Ni el flâneur más atento hubiera logrado detectar claves, identificar espacios, evitar la desmemoria. De las doce salas que Carlos Reyes, investigador, periodista y crítico teatral de El País, seleccionó para su Doce teatros que Montevideo olvidó, quedaron pocas, ínfimas marcas en la cartografía ciudadana; más que de una lucha contra el acostumbramiento a lo cotidiano, se trata en este caso de la desaparición irremediable de los edificios, y con ellos de gran parte de la historia espectacular de nuestro país desde las últimas décadas del siglo XIX. No tanto una “historia física y artística” de los espacios como la que enaltecía Alberto Candeau en su presentación del volumen Montevideo y sus teatros de Pablo Montero Zorrilla (Monte Sexto, 1988), en el que están compendiados con sus fotos o bocetos los teatros de esta exposición y otros, sino la “historia material” construida a partir de programas de mano, fotografías, folletos, tickets de ingreso, recortes de prensa y videos, además del recurso de las anécdotas. Un compendio suculento de objetos efímeros (por lo menos a priori más provisionales que los ladrillos de un teatro) que, en las manos justas, hacen frente a la desmemoria construyendo una época que fue con sus artistas, espectáculos (de la ópera al circo, pasando por la magia y el box) y el fantasma de un público que estuvo allí y que, en algunos casos, vive todavía para contarlo: “Este espectáculo lo vi”, dijo un señor entusiasmado durante la inauguración de la exposición. Pero para los que no estuvieron, está Doce teatros.

“La muestra surge de un llamado que hizo el Ciddae, al que me presenté con la idea de exhibir algo del material de mi colección particular, que está centrada en la historia del teatro uruguayo. El primer paso fue acotar el tema, y ahí decidí hacerla sobre teatros montevideanos desaparecidos. Al elegir el material opté por trabajar sobre doce salas ubicadas en el Centro o cerca de él: entre ellas hay algunas de fines del siglo XIX, como los teatros Cibils y San Felipe, y otras que ocuparon un lugar importante en el movimiento escénico de la primera mitad del siglo XX, como el Urquiza, el Artigas y el 18 de Julio. Otras salas menos recordadas, como el Teatro Royal, o los dos teatros Politeama, sumaron ejemplos de espectáculos de sesgo bien popular. La muestra buscó dejar constancia de los muchos géneros que se sucedían por esos escenarios, donde la ópera, la opereta y la zarzuela alternaban con el music hall, el circo y los shows de magia, así como el boxeo, las conferencias o las convenciones políticas. Entre las curiosidades destacan programas de las actuaciones de Sarah Bernhardt, Josephine Baker y García Lorca, de quien también se exhibe un dibujo que hizo en Montevideo cuando la visitó en 1934. También hay fotos de la fachada del Teatro Royal, de los dos Politeama y del escenario del San Felipe”, dice Carlos Reyes.

Además del material perteneciente a su colección, Reyes agregó material extra: “Sumé piezas difíciles de encontrar que me facilitaron algunos investigadores o coleccionistas amigos, como Juan Antonio Varese o Juan González Urtiaga. El librero Roberto Cataldo me hizo copia de varias piezas que están en su librería El Galeón, entre ellas, un programa del teatro San Felipe de 1855. Tanto el Archivo de la Imagen, del Sodre, como el Centro Municipal de Fotografía, de la IMM, aportaron copias de fotos de fachadas e interiores de teatros, aunque la mayor ayuda de un archivo público la recibí de la Biblioteca Nacional, que me facilitó copias digitales de unos 50 programas de teatro montevideanos del Novecientos”.

La exposición, ineludible para cualquier coleccionista goloso pero también para el gran público, está organizada en base a paneles explicativos que se alternan con un centenar de documentos originales, organizados en vitrinas y cuadros. “Los paneles explicativos fueron realizados junto al diseñador gráfico Gabriel Kardos -dice Reyes-, quien trabajó los documentos para armar collages que tengan cierto clima y gran belleza visual. Estos 17 paneles contienen además breves textos en los que se cuentan anécdotas y momentos claves de las salas, buscando estimular la imaginación del visitante. Como la muestra tiene unos 250 programas de mano (entre los originales y los impresos digitalmente), y cada programa puede tener decenas de actores, el conjunto arroja una lista muy extensa, prácticamente inabarcable, de nombres de artistas. En ese sentido, la exposición apunta a recordar a muchísimos actores, desde los más conocidos a los anónimos. Otro corte temático de la exposición son las referencias a los empresarios teatrales, desde la familia Crodara, que reinó en el 900, hasta los hermanos Messuti, dueños del negocio del espectáculo en los años 40 y 50. Entre ellos sobresale también la figura de Visconti Romano, un personaje que durante años y años animó la noche montevideana, principalmente como empresario del Teatro Royal. De los shows eróticos organizados por él hoy solamente quedan unos viejos programas de mano con la clásica advertencia ‘Espectáculo inconveniente para señoritas’”.

Para los amantes de las caminatas desinteresadas por nuestra ciudad, la muestra también ofrece un mapa con la ubicación exacta de cada teatro (y las fotos un tanto nostálgicas del antes y el después). Varias invitaciones al mismo tiempo, varios recorridos.