Cargá las pilas

En la industria química entienden que hay fuertes potencialidades de desarrollo aunque advierten importantes desafíos. Según manifestaron a la diaria fuentes del rubro, éste exhibe un desempeño que “no es homogéneo”, con algunas empresas mejorando su nivel de actividad y otras que no logran proyectarse. Se resaltó el arribo al país de importantes inversiones para el giro, siendo probable que la tendencia continúe verificándose “porque Uruguay es un país atractivo para invertir”. Pero advirtieron que la energía “podría ser un problema en el futuro” por la conjunción de un aumento en la demanda y la “relación de dependencia con la región” que Uruguay padece para garantizar el suministro.

El crecimiento económico genera nuevas oportunidades pero también renovados desafíos, y en ese camino de expansión que registran la región en general y Uruguay en particular se observan múltiples retos para proyectar el sustento de ese crecimiento. Al mirar hacia los costados puede apreciarse cómo, por un lado, Brasil comienza a registrar señales de un posible enfriamiento de su economía asociado a carencias en infraestructura y energía. Por el otro, Argentina está utilizando al límite su capacidad instalada, al punto que, en materia energética, la creciente demanda industrial de gas natural llevó al gobierno a aplicar restricciones en el suministro.

En Uruguay la utilización de la capacidad productiva de la industria funcionó al 62% en el primer trimestre del año, lo que implicó un aumento de cinco puntos respecto del trimestre anterior, de acuerdo a la información divulgada por la Cámara de Industrias, aunque aún se mantiene debajo de los niveles previos a la crisis global. Sin embargo, varias voces se han escuchado desde la órbita privada e incluso desde el propio gobierno reconociendo limitantes en el desarrollo económico nacional vinculadas a carencias en infraestructura, en personal capacitado y en oferta de energía.

Sobre el déficit energético, el economista Gabriel Oddone calculó que “si Uruguay crece solamente al 3,5% anual en los próximos cinco años [...], la demanda por energía eléctrica va a ser 25% superior en los próximos diez años” y, dado que el país alcanzó su “máxima capacidad de utilización de la energía hidráulica”, deberá necesariamente “migrar a otras fuentes energéticas”.

Pero también en otro aspecto del mismo potencial “cuello de botella” del desarrollo se advierte que, “con la capacidad técnica instalada que tiene Uruguay, no le alcanzaría para realizar un cambio estratégico en su modelo de producción”, según surge del estudio Transformación estructural y convergencia: evidencia comparada para Uruguay y otros países especializados en bienes intensivos en recursos naturales, realizado por los investigadores Sebastián Fleitas y Álvaro Brunini, del Instituto de Economía de la Udelar, y Guzmán Ourens, de la Facultad de Ciencias Sociales.

De madera

El rubro forestal registra una fuerte expansión que, en rigor, comenzó a inicios de la década del 90, estimándose que la tendencia seguirá vigente con fuerza y dinamismo creciente durante los próximos años e incluso anunciándose cuantiosas inversiones vinculadas a la cadena industrial forestal-celulósica. Sin embargo, también hay fuertes críticas, principalmente de organizaciones sociales, que recaen sobre ese subsector de actividad económica y que se vinculan tanto a aspectos ambientales como a las condiciones en que se desempeñan los trabajadores (ver la diaria del 26/07/10).

Parecido no es lo mismo

En la presentación, que tuvo lugar en la Dirección Nacional de Industria del Ministerio homónimo, Fleitas explicó que la motivación del trabajo comenzó en el “pobre” crecimiento registrado por Uruguay en el último medio siglo, que condujo a un empobrecimiento en términos relativos respecto de las economías desarrolladas porque se incrementó la brecha respecto de éstos.

Los autores entienden que la respuesta se encuentra en la estructura productiva del país, especializada en recursos naturales, y por ello en el trabajo comparan a países “similares” a Uruguay en cuanto a esta característica, aunque muy diferentes entre sí: Argentina, Australia, Chile, Dinamarca, España, Nicaragua, Nueva Zelanda, Perú y Turquía. Utilizando distintos modelos y fórmulas económicas, la investigación analiza, por un lado, las ventajas comparativas con las que cuenta un país para desarrollar determinada producción y, por otro, “la distancia” que existe para alcanzar un escalón superior en su respectivo nivel de desarrollo.

Fleitas manifestó que existe un “camino al cielo” en cuyo trayecto se trata de moverse desde una producción de bienes con menor valor agregado hacia otra con artículos de mayor contenido incorporado. El autor admitió como una limitante del estudio que éste sólo considera los datos de exportaciones de bienes, por lo que no comprende al mercado interno ni al sector servicios. No obstante, enfatizaron que las ventas externas representan un indicador aceptable para la elaboración del trabajo, porque permiten interpretar buena parte de la matriz productiva local. El estudio señala que la potencialidad para procesar un cambio estructural en el modelo de producción, considerando la actual capacidad tecnológica instalada, tiene altas posibilidades de ser realizada en España, Turquía y Dinamarca, mientras que Nicaragua, Chile y Perú son los países que exhiben menores posibilidades de hacerlo.

Fleitas indicó que Uruguay, que se encuentra “a mitad de tabla”, tiene “potencialidades que no parecen ser muy alentadoras”, entre otras razones porque la distancia entre los bienes que produce y los de mayor valor agregado “es bastante importante”. El país tiene menores potencialidades de cambio estratégico a nivel industrial que España, Dinamarca, Turquía, Argentina, Nueva Zelanda y Australia, similares a las de Perú y sólo mejores que las de Chile y Nicaragua.

Pese a algunas similitudes entre Uruguay y Perú, uno y otro desarrollan bienes de producción diferentes y con potencialidades distintas. Por ejemplo, en el caso peruano, los rubros estratégicos para diversificar su estructura productiva radican en “Petróleo”, “Vestimenta” y “Muebles”; en el caso de Uruguay, en tanto, se ubican en los subsectores “Forestal” y “Químico” (ver recuadros).

Todo concluye al fin

Fleitas concluyó que el país debe apostar a una política industrial que incorpore nuevas tecnologías, y que éstas, a su vez, sean transversales a los distintos proyectos, como la biotecnología o la nanotecnología, de modo que impacten en varios sectores simultáneamente. Apuntó que el Estado debe acompañar al sector privado, pero sin llegar a desplazarlo, y que, al mismo tiempo, tiene que “marcarle lo que se busca” fijándole objetivos precisos.

Se parte de la base de que una determinante clave de las potencialidades de las estructuras productivas refiere a las capacidades tecnológicas de que se dispone; en este sentido subrayó que, para los países con economías basadas en la explotación de recursos naturales, una mayor diversificación de la canasta de exportación genera mayores potencialidades para el cambio estructural, “lo que confirma la idea de que la diversificación productiva promueve un aprendizaje tecnológico más amplio, y, por lo tanto, ensancha las potencialidades de modificación estructural”.

No obstante, los autores aclararon: “El hecho de que algunos países tengan menos potencialidades para el cambio estructural no necesariamente implica que estén condenados al rezago en este sentido sino que el esfuerzo gubernamental deberá ser mayor, tanto para alcanzar los bienes considerados estratégicos actualmente como para explorar políticas que intenten desarrollar nuevas capacidades más allá de éstos”.