Popular en su país y cultor de la forma breve, incluido el haiku, uno inmediatamente piensa en las semejanzas entre Benedetti y Tranströmer. Sin embargo, la poesía del último Nobel difícilmente podría definirse como "amorosa" y es imposible encontrar en su obra referencias políticas claras. De todos modos, también los une una religiosidad sutilmente disimulada. Tranströmer es un estudioso de la Biblia y llegó a integrar una comisión que debía traducir los Salmos al sueco moderno.

Además, es psicólogo. Nacido como Tomas Gösta Tranströmer el 15 de abril de 1931 en Estocolmo, durante los años 60 trabajó como terapeuta en una prisión de menores y luego, hasta la década del 90, se dedicó a la atención de discapacitados.

No lo conozco

“Sé que es un poeta muy destacado y su nombre ha sonado muchas veces como candidato al Premio Nobel. Pero lamentablemente no lo he empezado a leer hasta ahora”, dijo el anterior premiado, el peruano Mario Vargas Llosa ayer en Madrid, según EFE.

En una entrevista de 1973 esclarecía el vínculo entre el freudismo y su poesía: "Creo que hay una relación muy cercana entre ambas, por más que no sea sencilla de ver. Cuanto uno escribe es la expresión de una experiencia oculta. Y los problemas del mundo están muy presentes en lo que escribo, aunque no siempre de un modo directo".

Esa idea de la poesía como desocultamiento ya estaba presente en 17 Dikter (Diecisiete poemas), de 1954. El libro tenía pocas páginas y los poemas eran breves: Tranströmer haría de este esquema una regla, que quebraría en ocasiones precisas, como Östersjöar (1974), en el que acomete la reflexión sobre la vida de sus antepasados y su relación con el mar Báltico y se acerca a la prosa poética, abundante en datos y de tono histórico. A pesar de esto, no es fácil encontrar referencias autobiográficas en la obra de Tranströmer: sí hay un punto de vista personal, pero no un yo omnipresente.

"Mis poemas son lugares de encuentro. Su intención es lograr una conexión súbita entre aspectos de la realidad que las apariencias y el lenguaje convencional generalmente mantienen separados. Grandes y pequeños detalles del paisaje se dan cita, culturas y gente divididas fluyen juntas en una obra de arte, la Naturaleza se encuentra con la Industria, etcétera. Lo que a primera vista parece una confrontación, resulta una conexión", ha dicho. En el “Det öppna fönstret” (La ventana abierta), los que se encuentran son una afeitadora y y un helicóptero, o más bien, una tranquila mañana matinal y un paseo por el Apocalipsis; el poema fue escrito en 1962, tras la crisis de los misiles entre Cuba, la URSS y Estados Unidos. "Estás viendo todo por última vez”, le dice el piloto; el poeta contesta: "No supe adónde mirar / hacia dónde girar la cabeza / mi visión estaba dividida / como la de un caballo".

Fortuna de traductores

En “En konstnär i norr” (Un artista en el Norte, del poemario Klanger och spar), Tranströmer concibe un largo monólogo a cargo del compositor Edvard Grieg y lo sitúa en un apartado retiro de montaña. El artista recuerda su pasado, sus grandes logros, su éxito; no obstante, con la única compañía de un piano, repite nuevamente su antigua consigna: “¡Simplificar!”.

Como Grieg, Tranströmer también toca el piano, aunque ahora lo hace sólo con la mano izquierda: en 1990 sufrió una hemiplejia que, aunque no le impidió seguir escribiendo, sí enlenteció su ritmo de publicaciones; su último libro no recopilatorio es de 2004. Para entonces, ya era, desde hacía décadas, el mayor poeta de Suecia, tanto para la crítica como para el público, que agota pacientemente cada tirada de sus libros.

Con similar contundencia, Tranströmer es desde hace décadas para poetas de todo el mundo. Cuenta con la ventaja de que su poesía es predominantemente visual -es decir, no centrada en el propio lenguaje-, lo que la vuelve más sencilla de traducir. Además, en el campo de la traducción Tranströmer ha contado con socios de lujo en decenas de idiomas, chino incluido. En inglés, fue traducido y tradujo a los poetas Robert Bly -quien como estadounidense lo insertó sólidamente en el circuito norteamericano- y al escocés Robin Fulton, parte de cuya obra fue traducida al español por nuestra compatriota Circe Maia. Otro uruguayo, Roberto Mascaró -residente en Suecia desde los 80-, ha traducido buena parte de la obra de Tranströmer a lengua hispana, pero tal vez sea en la mirada filosófica sobre la naturaleza y en el uso recatado del “yo” de Maia donde haya mayores conexiones entre la obra del reciente Nobel y el panorama poético local.