Cuando esta noche los neoyorquinos (por formación y residencia, no por nacimiento) Sonic Youth se suban al escenario del Teatro de Verano, los espectadores montevideanos van a tener la oportunidad de ver en vivo -y tal vez en uno de los últimos conciertos de su carrera- a la banda de noise (ruido) más importante del mundo. Tal vez el término “ruido” sea muy injusto, ya que Sonic Youth viene simplemente haciendo música desde hace décadas.

La banda se formó en 1981 cuando Thurston Moore y Lee Renaldo, dos de los integrantes de la orquesta de guitarras del músico experimental Glenn Branca, decidieron hacer una banda propia en compañía de la novia del primero, Kim Gordon. El grupo podía considerarse un recién llegado tardío a la breve pero intensa escena de la no wave, un movimiento musical estrictamente neoyorquino que incluía a Lydia Lunch, James Chance & The Contortions y a DNA, y que pretendía superar en hostilidad y agresión sonora a lo más extremo del punk y el after-punk, incorporando elementos de free jazz y música experimental pura y dura.

Los Sonic aprovecharon su experiencia en la orquesta de Branca para concentrarse particularmente en los timbres de sus guitarras, utilizando no sólo una gran cantidad de instrumentos afinados y alterados en su sonido, sino también formas poco convencionales de ejecutarlos (golpeándolos con palos de batería o distintas herramientas, por ejemplo). Al mismo tiempo introdujeron en su música influencias claras del entonces incipiente punk hardcore y de las bandas más extrañas de los años 60, haciendo propios los descubrimientos no sólo de The Velvet Underground (la banda neoyorquina experimental por excelencia), sino también de los 13th Floor Elevators, Captain Beefheart y los Red Krayola, así como de algunas bandas europeas como los alemanes de Can o los ingleses de The Fall.

El resultado, presente en su forma más extrema en sus primeros discos, era sumamente radical y poco amigable para las radios, pero, a diferencia de otras bandas similares, como Live Skull o Mars, Sonic Youth presentó desde el principio cierto carisma rockero -expresado en conciertos de extraordinaria intensidad física- y una gran habilidad para manufacturar canciones poco convencionales pero de gran impacto, repartidas en voz y autoría entre los tres integrantes principales de la banda.

En 1986 incorporaron al baterista Steve Shelley y publicaron un disco -Evol- que presentaba una sorprendente evolución en su sonido que, sin abandonar el estruendo original y su trabajo sobre disonancias, contenía canciones más melodiosas y accesibles, como “Expressway To Yr Skull” o “Tom Violence”, desarrollando nuevas vertientes tanto musicales como líricas que los convirtieron en la banda esencial de una generación de rock independiente (Butthole Surfers, Dinosaur Jr, Pussy Galore), de los cuales los Sonic eran simultáneamente mentores y compañeros de ruta.

Esta ruta ascendente continuó con los dos discos posteriores -Sister (1987) y el clásico Daydream Nation (1988)- en los que Sonic Youth alcanzó el pico de sus poderes expresivos, llegando a ser considerada por la crítica como la principal banda de rock del mundo entero -aunque evidentemente no la más masiva- convirtiéndose en influencia de centenares de grupos en el mundo entero, incluyendo formaciones que serían muchísimo más populares, como Nirvana o Radiohead.

Al ser contratada por el sello Geffen en 1990, Sonic Youth pareció estar a punto de explotar comercialmente al editar el disco Goo, que contenía algunos cuasi hits como “Kool Thing” y “Dirty Boots”, pero aún en su faceta más accesible el grupo era demasiado extremo como para volverse realmente masivo, y no llegó a conquistar al público que había hecho de Nirvana o Pearl Jam sus ídolos. Habiendo llegado a un sonido distintivo y respetado, la banda pasó los siguientes 20 años editando discos excelentes como Washing Machine (1995) o Murray Street (2002), junto a otros menos atractivos, pero todos igualmente intransigentes en su propuesta de experimentación, psicodelia, ruido armónico y militancia poética, ya firmes en su lugar ganado como una de las bandas más jugadas y poderosas del mundo.

En el mes previo a su llegada a Uruguay se conoció la noticia de que el matrimonio de 27 años entre la bajista Kim Gordon y el guitarrista Thurston Moore -el núcleo creativo de la banda- se había disuelto; en el comunicado oficial se limitaron a aclarar que luego de su gira latinoamericana el futuro del grupo era “incierto”. Esto significa que el concierto de hoy de noche -compartido con el grupo argentino Banda de Turistas y el local La Hermana Menor- sea tal vez una de las últimas presentaciones en vivo de una de las formaciones más colosales y originales que haya dado el rock anglosajón a lo largo de su historia, que además llega a Montevideo con otra leyenda del rock indie -Mark Ibold, bajista de Pavement- en la base. Recomendarlos es casi innecesario.

La coctelera

A su manera, Faith No More, que cierra mañana el festval Primavera 0, también significó una revolución para el rock mundial, pero con una paleta completamente distinta de influencias. Formada el mismo año que Sonic Youth pero en California -en la otra punta de Estados Unidos-, partía de una base más próxima al heavy-metal a la que incorporó elementos de otros géneros -ocasionalmente en yuxtaposiciones disparatadas-, como el hip-hop o el funk. Eclécticos hasta el absurdo, consiguieron un hit menor con el tema “We Care a Lot” (una sátira a las canciones de beneficencia de los años 80), pero en 1988 echaron a su cantante Chuck Mosley, con lo que se abrió un período de dudas acerca de la continuidad de la banda.

Sin embargo, tuvieron un golpe de suerte (o no) increíble al sustituirlo por el joven vocalista de Mr Bungle, Mike Patton -un músico aun más excéntrico que los otros integrantes-, que ingresó para cantar en el disco The Real Thing (1989) que, gracias a éxitos como “Epic” y “Falling to Pieces” los convirtió en estrellas mundiales y en pioneros (aunque la banda jamás se identificó con el estilo) de lo que se llamó luego nü metal.

Patton se posicionó rápidamente como el líder carismático del grupo, y su influencia -de escuela mucho más experimental- fue haciéndose preponderante disco a disco desde el impactante Angel Dust (1992), en el que simultáneamente la banda se aproximaba más al metal extremo y a algunos elementos casi circenses. Esta nueva dirección terminó significando la partida del guitarrista Jim Martin, que fue reemplazado por el virtuoso violero de Mr Bungle, Trey Spruance. Ninguno de los discos posteriores logró -a pesar de su gran calidad- alcanzar el éxito de The Real Thing y la banda se disolvió -tras editar el poderosísimo Album of the Year- en 1998, con todos sus integrantes dedicados a distintos proyectos, especialmente el inquieto Patton, que formó tres o cuatro grupos completamente distintos, además de un sello discográfico (Ipecac).

A pesar del aparente desinterés de Patton por reformar el grupo, en 2009 se supo que Faith No More volvería a los escenarios para una gira mundial en la que interpretaría temas de sus últimos cuatro discos. A pesar de haber sido presentada como una gira muy puntual y única, ya ha durado más de un año y es en ese marco que la banda llega por primera vez a Montevideo, donde compartirá escenario con Fernando Santullo mañana de noche, en lo que promete también ser una noche realmente energética y poco convencional. Así que lo mejor es aprovechar, porque este tipo de cosas no suele pasar muy a menudo.