-¿Cual fue la primera edición de Ayuí?

Rubén Olivera: -Se comenzó con un disco del escritor Juan Capagorry, de perfil infantil. El segundo fue Hasta siempre, de Los Olimareños. Por lo general nos manejamos con series: la palabra, música para niños, música popular, música culta con la que estaban vinculados dos de los fundadores, Coriún Aharonián y Daniel Viglietti. Incluso hubo una serie de música latinoamericana contemporánea, de tapa rugosa, marrón -Juventudes Musicales-, y en cuanto a música popular latinoamericana, por ejemplo, la primera edición en el mundo de la nueva trova cubana se hizo aquí con un disco de Silvio Rodríguez y Pablo Milanes que acercó Viglietti, que ya los conocía.

-¿En esa serie también estaban Violeta Parra y Bola de Nieve?

RO: -Claro. Y Susana Rinaldi, también primera edición uruguaya.

Mauricio Ubal: -La idea siempre fue abrir hacia lo latinoamericano.

-Pero eso no se mantuvo y hoy Ayuí es sólo música nacional.

MU: -Creo que en parte se cortó por toda esta vorágine que es la manera de trabajar de toda la parte tecnológica, lo que tiene que ver con la fabricación. Esto hace que no sea fácil en Uruguay importar los discos y venderlos; por las diferencias de costos que existen se tornan muy costosos. Lo mismo pasa con los discos nuestros en Argentina: para ellos son muy caros. Son esas cosas propias de los mercados, entonces tenemos que procurar que se editen allá bajo licencia nuestra. Pero la idea original de Ediciones Tacuabé era Latinoamérica, Uruguay e incluso más allá, porque se editaron discos de música antigua medieval que conseguía Coriún.

RO: -Al ser un sello sin fines de lucro la idea era Uruguay, América Latina y el mundo del área cultural y el área alternativa.

-¿Hoy es más complejo editar un disco?

Elena Silveira: -Es mas complejo. Ediciones Tacuabé es como una madre que pare hijos todos los años y nunca deja de tenerlos bajo su amparo porque es una editora de catálogo y los mantiene vivos. Está vivo Radeces, de Ruben Rada, una de las primeras ediciones. Es muy difícil decidir qué se edita y qué no, ya que el compromiso es mantenerlo vivo en el catálogo. No nos manejamos por modas o hacemos una edición que se vende y ya está; hay que mantenerlo vivo. Ése es el compromiso de Ayuí frente a sí mismo y frente a nadie más: mantenerlo en el catálogo. Nuestro proyecto, del cual estamos enamorados porque es cultural, porque hay que mantener vivo lo que merece estarlo, es un proyecto caro. Además, es al revés de todo lo demás: en un mundo tan cambiante donde todo deja de permanecer, la propuesta de Ayuí sostiene que hay bienes culturales, formas culturales y expresiones culturales que merecen permanecer.

-¿Cómo hacen la valoración de la obra de un artista? Para ustedes la obra vale antes que las potenciales ventas que pueda generar y mantiene el valor aunque no venda.

MU: -Es una valoración artística; la parte más desagradable, la más angustiante para nosotros, que somos músicos y estamos metidos acá, es que siempre estás seleccionando y uno va a quedar afuera. Más allá de que siempre se termina editando en otro lado, estás tomando la decisión respecto a un colega o a proyectos de colegas… Cuando decís que sí no pasa nada, pero cuando es "no" siempre queda una sensación difícil de tragarse.

RO: -Una valoración artística sobre la que hay un cupo que no podemos cambiar y muchas veces, más allá de que la valoración sea buena, la infraestructura no nos permite editarlos.

-¿Cuántos discos editan anualmente? ¿Es un número que se mantiene desde el comienzo?

ES: -En promedio 15, aunque ha habido años de 25.

MU: -La columna vertebral de Ayuí, y una de las razones por las que aún exista, es que se trata de un proyecto sin fines de lucro, si bien se maneja con los criterios normales de una empresa que debe mantenerse en un sistema capitalista bastante feroz y haciendo cosas de tipo cultural, en la que hay que mantener una austeridad a prueba de balas y un control muy duro del aspecto financiero y de todos los bienes, para que no se te vayan las cosas de las manos. Tenés que pagar sueldos, alquileres, luz, el hosting del sitio web, imprenta, fábrica de discos, etcétera.

RO: -En años malos los músicos han colaborado haciendo recitales para financiar el sello.

-¿Hoy existe algún tipo de apoyo económico del Ministerio de Educación y Cultura o del gobierno?

RO: -No, nunca hubo.

MU: -Lo que hay es acceso a fondos específicos, como el Fonam [Fondo Nacional de la Música], a los que el sello puede acceder.

-Pero eso es para músicos y no para sellos...

ES: -Es muy puntual; por ejemplo, pedimos para poder reeditar a Eduardo Fabini, las cinco grandes obras sinfónicas, que se agotó, y no nos dieron porque había muchos proyectos… La imprenta es carísima, pero vamos a tratar de hacerlo porque Fabini tiene que estar.

MU: -Pero han apoyado varios proyectos originales del sello, como el de Abel Carlevaro. En casos como éste, en que la gente no está, lo presenta el sello y en ese sentido el Fonam ha tenido un criterio muy abierto de apoyar.

-Hay una intención de rescate cultural de por medio.

RO: -Lo mismo ocurrió cuando Tevé Ciudad apoyó el ciclo de videoclips.

MU: -El concepto del cuerpo editor sigue siendo el de mantener un criterio de militancia cultural, social -llamale como quieras-, esa cuestión de estar trabajando, más allá de lo que vayas a cobrar. Ése es el espíritu que nos mantiene, porque el día en que esto se convierta en un asunto de otro orden no es Ayuí.

RO: -Cuesta entenderlo, tanto a la gente como a los músicos: acá no hay gerente ni es una cooperativa donde se reparten ganancias; éstas se vuelcan a generar nuevas ediciones.

-¿Cuánto gana un músico por disco?

MU: -Ganan de acuerdo a las regalías, que andan entre 20 y 25 pesos por disco.

-Pero esos 20 pesos sí van al músico.

ES: -Van al músico, pero hay varios tipos de contrato; depende de qué aporte el músico, si trae el material pronto, etcétera.

MU: -Lo que no hacemos es pagar primas por editar discos, cosas que otrora se hicieron porque se podían hacer, en otro mundo, en el que se vendían discos y la piratería no era tal. Por eso a veces me pongo bastante duro con la piratería, porque veo el daño que hace, sobre todo a empresas como ésta, porque lo que nosotros hacemos es difícil que lo hagan otros.

-Hablemos de internet en lugar de piratería. Internet es mala para los sellos, pero ¿es mala para el músico? Estamos hablando de 25 pesos por disco, cuando los discos no se venden y un disco de descarga gratuita funciona como difusor para un músico que indefectiblemente generará dinero al dar shows y con los derechos de autor.

MU: -La propia espiral en la que estamos determina que hoy el disco ya no tenga un valor. La situación tecnológica termina destruyendo una parte comercial que existía y muy bien, y lo único que le queda al músico es tocar en vivo y colgar el disco gratis… Eso no está bien y los que editamos discos toda la vida nos preguntamos qué estamos haciendo. Si pagamos para subir al ómnibus, ¿por qué discuto y armo foros a ver si tengo o no derecho a cobrar por la canción que hice ahora? ¡Es un trabajo! El costo de un disco medianamente hecho no baja de 5.000 dólares. ¿Todo el mundo tiene discos o vamos a empezar a ver sólo discos caseros, hechos con producciones que dejan bastante que desear? Está bajando el nivel de la producción...

-Hoy hay muchos músicos con discos, caseros sí, pero discos. Antes te daban un demo con tres canciones, mientras que hoy te dan el disco y además el bajista tiene su proyecto que también tiene disco, y así seguimos. Hay más discos de los que se pueden editar porque a su vez no se venden.

MU: -Ése es el tema. Es lo que acabas de decir: no se venden porque están destruyendo el mercado, ¿¡o no te das cuenta!? La mirada más cortita es la de aquel que dice "Yo puedo descargar gratis". Pero ¿cuánto tiempo lo vas a hacer? Sin ir al hecho histórico de que hay discos que han marcado la historia y la evolución de la música que no se podrían haber hecho en la casa con un grabador, hubo alguien que pagó y que permitió que existiera. Nadie está peleando ahora por los artistas y por hacer un buen disco… Lo pueden hacer algunos, Radiohead lo puede hacer porque llegó a determinado nivel, pero todos los demás están haciendo disquitos como pueden o porque consiguen que el Estado o un banco se los financie. Pero ése no es el sistema. A lo que voy es a que se destruye en pos de una cuestión repentista de “me lo puedo bajar y no pago”, pero pagás el chocolatín que te comprás y no lo discutís, mientras que la canción te la bajás y no importa. Entiendo que esa pérdida de valor ocasiona un daño irreparable artísticamente. Hay buena parte de la historia de los sellos discográficos, incluso en este país, que se hicieron a contramercado, como la historia de Ayuí, pero también hay en Sondor discos que aunque no vendieron en su momento significaron mucho por el empecinamiento de un [Alfonso] Carbone en Orfeo o de un Quique Abal, que le mentía al padre la cantidad de horas que estaba usando el estudio Darnauchans para grabar Sansueña. Esas cosas no se podrían haber hecho sin un sello de por medio, pero de eso nadie se acuerda ni se valora.

-Estaba pensando en el disco Mateo y Trasante, que probablemente no haya vendido mucho y hoy es un disco de culto.

MU: -Claro, seguro que no. Y Sansueña tampoco. ¿Sabés lo que le decía el viejo Abal al hijo? “Esto no es un disco para nosotros, es un disco para Ayuí”. Eso decía al hablar de uno de los discos de Darnauchans, porque era un disco de culto, muy lindo, pero que no vendía. Esos empujes también se destruyen en esta avalancha.

ES: -El hecho está en valorar el disco como objeto, mantener esa obra de arte viva durante 25 años.

-Estamos en un terreno en el que es fácil confundirse, porque no es lo mismo hablar del disco más bajado de internet que de una obra de Eduardo Fabini en la que se puede apreciar implícitamente el valor artístico y que trasluce la mesiánica función del sello.

MU: -Eso es lo que no se ve. Nosotros editamos a Fernando Cabrera pero también a Fabini, que de repente vende muy poco pero es muy importante que exista porque se habla de él pero nadie lo edita. El propio Estado nunca lo editó, y Coriún se rompió el alma un año entero rescatando cosas. Ese trabajo se debe valorar.

-Ya que hablás del Estado, ¿no debería ser el que se encargue de esa función?

MU: -Y sí, pero el Estado es muy volátil. Acá no hay un lugar donde vos puedas encontrar todos los discos editados en Uruguay, y tendría que existir. No ha habido desde hace décadas una política de Estado de cuidar la música.

-Una discoteca nacional...

MU: -Por ejemplo, que cuide eso. Y menos va a haber para promover cosas… lo que hay son empujes de apoyo. Pero ojo al quejarnos, porque contamos con mucho más herramientas que antes. Pero es cierto que no hay una política para todo esto, está cambiando todo tecnológicamente, y ¿a dónde va a ir a parar todo lo que se editó? No la hubo ni la hay, por eso nosotros terminamos editando a Fabini.

RO: -Los Olimareños varias veces han criticado que varios de sus discos fueron comprados por EMI y están sin editar, Amalia de la Vega tiene seis discos y sólo están los de Sondor, pero no lo de Orfeo que posee Bizarro Records.

MU: -De todos modos, Bizarro es un sello que reeditó un montón de cosas y podía no haberlo hecho. Están en todo su derecho, son discos que no venden.

-Es que no pasa por la ganancia, estamos hablando de un vacío de bienes culturales que deberían estar.

MU: -Ahí está claro el papel de Ayuí, porque nosotros editamos cosas que sabemos que no van a vender.

RO: -Nosotros rescatamos a Alberto Mastra, Osiris Rodríguez Castillo, Marcos Velásquez y un montón de gente. Ahora estamos tras los tres discos de Candombe de vanguardia, de Manolo Guardia, que es un eslabón perdido en la música uruguaya.

-¿Qué pasa cuando un producto así se pierde?

RO: -Es como una especie que se extingue, queda un vacío.

MU: -Cuando editemos esos discos de candombe vas a encontrar un montón de cosas que vinieron después en el candombe pero que ya estaban ahí; nadie hoy día habla de eso, de esos grupos que la gente olvida con el tiempo: Manolo Guardia, George Roos, Daniel Bachicha Lencina, cosas que musicalmente son impresionantes y que se estaban haciendo a principio de los 60. Estamos hablando de una pata de las raíces del candombe canción.

RO: -La fórmula es que los países de mercado pequeño que no hacen plata con su pasado lo olvidan, entonces consumís los old hits extranjeros.

ES: -Eso es la raíz, pero también Ayuí ha sido protagonista de primeros discos de muchos jóvenes, y ahora mismo aparecen jóvenes haciendo cosas diferentes en sus discos debut. A veces se van después de esos primeros discos, cuando pueden tener mejor proyección… ya sabemos que es así.

MU: -Hemos aprendido a convivir con eso. Este año hay varios: La Calenda Beat, Nicolás Sarser, Santo Azar, Cuarteto Ricacosa… ellos son un buen ejemplo, porque rescataron de alguna manera a Alberto Mastra, pero a partir del disco que escucharon editado por nosotros; ahí ya hay algo que para nosotros se cumple porque la obra se redescubre, los tocan y los hacen vivos. Ahí cumplimos con nuestro rol.

RO: -Retomando el tema de la valoración de los artistas, muchas veces, cuando nos enfrentamos a eso, la trayectoria puede ser un elemento que incida. Hablo del tiempo que la vienen luchando sin disco. Otro ejemplo: cuando alguna vez se presentó algún disco de un género que los otros sellos vienen editando, muchas veces lo dejamos pasar porque a la larga va a ser editado por los otros sellos, más allá de que para nosotros hubiera tenido posibilidades de venta.

ES: -Una buena anécdota al respecto es cuando contratamos los contadores y abogados que, sentados aquí, escuchaban la propuesta de Ayuí, hasta que en un momento uno de ellos interrumpe y dice: “¿Sabés que no veo el negocio?”. Les dijimos: "Su misión es hacernos caminar por la cornisa; si seguimos así, estamos fantástico".

RO: -Una vez optamos por mentirles los resultados finales, porque no podían creer en la Impositiva que los números estuvieran siempre en rojo.

MU: -También nos dimos cuenta de que si no cambiábamos el modo de trabajar íbamos a ser como tantas cosas que se crearon, sobre todo en el período posdictadura, cuando todos los días se creaba una revista o varios sellos que desaparecían al tercer o cuarto año. La intención es mantener una estructura que nos permita mirar con perspectiva, porque no podés estar todo el tiempo pensando cómo vas a hacer para pagar una cuenta, porque nadie nació gerente y menos yo. Entonces nos aggiornamos e hicimos algún curso a principios de los 90 para poder administrar mejor. Si no lo hacíamos, Ayuí cerraba. Hay que tener las cuentas ordenadas, porque de esa manera podés visualizar lo que podés hacer y lo que no, contratando contadores y abogados también para supervisar los contratos. En definitiva, éste no es un sello que se proponga generar dinero, pero tiene que haber dinero que nos permita editar material; si no entendés eso, no entendés Ayuí. Le guste a quien le guste y desconfíe quien desconfíe, es así.

-Pero hay músicos que sí venden y han sido “caballito de batalla” de Ayuí. ¿Qué pasa cuando se van?

MU: -Y bueno… son distintas instancias.

-Estoy pensando en Jaime Roos, después Larbanois y Carrero y ahora Walter Bordoni…

ES: -Ya sabemos que va a ser así.

-Sí, pero Jaime Roos es uno de los músicos que venden más discos en Uruguay.

RO: -En ese caso me toco a mí, en una época en que había huecos por todos lados, era un caos por las deudas. Jaime fue muy correcto, me llamó un día y me dijo: "Hice mi cuarto disco [Siempre son las cuatro], es tanta plata, preciso el dinero la próxima semana", a lo que yo le dije: "No te lo puedo dar porque vamos presos".

-¿Pero en un caso así qué pasa? Estamos hablando de Siempre son las cuatro, que no sé cuánto habrá vendido pero es uno de los discos fundamentales de la discografía de Roos. Sabés de antemano que el producto es bueno, que va a vender…

RO: -No, no sabés si va a vender. Hasta el tercer disco Jaime vendía una cantidad razonable, pagaba su costo y un poquito más. Era un producto querido, pero bueno... fue una mala decisión mía en su momento.

MU: -Estamos hablando de mediados de los 80, la peor época de Ayuí, que se prolongó hasta principios de los 90. Fue la época en la que el vinilo estaba desapareciendo y era cada vez más costoso hacer un disco. El casete no daba el punto, como nunca dio.

ES: -Sí, pero el casete nos salvó; lográbamos un muy buen sonido con TDK. Fue el puente hasta nuestro primer CD, el adorado Fines, de Fernando Cabrera, que lo logramos gracias a un préstamo y quedó un mes en la Aduana por una huelga. Pagamos la primera cuota del préstamo y el disco seguía en la Aduana, y un día alguien nos dijo: “Y que no esté a la intemperie”. ¡Nos queríamos morir!

MU: -Después vino el momento en que el CD se empezó a vender y permitió un respiro, pero hubo que empezar a importar desde Argentina; para eso vino muy bien tener la casa en orden.

-¿Qué se viene en estos festejos?

RO: -Ya hace rato que festejamos... para los 15 años hicimos una exposición de carátulas en Cinemateca, para los 25 un gran recital en el Solís. Este año la idea era hacer una exposición de carátulas en el atrio de la intendencia, con eventos y recitales, que por motivos de agenda del lugar se pasa para el año que viene, pero el año es éste.