-El tema de Sánchez anarquista está en boga últimamente. Eso presupone el hecho de que durante mucho tiempo no se le dio casi importancia. ¿Por qué piensan que ocurrió así?

Muñoz: -Creo que mientras el anarquismo tuvo importancia en Argentina y Uruguay, fue algo molesto para las élites culturales y para los poderes establecidos. Era molesto que el mayor dramaturgo rioplatense estuviera involucrado con el anarquismo. Incluso hoy cualquier cosa contrasistémica es molesta. Quizás hoy, que está esta nueva ola progresista, al menos en lo estético, se le puede dar más relevancia, pero como algo novedoso. Ya en su época Samuel Blixen decía en La Razón que se dejara Sánchez de tanta crítica aguda y pintara un poco más la vida de la ciudad.

Vidal: -La crítica en Uruguay y algo en Argentina fue ladeando, menospreciando la presencia de Sánchez en el Centro Internacional de Estudios Sociales, el principal centro anarquista de Montevideo durante 30 años. No obstante, durante toda la centuria algunas voces y datos siempre aparecen en las biografías, pero como nebulosa, de forma disminuida o tergiversada. Rela dijo que eran algo así como efluvios juveniles, un pasaje juvenil que no tiene mayor importancia. Martínez Cuitiño, algo parecido: según él se trataba de una falacia libertaria. Hasta donde yo tengo entendido, el giro fue ése y parece bastante sencillo explicarlo, ya que Sánchez, desde M’hijo el dotor, en 1903, sigue la dramaturgia modélica del liberalismo rioplatense. Cuando Sánchez afirma los valores del trabajo y la conciliación de los grupos y las clases sociales, ese viraje rechina ante los ojos de las doctrinas libertarias. A partir de M’hijo el dotor, los conflictos no se resuelven por la vía violenta, como estaba planteado en ¡Ladrones!, ni con la picaresca agresiva de Puertas adentro [ambas de 1897], sino a través de la conciliación.

-¿Y a qué podría deberse esta inflexión?

Vidal: -Decir el porqué sería rasgar en las intenciones del autor, que serían insondables. Ese pasaje se ve claramente en el texto de Ladrones en comparación con el de Canillitas; aquél, como mal dijo la crítica hasta 1996, no es el genotexto, no es el texto primario: son textos distintos. Lo único que mantiene es el nombre de una de sus partes, quizás un personaje, pero no un rol, y no su propuesta social. En Ladrones el protagonista sufre violencia física y hay revancha, hay una especie de justicia por mano propia. En Canillitas [1902-1904] el protagonista también vende diarios pero vive en un conventillo y no en la calle como aquél; le roba alguien de su mismo grupo social, a diferencia de Ladrones, y al vengarse no actúa directamente sino que acepta la mediación de otro personaje. Todo se resuelve entre pobres, el modelo está contrariado, está invertido. En los 60 David Viñas fue muy duro con ese vuelco de Sánchez y dijo que se había transformado en el comentador dramático de las ideas liberales de la oligarquía a través del diario El País en Buenos Aires. Es un antagonismo demasiado duro, ya que, a pesar de su cambio de modelo, el teatro de Sánchez mantiene su carácter de denuncia. Ya el hecho de presentar a los pobres en escena es de por sí una denuncia.

-¿Qué de cierto tiene ese cuestionamiento a su militancia?

Vidal: -Varios investigadores hemos encontrado en la prensa diaria muchos datos, durante por lo menos seis meses -entre diciembre de 1900 y junio de 1901-, sobre la actuación de Sánchez como militante anarquista. Dio ocho conferencias, estuvo en dos oratorias -una de ellas el 1º de mayo-, escribió dos obras de teatro para el Centro Internacional, integró al menos una vez el elenco de actores aficionados del Centro en una obra de Pedro Gori -la cual es muy probable que también haya dirigido-, escribió en Tribuna Libertaria, fue bibliotecario de la institución, colaboró en asambleas sindicales, como en la del gremio del hierro. En fin, fue un militante asiduo, afectivo y efectivo. El problema es que no hay un solo texto de Sánchez de ese lapso en el cual encontremos una literatura que hable desde la doctrina, como sí hicieron sus colegas Edmundo Bianchi y Pedro Gori. Sánchez se desmarcó en su escritura de los discursos más prosélitos, sobre todo con humor e ironía, que fueron las herramientas que usó para zafarse pero seguir cuestionando la autoridad.

Muñoz: -Sobre la afirmación anarquista de Florencio Sánchez hay una nota en El Día, donde se anuncia una conferencia del dramaturgo que dice que aquel niño mimado de las redacciones se ha proclamado hoy por la causa anarquista y ha abrazado la bandera roja del anarquismo. Más allá de la inflexión de su obra a partir de 1903, un año después participa en la manifestación del 1º de mayo en el local de La Protesta, el diario anarquista más importante de Buenos Aires, y en 1909, tras la represión del día de los trabajadores, se unió a La Protesta en su lucha. O sea, si bien es cierto que en su obra hay un deslinde con el anarquismo clásico, creo que una posible explicación es su deseo de que su creación artística llegase a toda la sociedad, no solamente a un público obrero restringido a las ideas socialistas o anarquistas. Igual la temática libertaria siempre está presente, lo que no aparece es la matemática anarquista de un poder autoritario al que se le impone un poder revolucionario que lo destruye. Sánchez no es un anarquista ortodoxo; eso lo separa de la militancia libertaria, pero sigue vinculado a la cultura anarquista.

Vidal: -El tema son determinados hechos que marcan al menos una conducta oscilatoria. En 1907 se entrevista con el presidente Claudio Williman y le da entradas para Nuestros hijos, le pide una pensión para viajar a Europa, que recién va a ser aprobada dos años después luego de acaloradas discusiones. Estrena todas sus obras en el circuito profesional. En 1908 participa como colaborador en la puesta en escena de las obras seleccionadas y premiadas del concurso del conservatorio más importante que tenía Argentina en ese momento, que se interpretan en el Solís. En esos años empieza a recibir banquetes de homenaje y si se leen los nombres de los asistentes aparece una pléyade de intelectuales de varios sectores anarquistas, socialistas, colorados y liberales en general. También en 1908 hay un acontecimiento que lo pone en primer plano, que es la disputa por los derechos de autor de una obra que estaba siendo representada en el teatro Urquiza y en el Solís. Fue a este último e intentó interrumpir en el segundo acto la presentación de la obra, se lo impidieron, tuvo un altercado con la Policía, terminó preso y publicó una carta en El Día en la que defiende los derechos de autor. Derechos relacionados con el dinero: defiende su forma de vida. Sánchez, además, es de los primeros dramaturgos que se posicionan como profesional de la escritura, un personaje novedoso de la modernidad. A pesar de ser hambreado por los grandes empresarios, intenta y a veces logra vivir del teatro. Todo esto se conjuga con lo que dijimos anteriormente, es decir, unos años antes había estado en varias manifestaciones obreras, escribió en La Protesta y la dirigió.

-¿Cómo es su acercamiento al anarquismo?

Muñoz: -Participa en el levantamiento armado de 1897 y se va desencantado del asunto. Tiempo antes había tenido contacto con un liberal en Rosario y se había acercado a las ideas liberales más avanzadas que las del Partido Nacional. Donde se vincula definitivamente con el anarquismo es en Buenos Aires, en 1900. Aparentemente, a causa de su bohemia y de frecuentar cafés donde había una gran presencia de intelectuales anarquistas. Cuando vuelve a Montevideo es cuando comienza a colaborar en el Centro Internacional.

Vidal: -Hay dos personajes claves. Uno es Alberto Ghiraldo, quien dirigía El Sol en Buenos Aires, en donde Sánchez publicó Cartas de un flojo; el otro es Pedro Gori, quien había recalado en la capital argentina perseguido por la Policía italiana. Con este último viene a Montevideo y se podría decir que el uruguayo entra al Centro de su mano. Si bien este centro funcionaba desde hacía un par de años, a partir de 1900 se podría hablar de un circuito cultural anarquista en Montevideo y en el interior del país, motivado por la actividad de esta institución. Y hubo varios hechos que unieron a los intelectuales de diversas tendencias. Este circuito cultural fue algo envolvente que contenía toda esta efervescencia y que formaba una red con Buenos Aires, Rosario y La Plata. Los periódicos iban y venían, acá se leía en italiano. En todo ese panorama es que Sánchez comienza su militancia.

-¿Hubo cuestionamientos a Sánchez de algunos de sus compañeros anarcos?

Vidal: -Un flanco de fricción fue el tema del humor. Se lo veía en la época como trivial, poco serio, en el sentido de ser poco propagandístico. A la literatura y el teatro se los veía mucho más como un evento de propaganda que como un lugar que incluyera lo metafórico o lo simbólico. La propaganda debe ser directa, no puede ser polisémica: debe tener una sola interpretación para simplemente comunicar ideas de la manera más clara. El humor, además, alivianaba los espíritus, y desviaba del fin primero, que era educar. De todas formas en todas sus obras hay fraseología libertaria, motivos, unidades semánticas, algún personaje y algún que otro parlamento en que hace hablar al personaje de forma más reflexiva en lo social. Toda su obra está atravesada por el patrimonio discursivo libertario; claro que muchas veces esto está contradicho. Es decir que, mientras que en las otras obras anarquistas hay sólo una tesis, en las suyas hay una tesis y una contratesis.