Desde algún punto de vista, alguien que no sea -como quien esto suscribe- simpatizante de Peñarol, estaría incapacitado a priori para reseñar este libro, o que lo haga un periodista no especializado en deportes, pero no todo aquí es lo que parece. En primer lugar no es -salvo por el testimonio de algunos jugadores y un ex dirigente- un libro sobre fútbol, sino sobre pasiones y sentimientos. La lógica sentimental pre-existente desde la presentación del libro parecería eximirlo de requerimientos estéticos o incluso periodísticos, pero el contenido no se corresponde con el simple fluir sentimental, y las distintas historias son presentadas con buena prosa y una razonable investigación detrás. A lo Peñarol: la pasión nunca se pierde está presentado como el libro de un hincha que además es periodista, pero en la práctica es el libro de un periodista profesional -César Bianchi- que además es hincha. Se trata de una selección de entrevistas-biografías, escritas en diversos estilos, a varios seguidores más o menos conocidos del club carbonero. La muestra es variada; va desde el jugador que lleva el sonoro nombre de Jim Morrison Varela hasta Alcides Ghiggia, pasando por manyas exiliados, políticos, ex jugadores, etcétera. En general todas las historias son representativas de una forma de relacionarse con el club que muchos de los entrevistados califican como “una enfermedad”, aunque la selección, justamente, de Ghiggia y Varela -quienes además abren el libro- parece realizada más en función del curioso nombre del primero y de la gloria indiscutible del segundo, que de su condición de peñarolenses. Es siempre interesante encontrarse con un libro que presenta a dos figuras tan antagónicas como el ex presidente Julio María Sanguinetti y el actual ministro de Defensa y ex guerrillero Eleuterio Ñato Fernández Huidobro, hermanados -aunque no en la misma entrevista- por el amor a la camiseta aurinegra. Ambas entrevistas, de lo mejor del libro, pueden producirle algunas paradojas sentimentales a algunos lectores, al comprobar algún manya de izquierda la notable erudición de Sanguinetti en relación a la historia de Peñarol -y su labia capaz de convencer de que realmente hay una continuidad entre el CURCC y Peñarol-, o para algún manya de derecha encontrarse con la habilidad de Fernández Huidobro para evocar sentidas historias personales relacionadas con el club de sus amores.

Pero el espectro de emociones es amplio, y el libro no ahorra testimonios de peñarolenses cuyo fanatismo los lleva a ser incapaces de siquiera interrelacionar con algún seguidor de Nacional, o capaces de posponer cualquier actividad humana normal en pos de una fidelidad de ribetes sobrenaturales o religiosos, y en la que paradójicamente la pertenencia a un colectivo parecería depender del extremismo excepcional de la conducta personal.

Por de pronto, la historia de Eduardo Rodríguez -legalmente un delincuente, ya que fue encarcelado durante dos años por el encubrimiento del doble asesinato de los adolescentes conocidos como “los Rodrigos”, lo que tal vez fuera el crimen más abyecto relacionado con el fútbol que se haya conocido en el país- es uno de los fragmentos más interesantes del libro, y puede ser considerado como una visión sincera del lado más tenebroso de la condición de hincha, completando así un espectro en el que no todo son pasiones sanas y un poco excesivas (e ingresando de pleno al terreno de la psicopatología pura). Pero al mismo tiempo cuesta un poco leerlo en un libro que de una forma u otra se presenta como una celebración de la condición de manya. Es decir; tal vez sea la historia más incisiva en lo periodístico (e incluso revela la relación con la dirigencia del cuadro de quien estuvo -tal vez injustamente según sostiene el entrevistado, pero no así para la Justicia- involucrado en dos muertes gratuitas), pero en el contexto general puede ser considerado como sólo una forma más de aproximación a un equipo de fútbol, cuando es más bien una postal del horror absoluto y brutal del fanatismo irracional.

Las historias presentadas en A lo Peñarol: la pasión nunca se pierde son historias de amor, pero también de odio. A quienes consideramos que la adhesión a una institución deportiva privada -sea Peñarol o sea la que sea- es algo totalmente pasado de rosca en la sociedad uruguaya actual, nos gustaría que sólo fueran historias de amor y que el odio se reservara para cosas más importantes, pero no es así, y en cierta forma el retrato de un conjunto de hinchas de Peñarol también es un retrato social más amplio, con sus luces y sus sombras, y que responde a una sociedad fracturada. Este libro, para bien o mal, lo documenta.