Para alguien muy joven o ajeno a la música rioplatense de los últimos 30 años Beto Satragni era un misterio. ¿Quién era este bajista canario al que de pronto le aparecía Andrés Calamaro de invitado encima del escenario? ¿O que lucía el nombre de Litto Nebbia como productor de su último disco, el impactante pero casi inadvertido Raíces: 30 años? Si se tiene una cierta idea de su trayectoria, el misterio no es tal, sabiendo que Satragni fue una figura de ésas que hacen borrosa la casi siempre absurda frontera entre estos dos países.

Satragni fue casi un embajador no oficial de la música uruguaya en Argentina y un bajista excepcional que atravesó la historia del rock de la vecina orilla en sus momentos de génesis y definición, dejando una clara huella. Tocó con Luis Alberto Spinetta, León Gieco, David Lebón, Mercedes Sosa, Dino Saluzzi, Moris, Miguel Abuelo y Litto Nebbia, entre muchos otros, convirtiéndose en una figura particularmente querida en el ambiente musical de la capital porteña, donde empecinadamente intentaba candombear todos los ritmos que se le pusieran por delante.

Su mayor y más recordado intento de introducir la música afrouruguaya en el ambiente rockero argentino fue Raíces, una banda que suele recordarse más que nada por haber sido la primera incursión de Andrés Calamaro en el rock, pero que en su momento fue una formación de peso propio, ampliamente respetada por sus colegas. No es de extrañar que, salvo el emocionante recuerdo radial de su amigo Macunaíma, la noticia de su fallecimiento pasó un poco por debajo del radar de casi toda la prensa local -tal vez la fractura de Marcelo Gallardo no dejó mucho espacio libre-, mientras que en Argentina se reconoció en los principales medios la importancia de este músico de bajo perfil y altísimo talento.

De regreso de Buenos Aires y radicado en la Costa de Oro desde hacía un tiempo, Satragni había vuelto con entusiasmo a la actividad musical y el año pasado había conseguido reunir a Raíces -incluyendo al ahora estelar Calamaro- para un show que fue registrado en el ya mencionado Raíces: 30 años, pareciendo que finalmente iba a ocupar su merecido lugar junto a Rada, los Fattoruso y demás sinónimos del virtuosismo local, pero no tuvo tiempo.

Beto Satragni fue enterrado ayer en su Canelones natal, departamento que nunca lo había olvidado y que lo consideraba un auténtico orgullo local.