-¿Cómo empieza tu relación con la música?

-Desde la adolescencia, buscando una forma diferente de diversión a cómo se divertían todos los contemporáneos. Muy influenciado por el “rock fuerte” y compartiendo con amigos de la infancia, desde la escucha hasta la concreción de un proyecto junto con ellos -la banda de heavy metal Alvacast- que de casualidad me metió en el mundo del espectáculo.

-¿Siempre desde abajo del escenario?

-Sí; nunca arriba. No tengo idea de lo que es un instrumento. Lo mío vino por el lado de ayudar a mis desorganizados amigos a organizar el trabajo por fuera de la música. Precariamente y a instinto, casi como ahora.

-Por los 90 te fuiste a Canadá con Alvacast. ¿Por qué volviste?

-En realidad teníamos un gran proyecto de vida que siempre era acompañado por la música. Teníamos la esperanza de desarrollar la banda por el mundo. De hecho, logramos arrancar, pero todo fue más difícil de lo esperado. En esos años el heavy metal, que estaba de moda, decayó en popularidad, el sello que sacaba el disco en EEUU fue absorbido por Sony y quedamos con las ruedas para arriba, sin nada. Por esa época yo era estudiante de Odontología, con los cursos terminados y sólo ocho exámenes para graduarme. Volví a terminar la carrera y nunca me volví a ir.

-¿Apostar al rock en ese momento era una locura?

-Creo que no es correcto lo de “apostar”, ya que nuestra generación no apostaba, simplemente se metía con el rock porque le gustaba, formaba parte de nuestra vida. Como aquel al que le gusta jugar al fútbol y se levanta a las ocho de la mañana un domingo para patear de punta en la rambla. Puro entusiasmo. Sin pensarlo como una apuesta de vida, como creo que se imaginan ahora. Esa sensación de entusiasmo -lo digo con orgullo- me acompaña hasta ahora.

-Creaste una red a través de Antena rock para llegar a las radios de casi todo el país… más los seis Pilsen Rock en Durazno, etcétera. ¿Te sentís uno de los responsables de que el rock uruguayo sea propiamente uruguayo y no un fenómeno de la capital?

-Seis Pilsen en Durazno y miles y miles de otras cosas más, pero no me siento el responsable de nada. Esto no lo podés hacer solo ni depende de una persona. Además, creo que sin la buena voluntad de todos los músicos, managers, etcétera, no hubiese hecho nada.

-¿Por qué el nuevo Pilsen es en Montevideo? ¿Se agotó el interior?

-¡De ninguna manera! Fue una decisión que hicimos junto con Pilsen. Aparte de eso, creo que el pico tan elevado de convocatoria del Pilsen Rock en los años pasados hace que cualquier cosa inferior a esa demencia popular sea vista como fracaso. Si a un lugar que fueron “todos” los jóvenes un año, al otro año van 80.000, se ve como fracaso. Hay muchos que están deseando que las cosas no funcionen, porque así es la mentalidad de gran parte de los uruguayos. Y si bien yo no me considero el responsable del crecimiento de toda la movida, no me quería convertir en su destructor en manos de los mediocres criticones eternos. Más allá de esto, la idea era que el evento sea itinerante y ahora vino a Montevideo.

-¿El rock uruguayo hoy es un producto exportable?

-La prueba es clara. No Te Va Gustar es una banda del mundo en este momento. La Vela Puerca hizo lo suyo en su momento y sigue su camino. El Cuarteto de Nos está en los Grammy. Nosotros con Trotsky Vengarán estamos dando batalla en Argentina y Colombia. El rock uruguayo, sin dudas, es el mejor rock del Río de la Plata en este momento.

-¿Cómo ves hoy la industria del entretenimiento en Uruguay?

-Mejor que cuando empecé, eso seguro. Aprendimos mucho, nos equivocamos mucho, seguimos aprendiendo y equivocándonos. Creo que hay que dar un paso más. Carecemos de grandes espectáculos o son escasos. Estamos fuera del mapa de cualquier gira de artista “actual”. Mi intento actual va por mejorar la propuesta y ver cómo responde el público.

-La asociación de tu productora con Pop Art -que posee el monopolio de los festivales en Argentina-, ¿qué ventaja nos deja como espectadores?

-Digamos que oficializamos la pareja. Con ellos tenemos una vinculación desde tiempos remotos. Justamente, por este lado viene la idea de mejorar las propuestas al público. Hace mucho que ronda en mi cabeza el paralelismo entre el show en vivo y las salas de cine. Hace una década y poco ir al cine era decadente, no iba nadie. Las salas eran espantosas y nadie consideraba al cine como una salida. La propuesta de buenas salas, buenas butacas y actualidad de programación hizo que la gente volviera a las salas… ¡Y de qué forma! Paga su entrada con gusto. Creo que con el show en vivo debe pasar lo mismo.

-¿Significa un tratado de bilateralidad que dará a nuestros músicos oportunidades de ampliar horizontes?

-Aunque suene feo decirlo, creo que no es mi misión ser el salvador de la clase obrera musical. De la expansión cultural se ocupa otra gente. Mi accionar es trabajar, compartir e intentar profesionalizar más nuestro medio. Si salen oportunidades, muchos músicos saben que comparto todo lo que puedo, pero sería pedante de mi parte proponerme ser el elegido para expandir nuestra música. Soy un privado intentando salir adelante con sus proyectos, apoyando a quien puedo, nada más.

-Hoy, ante las posibilidades de proyectar tu producto fuera de fronteras, ¿te centrás en el rock o pensás en abrir el espectro hacia músicas más de raíz?

-Personalmente como manager no soy un buen comerciante profesional. Trabajo con lo que me gusta casi exclusivamente. Lo que me gusta tiene que ser rock, básicamente. Si no me gusta no puedo. No todo es dinero en la vida. Si fuese así, tendría que haber mutado en todos estos años del rock al pop, del pop al reggae, la cumbia, de la cumbia al reggaetón, ahora tendría que estar en un tablado con murgas. Lo mío, en aspectos de representación, pasa por el corazón, y si bien respeto todos los géneros que trabajan realmente, sólo con lo que me gusta puedo desarrollarme.

-¿Qué rol juega la prensa? ¿Apoya? En tu opinión, ¿existe en este país una prensa acorde y especializada para la música, específicamente el rock?

-Buena pregunta. Casi nadie tiene idea de lo que pasa en nuestros escenarios. Digo “casi nadie” porque hay unos cuantos que realmente se merecen quedar excluidos e incluso destacados y reconocidos por su apoyo. No hace falta nombrarlos. Los que saben de rock saben que hablo de ellos. A ellos, salud y gracias. Ahora, todo el resto… En todos estos años lo que me acostumbré a leer son críticas de mucha gente que no tiene idea de lo que habla, que habla a veces desde su posición de fan de alguna tendencia. Otros que hablan desde su frustración de músico que no pudo ser. En fin. Debe de pasar en todo el mundo, pero acá lo más triste es ser criticado por gente que no va a ningún show, que incluso desconoce que hay vida más allá del río Santa Lucía y el arroyo Carrasco. Nunca los vi en un show “afuera” para que vean lo que es hacer rock.

-Ante tanta avalancha de shows, ¿no se corre el riesgo de la saturación del mercado?

-El bolsillo es uno solo, todos lo sabemos. Pero somos una capital de un país con un millón y medio de personas. ¡En Córdoba (Argentina) hay más shows que en Montevideo!

-¿Mil pesos es una cifra que el uruguayo medio puede afrontar dos veces al mes para ir a espectáculos? Mil pesos cada una, claro…

-Estás en lo cierto. Pero si querés que haya espectáculos actuales, grandes y buenos, tenés que pagarlos. Ésa es la apuesta. Los shows internacionales tienen unos costos descabellados y no alcanza ninguna taquilla. Si vemos que no da, listo, seguimos como hasta ahora o viendo la tele.