Aunque parezca raro, en el próspero Uruguay de los años 50 había muchas revistas, pero pocas editoriales. El asunto empezó a cambiar cuando en 1955, durante el gobierno de Luis Batlle Berres, el Banco República lanzó una línea de créditos para ese tipo de emprendimientos (de acuerdo a Carlos Maggi, joven abogado de la institución por ese entonces, la idea se le ocurrió al descubrir la lista de beneficios que el banco otorgaba a los productores porcinos).

La medida posibilitó el surgimiento de diversos emprendimientos que florecieron durante los años 60 (como Asir, Arca y la superviviente Banda Oriental), pero sobre todo fortaleció a Alfa, una editorial fundada un año antes por el exiliado español, según cuenta Emir Rodríguez Monegal en el prólogo a Literatura uruguaya del medio siglo (un libro editado precisamente por Alfa en 1966).

Benito Milla (1918-1987) había nacido en Alicante. Militante anarquista (fue secretario de la Juventud Libertaria de Cataluña), llegó a Uruguay en los años 40, tras pasar por Francia luego de la caída de la República Española. Fernando Aínsa, en Del canon a la periferia: encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya, anota que al comienzo Milla tenía un puesto callejero de venta de libros en la Plaza Libertad, pero en pocos años pasó a editar a escritores claves de la generación del 45.

En Alfa se publicaron, entre muchos otros, varios de los libros más exitosos del primer Benedetti, como Montevideanos (1959), La tregua (1960), Poemas del hoyporhoy (1961) y Gracias por el fuego (1965). También obras que se volverían importantes con el tiempo, como Cordelia (1961) y Las cuatro (1967), de Carlos Martínez Moreno, La casa inundada (1960), de Felisberto Hernández, y La cara de la desgracia (1960) y Juntacadáveres (1965), de Onetti. Eduardo Galeano, Cristina Peri Rossi y Milton Schinca están también entre los autores publicados por Milla, quien también dirigió las revistas Cuadernos Internacionales, Deslinde y Temas, donde aparecían textos de Albert Camus, Ernesto Sábato, Octavio Paz, Guillermo de Torre y René Char, entre otros. Según Aínsa, la polarización ideológica que comenzó a campear en Uruguay estuvo entre las razones que llevaron a Milla, que buscaba evitar los horrores y errores de la Guerra Civil Española, a aceptar una invitación del gobierno venezolano en 1967 que conduciría a la fundación de la editorial Monte Ávila.

Milla se radicaría definitivamente en Caracas en 1977, tras intentar, luego del advenimiento de la dictadura en Uruguay, continuar con Alfa en Argentina. Hoy el Grupo Alfa, dirigido hasta hace un par de años por Leonardo Milla (hijo de Benito y padre de Ulises), es la editorial no estatal y no multinacional más importante de Venezuela.

Anticíclico

El diseñador gráfico Ulises Milla nació en Uruguay en 1963 y hoy es el director del Grupo Editorial Alfa. El año pasado creó el sello Punto Cero (un nombre elegido por sus asociaciones con la idea de “punto de arranque” y por las connotaciones con lo tecnológico) que ya funciona en Venezuela y Colombia, y se expandirá a Ecuador, Argentina y, a partir de hoy, a nuestro país.

Milla atribuye la razón del desembarco de Punto Cero en Uruguay a los lazos afecivos y opina que es una “casualidad no tan casual” que la movida se produzca cuando hay una especie de repunte de las editoriales independientes en el Río de la Plata.

“No estaba muy al tanto del resurgir editorial. Me parece que en Uruguay se lee mucho, y eso es lo interesante. El problema es comparar con Argentina, que es asfixiante para cualquier país latinoamericano, pero si se compara a Uruguay con Venezuela probablemente te lleves sorpresas agradables”, dice el editor.

El editor seleccionó dos títulos de ficción y dos ensayos para su lanzamiento montevideano. Inés Bortagaray es la primera narradora uruguaya en ser publicada por Punto Cero, con una reedición de su novela corta Prontos, listos, ya (aparecida originalmente en 2006 a través de la extinta editorial Artefato). Milla planea también editar este año La azotea, de Fernanda Trías, y estas elecciones parecen configurar una tendencia hacia la literatura intimista, pero el editor la fundamenta en la legibilidad: “La idea es incorporar autores que tengan una mirada actual, aunque no necesariamente jóvenes, que comuniquen, que piensen en el lector, no sólo en una expresión artística per se”.

El otro título de ficción elegido es también una novela corta, El refuerzo, del argentino Horacio Convertini. El relato, protagonizado por un jugador de fútbol que recorre distintos cuadros de Europa y América sin demasiado destaque, le llegó a Milla a través del escritor Pablo Ramos, también afecto a la temática barrial.

La colección de no ficción se presenta en Uruguay con dos ensayos de mirada internacional: El imperio insaciable, del periodista argentino Mario Szichman, analiza el surgimiento de la última crisis financiera internacional y sus repercusiones en el actual desempeño del gobierno de Barack Obama; en tanto Globotomía, del oceanógrafo uruguayo (y ex titular de la Dirección de Medio Ambiente) Aramís Latchinian, desarrolla una serie de reflexiones sobre los problemas ambientales basadas en la premisa de que lo que está en juego no es la supervivencia del planeta, sino la de la raza humana.

La editorial no estará limitada a lo latinoamericano ni a una temática acotada, y prueba de ello es uno de los lanzamientos planeados para este año, Cosas que los nietos deberían saber, autobiografía del estadounidense Mark Oliver Everett, líder de la banda Eels.