La estrella de Michael Moore ha venido declinando fuera de Estados Unidos desde los ya lejanos días en que Fahrenheit 9/11 ganó la Palma de Oro a mejor película en 2004, por motivos obviamente más relacionados a la simpatía política que a las virtudes cinematográficas. No es de extrañar, ya que su siguiente film -Sicko (2007)- trataba casi exclusivamente de un tema local, pero sin los elementos extrapolables de Bowling for Columbine (2002) o la novedad de Roger & Me (1989). Sicko pasó bastante inadvertida en las carteleras mundiales y Capitalismo: una historia de amor se estrena en Uruguay directamente en DVD, sin que cause mayor debate o interés, a pesar de su sonoro nombre.

Sin embargo, y aunque no repitió el fenómeno de Fahrenheit 9/11, Capitalismo... tuvo un éxito más que razonable en Estados Unidos, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que es un film manufacturado casi en exclusiva para el mercado local. La concepción del capitalismo es para Moore tan endogámica como todas las lacras definidas en sus películas -con la posible excepción de Sicko, que confrontaba el sistema de salud estadounidense con el de otros países, aunque siempre considerándolo el centro temático- y el capitalismo del que habla es casi exclusivamente el de su país, más allá de que en algunos momentos compare atinadamente la legislación laboral de Estados Unidos con la que esta misma nación propuso para los países a los que derrotó en la Segunda Guerra Mundial (Alemania y Japón), comprobando que -ya fuera por motivos de sensibilidad, de proyección económica o simplemente para que no se extrañara a los regímenes anteriores- éstos gozaban de mayores derechos y una orientación general mucho más progresista.

Detonado por la crisis económica de la que Estados Unidos sigue sin recuperarse, y muy especialmente por los insólitos movimientos de dinero público para salvar a los banqueros que la habían provocado, Capitalismo... no se focaliza tanto en estos hechos recientes, sino que viaja en el tiempo para situar el origen del problema -o, más bien, de su fisonomía actual- en los tiempos de las reaganomics del gobierno de, obviamente, Ronald Reagan, políticas que desregularizaron el sistema financiero estadounidense cimentando tanto su fragilidad estructural como su impunidad legal. Pero sin decidirse a una visión historicista, Moore se desvía hacia varios ejemplos significativos de varias maldades puras del sistema en general, como las cárceles privadas y sus clientes literalmente cautivos, el deterioro de los salarios y la obscena lotería con la que Wal-Mart jugaba sacando pólizas de seguro sobre las vidas de sus empleados.

Al embarcarse en estos ejemplos metonímicos de la gran enfermedad, Moore da rienda suelta a uno de sus recursos favoritos: las lágrimas ajenas de los afectados. Capitalismo... tiene muchas lágrimas, tal vez más que sus películas anteriores, pero además el director las utiliza en ocasiones con una ética periodística bastante dudosa. Por ejemplo, en las entrevistas a los familiares de trabajadores de Wal-Mart fallecidos cuya muerte le resultó redituable a la empresa (por los seguros de vida anteriormente mencionados), Moore borronea deliberadamente la frontera entre la pestilente grosería empresarial de estos seguros y el dolor -no necesariamente dependiente de la política de Wal-Mart- de sus deudos. No es el único golpe bajo o facilismo del documental, y posiblemente lo más difícil de tragar sea el propio rol del documentalista. Moore, que alguna vez encarnó con su peculiar aspecto al estadounidense medio confrontando en persona a los grandes poderes, parece no haber entendido que luego de décadas de que sus dinámicas de confrontación han sido repetidas hasta el hartazgo (y hasta ser vaciadas de cualquier posibilidad de revelación espontánea), no son más que ejercicios de ego que además son bloqueados desde el inicio por sus supuestos opositores, que lo dejan discutiendo con empleados de seguridad en una ecuación en la cual el archiconocido cineasta no es ciertamente la parte más débil.

Marx is back

De cualquier forma Moore conserva la capacidad de estructurar sus denuncias en forma entretenida y lúcida, más allá de su acostumbrado efectismo.

Un documental sobre el mismo tema, aunque más focalizado -Enron: The Smartest Guys in the Room (Alex Gibney, 2005)- y dedicado exclusivamente al estudio de las acciones delictivas de los directivos de aquella compañía (cuya quiebra fue una de las grandes responsables de la crisis económica estadounidense), conseguía, yendo por el camino opuesto al de Moore -es decir, de lo particular a lo sistémico y sin necesidad de insistir sobre esto último a cualquier espectador que entendiera lo que veía en pantalla-, una aproximación mucho más incisiva a todo lo que está realmente mal del capitalismo contemporáneo y a su dinámica caníbal, pero lo de Moore nunca fue la sutileza ni la ilusión de objetividad mínima. Moore considera a sus documentales piezas de pura propaganda estilizada, destinados a movilizar al espectador a cualquier costo y de la forma más directa posible, el resto es lujo.

Los espectadores definidos ideológicamente (hacia la izquierda, claro) encontrarán que Moore, generalmente un crítico pragmático y no sistémico, no tiene ningún empacho en definirse en este documental -en forma bastante clara- como marxista o neomarxista. Para un cineasta de un país en el que el término “marxista” causa por lo general una reacción similar a la de “pedófilo” o “terrorista”, sin dudas es una jugada bastante valiente, en la que Moore ni siquiera exonera al Partido Demócrata de sus responsabilidades en el bailout de los grandes bancos, es decir, de la brutal transferencia de recursos públicos a bancos fundidos. También se encontrarán con varios alegatos -ejemplificados- a favor de las empresas gestionadas por sus trabajadores en forma cooperativa, una simpatía que tal vez Moore haya adquirido de sus frecuentes contactos con la ensayista y activista Naomi Klein.

Con todo, la pieza central de Capitalismo… no gira alrededor de ninguno de los marxistas históricos estadounidenses (que los ha habido, aunque algunos los crean un oxímoron) sino en torno a Franklin D Roosevelt, de quien recuerda que durante una de las primeras ocupaciones de una fábrica -la de la General Motors en Flint, Michigan- el entonces presidente envió al Ejército, no para desocuparla sino para proteger a los obreros de las agresiones de la Policía y de los matones contratados por la empresa. Algo sin dudas emocionante tanto para el espectador como para el propio Moore, ya que el cineasta es oriundo de Flint y su tío fue uno de los ocupantes. Pero el documento esencial relacionado con Roosevelt es un gran hallazgo de Moore, ya que se consideraba que la filmación había sido perdida o que no existía en absoluto, y es el registro de su último discurso del estado de la Unión, en 1944, en el que el presidente -ya muy enfermo- proponía una segunda Bill of Rights (Carta de Derechos) en la que se incluyera el derecho “a un trabajo útil, una vivienda decente, un sistema de salud adecuado y una buena educación”, derechos que para la democracia estadounidense son exclusivamente privilegios a ganarse, adjudicando a la pereza personal la incapacidad de lograrlos.

Posiblemente nada en Capitalismo... tenga mucho que ver con el cine o con el conjunto de información no demasiado manipulada que uno espera de un documental, pero si uno se decide a alquilar este DVD -ya sea para confirmar seguridades a favor o en contra o para descubrir algunos elementos más bien desconocidos- no puede alegar inocencia acerca de los propósitos de Moore y sus técnicas para lograrlos. No son los festivales de documentales ni las reseñas como ésta (ni, posiblemente, quienes las leen) el objetivo al que quiere llegar, sino simplemente a esos espectadores, preferentemente compatriotas de Moore, que todavía se están preguntando qué les pegó hace escasos años y que, convencidos de que es el denominativo de una ley natural, jamás habían siquiera considerado la posibilidad de que el capitalismo pudiera ser un algo operando en su contra.