Final con Alemania

En Uruguay, los economistas privados y el propio gobierno deberían corregir al alza sus estimaciones de crecimiento en 0,7% si es que la Celeste consigue levantar la Copa el próximo domingo. Al menos así lo señala un informe del ABN Amro, que señala que el país ganador, crecerá siete décimas de punto de forma adicional, mientras que el perdedor de la final tendrá un retroceso de 0,3% en el PIB. Teniendo en cuenta ello, también calcula cuál ganador representaría un mayor beneficio para la economía mundial. No solo debe ser una potencia económica sino estar en condiciones de transferir ese incremento de actividad al resto del mundo. Ello descarta a Estados Unidos, Francia, Inglaterra o España, que tienen un desequilibrio en su balanza comercial a favor de las importaciones. De los 28 países restantes sólo Japón y Alemania cumplen ambos requisitos y de estos dos, es el país germano el que mayor impulso podría dar a la economía mundial.

Que el fútbol es un buen negocio es una obviedad. Los millones de millones de dólares que mueve, harían a la FIFA -si fuese un país- la decimoséptima economía del mundo, generando más de 500.000 millones de dólares por año, según una columna (publida en diversos medios) del economista Mauricio Peralta Mayorga.

El mayor gasto público y privado en infraestructura, la venta de entradas a los partidos, el turismo y el consumo forman parte de este “meganegocio”, para el que se han gastado millones de dólares renovando aeropuertos, caminos, sistemas de transporte, estadios y hoteles.

Para cuando culmine el evento se estima que habrán pasado por Sudáfrica 373.000 visitantes, con un promedio de 18 días de estadía y un gasto per cápita de 3.900 dólares; se habrán vendido 3.000.000 de boletos y dentro de los estadios sólo se podrá consumir artículos de los patrocinadores oficiales.

Según la información divulgada por el sitio oficial de la FIFA, el Ministro de Economía sudafricano, Pravin Gordhan, aseguró que el precio pagado en la trayectoria hacia 2010 valió la pena.

En ese sentido, se detalla que el gobierno organizador invirtió 33.000 millones de rands (4.248.799.392 de dólares) en los siete años previos, cifra que incluye la construcción de los nuevos estadios, la mejora de la infraestructura de transportes y la inversión en personal de seguridad y equipamiento para garantizar que el certamen se desarrolle con normalidad.

A cambio, se estima que la Copa del Mundo generó 130.000 puestos de trabajo, y que este año contribuirá con un 04.% al PIB sudafricano e inyectará 38.000 millones de rands (4.892.556.875 dólares) a la economía.

“La totalidad de los beneficios sólo se revelará en los próximos meses, pero está claro que la gente ha venido al país en masa y ha gastado dinero, lo que incrementará la recaudación del IVA y los ingresos de la industria hotelera y del comercio. La Copa Mundial también ha propiciado un auge en las iniciativas empresariales por parte de los sudafricanos”, explicó Gordhan.

No obstante, se destaca que “los verdaderos frutos” del Mundial, se notarán en los próximos años, a medida que Sudáfrica capitalice su nueva infraestructura y la nueva imagen que presenta al mundo.

Qué será, será

Por otra parte, según un informe realizado por la firma Deloitte, albergar a un evento deportivo de la importancia del Mundial de Fútbol acelera el desarrollo económico, político y social del país. Así se señala en 2010 FIFA World Cup: A Turning Point for South Africa, donde se analizó la repercusión de la organización del Mundial de Fútbol en la economía, infraestructura y sociedad sudafricanas.

De allí surge que ser elegido como anfitrión aporta credibilidad en los mercados financieros, mejoras significativas en las infraestructuras, desarrollo económico a largo plazo y un clima de colaboración ciudadana que no sería posible conseguir con medidas políticas o económicas. Asimismo, se destaca que este hecho tiene mayor relevancia en países emergentes, que pueden llegar a experimentar un avance económico y social de aproximadamente 15 años cuando actúan como anfitriones de este tipo de eventos.

No obstante, la fiesta mundialista se termina el próximo domingo y resta definir qué se hará con las grandes obras realizadas para la ocasión: los estadios.

El estadio Mbombela de Nelspruit le confiere notoriedad a esa ciudad, según lo que señala Differ Mogale, coordinador de Nelspruit 2010. “Ahora tenemos conciencia de haber sido una ciudad que ha albergado la mayor competición del fútbol del mundo”, aseguró.

En la misma línea, el estadio Peter Mokaba de Polokwane, construido para el evento, genera expectativas de volver a albergar grandes certámenes deportivos en el futuro. “La experiencia en sí misma ha sido importantísima para nuestra ciudad”, declaró Ndavhe Ramakuela, coordinador de Polokwane 2010. “Nuestros ciudadanos nos han brindado un apoyo inmenso. En cada partido se ha registrado una asistencia de público superior a los 30.000 espectadores. Esto nos reafirma en nuestro convencimiento de que somos más que capaces de organizar grandes certámenes”. La organización del Mundial le dejará a Polokwane más que infraestructuras y desarrollo, según lo señaló Ramakuela. Bloemfontein, ciudad en la que se encuentra el estadio Free State, contará con mejores infraestructuras, carreteras, estadios y sistemas de transporte, según destacan los organizadores. Asimismo también apuntan a organizar grandes certámenes deportivos pensando a futuro.

Regalame un sol

En Uruguay la fiebre mundialista se ha hecho cada vez más evidente, y eso repercute desde el punto de vista comercial. Antes de que comenzara el Mundial la demanda de televisores LCD creció sustancialmente y generó que algunos locales se quedaran sin stock en determinados modelos. La camiseta de Uruguay que confecciona la empresa Puma está agotada en varios locales comerciales, y cada vez son más los puestos callejeros dedicados a las ventas de banderas, vuvuzelas (¿cornetas?), camisetas, figuristas y demás artículos vinculados a la selección. Además son una infinidad las empresas que quieren promocionarse junto a la euforia celeste, lo que llevó a que las transmisiones de los partidos ya tengan saturados sus espacios publicitarios, según informó la semana pasada el diario Últimas Noticias.

No todo es oro

Sin embargo, las críticas al Mundial se hacen sentir. Una columna del periodista argentino Ezequiel Fernández Moores denuncia corporativismos y falta de retorno a la sociedad en la construcción de los estadios.

La final del torneo, al igual que el partido inaugural, se jugará en el Soccer City, en Soweto, el barrio que aún hoy sufre hacinamiento, pobreza y violencia y que muestra orgulloso su heroica resistencia al apartheid. Hace sólo algunos años, la gente moría luchando por una vida mejor. Incluso el capitán de la selección sudafricana, Aaron Mokoena, recordó hace poco que el 17 de junio de 1992-día de la recordada masacre de Boipatong en Soweto, que costó la vida a más de cuarenta personas- su madre lo disfrazó de mujer para salvarlo de la cacería blanca.

El cuestionamiento al Soccer City llega por otro lado, y es que las ganancias que deje de aquí a diez años el estadio más grande de toda África irán a parar a una compañía privada creada en 2009 y vinculada con el poder político. Este hecho es denunciado en el libro Player and referee, elaborado por el Instituto de Seguros Sociales de Sudáfrica, que prácticamente no tuvo difusión en la prensa internacional, y revela negocios que permiten sospechar por qué razón el gobierno sudafricano elevó los gastos del Mundial.

El libro no discute el derecho de Sudáfrica de celebrar el primer Mundial en el continente africano, pero sí cuestiona que el Soccer City terminará en manos de la desconocida National Stadium, y el Green Point de Ciudad del Cabo tuvo un gasto récord y terminará siendo la carga más pesada para los contribuyentes de esa ciudad.

Sin embargo, fueron otros dos estadios los que generaron más polémicas. El primero es el mencionado Mbombela de Nelspruit, ubicado en la aldea de Mataffin, con muchas casas precarias, sin agua y sin energía, cuyos habitantes todavía aguardan que se materialicen las promesas de trabajo previas a la construcción del estadio. El incumplimiento provocó revueltas populares y en la represión fue baleado un anciano de 75 años. Además ocho personas murieron bajo circunstancias sospechosas tras denunciar irregularidades y dos escuelas debieron cerrar para la construcción del estadio, que sólo albergó cuatro partidos del Mundial. El estadio costó 171.000.000 de dólares, unos 43.000.000 por partido.

En esa línea, se critica que no hay forma de que la población local aproveche el Mbombela, y no se sabe cómo se mantendrá luego del Mundial.

El otro punto de polémica es el Mabhida Stadium de Durban, donde los diarios sudafricanos Mail & Guardian y The Mercury iniciaron una cruzada judicial invocando las leyes que obligaban a mostrar los contratos que Durban había contraído con la FIFA. La justicia dio la razón a la prensa, y los periodistas Adrian Baason y Colleen Dardagan publicaron información que desnuda de qué modo la FIFA asegura sus ganancias gracias a dineros que son públicos. Las cláusulas leoninas de la FIFA fueron aceptadas sin chistar por Sudáfrica, imponiendo contratos de exclusividad y asegurando ganancias a través de las empresas Match Event Services y Match Hospitality.

De esta forma se cuestiona qué tanto de lo ganado llegará al pueblo que ha recibido al Mundial, con amplias esperanzas de mejorar su deteriorada situación económica.