, porque la banda se fue armando y los roles fueron cambiando; el baterista pasó a tocar la guitarra, después vino otro integrante y le fuimos buscando la vuelta. No me acordé de mirar empezó en enero de 2009, cuando Mario Davrieux y yo nos quedamos todo el verano en Montevideo pensando cómo íbamos a grabar este disco. Mientras fuimos armando a la banda, dividimos en partes las grabaciones. A fin de año, comenzamos la mezcla con Bruno Tortorella y Fran Nasser, en un proceso que duró un año y medio, sin intención de desviarse. Lo mas difícil fue que durante ese período la banda se dedicó al disco y no a ensayar para salir a tocar. Ahora lo que más queremos es salir a tocar.
-¿Por qué el nombre?
-El significado es literal, como cuando estás distraído o estás embelesado... Es como una verdad.
-La banda tiene un diseño sonoro muy particular, una arquitectura en el concepto bastante exclusiva.
-Me emociona la arquitectura, es mi inspiración. Cuando compongo manejo lo arquitectónico, genero una primera estructura de la que mi grabador toma registro, para luego agregar los cambios posteriores.
-¿Qué cambió en el disco en relación con lo que venía haciendo la banda?
-Cambió un poco el estilo, pero no han cambiado las letras. Sigo utilizando mi voz como instrumento. Canto canciones en español y otras en inglés porque cuando compongo siento ese balbuceo como instrumento. Siempre trato de que los sentimientos tengan que ver con las emociones musicales. No me acordé de mirar es un disco de rock con trece canciones en las que incorporamos teclados y alguna secuencia al sonido rockero y acústico de Los Branigan. También nos dimos el gusto de invitar gente querida a colaborar: Gabriel Casacuberta en contrabajo, Susana Gutman en piano y Pedro Dalton en voz.
-¿De qué tratan las canciones?
-Muchas de las letras hablan de amor, desamor, soledad… Son escritas por una mujercita y hablan un poco desde el lugar de las mujercitas, al menos de las que conozco o puedo ver desde lejos. También hay ilusiones, sueños y pesadillas entre las frases del disco.
-¿Cómo fue el pasaje de Buenos Muchachos a Laura y Los Branigan?
-El pasaje fue natural. Yo tocaba la batería con Buenos Muchachos, tenía oído para cantar pero nunca me había animado a tocar una guitarra. Un día antes de irme de los Buenos... agarré un bajo y aprendí sobre las cuatro cuerdas, luego descubrí las seis y cuando saqué su sonido básico empecé a componer. En la guitarra, descubrí una melodía feliz que evidentemente la batería no me daba.
-¿No volviste a tocar la batería?
-En público no, en casa sí. Hubo años en que la pobre estaba llena de polvo.
-¿Qué te dejó ser la baterista de Buenos Muchachos?
-Me cambiaron la vida. En algunos momentos tuve que lidiar con varias cosas, pero siempre me respetaron. Me sentí siempre la menor de cuatro hermanos.
-¿Y cómo fue lo de Histerix, tu primera banda?
-Histerix fue un experimento que funcionó. Surgió con la intención de juntar a chicas, para hacer covers de chicas, tocando bajo, guitarra y batería en un momento en que existían bandas como Elastica o Hole, muy actuales y modernas. Éramos unas nenas que tocaban en Perdidos, Óxido y otros boliches, donde conocimos a mucha gente, durante tres años.
-En un momento en que la expresión musical femenina se realiza más bien desde las figuras solistas, ¿Laura y Los Branigan puede llegar a transformarse en simplemente Laura Gutman?
-Somos una banda. Sé que le pusimos ese nombre y puede ser confuso pero yo los necesito. Si me lo piden, puedo cantar una canción sola con mi guitarra, pero siento que es como si ensayara con un elenco un monólogo para teatro. Considero que si no está la banda no hay proyecto. Laura y Los Branigan es una banda porque yo soy de banda. Al principio éramos el bajista y yo siendo Los Branigan. De hecho el nombre viene de ahí, de que me decían “Laura Branigan”. Con la banda tenemos un diálogo musical muy particular, cada uno define e integra su sonido auténtico, y no cambio esa comunicación. Lo de Laura Gutman solista prefiero no pensarlo.
-Ustedes no son una banda que se pueda relacionar con el lado más popular del rock.
-Entiendo que la música que hago y mis influencias no son para todo el mundo. Por un lado, me manejo con cautela, elijo las propuestas y tocamos poco. De todas formas no es la única razón: existen también los compromisos personales, como otras bandas, hijos y trabajos. Nuestra única estrategia es disfrutar de lo que hacemos y tratar de tocar en lugares en donde la banda suene bien. Laura y Los Branigan no es una banda de garaje y ésa es la única razón de que no seamos ni emergentes ni consagrados. Sí asumo que somos reconocibles, pero eso se debe a mi paso por Buenos Muchachos.
-¿Qué propuestas son las que te gusta ver en vivo?
-Soy muy rockera, me encanta ver bandas: Hotel Paradise, Max Capote, Eté & The Problems... Son bandas que me emocionan al verlas tocar. También me gusta Franny Glass, lo considero muy genuino y tangible al verlo, aunque no me gusten sus influencias de los cantantautores indie que juegan a desafinar. Definitivamente me quedé en mis épocas de Siouxsie, The Cure y Bauhaus, sumado a Buenos Muchachos, que me agregaron rock.