La técnica de animación stop motion requiere de mucha paciencia. Se trata de animar objetos fotografiando cada cambio de posición cuadro por cuadro hasta lograr la sensación de movimiento continuo. En nuestro país el procedimiento, utilizado por reconocidos animadores a nivel internacional como Tim Burton, ha venido siendo desarrollado artesanalmente por Walter Tournier. A través de muñecos creados por él mismo y utilizando los distintos materiales que tenía a su alcance, Tournier realizó cortos como Navidad caribeña (2001), Los Tatitos (1997-2007), A pesar de todo (2003) y más recientemente la serie de capítulos Tonky (2007-2009), convirtiéndose en un referente en el campo de la animación a nivel regional. La paciencia, entonces, es una cualidad que Tournier debió cultivar, y más aún si pensamos que pasaron más de 35 años para que pudiera realizar su primer largometraje. Pero llegó.

Selkirk es una coproducción uruguaya (La Suma y Tournier Animation), argentina (Maíz Producciones) y chilena (Cineanimadores) que posiblmente -si se adelanta a Anina, de Alfredo Soderguit- se convierta en el primer largometraje de animación uruguayo. Los 115.000 fotogramas que hoy conforman la película tienen detrás un largo camino que empezó a tomar forma en 2001, como una iniciativa compartida por Tournier y el director Esteban Schroeder (El Viñedo y Matar a todos), que en este caso es el productor ejecutivo del proyecto.

“En ese momento yo estaba viajando a Chile y vislumbrábamos que podíamos hacer un acuerdo con ese país para la coproducción de un largometraje bajo la técnica de stop motion, que Walter tenía muy desarrollada. Es difícil autofinanciar una película completa acá. Entonces buscar coproducciones por ahora es el camino”, contó Schroeder.

El acuerdo con los dos países coproductores es de carácter técnico. En Uruguay se hacen los personajes, el stop motion y todo su entorno. En Argentina se grabaron las voces y se realizó el story board -que fue el primer paso- y se están realizando las ediciones finales. En Chile se generan y se aplican los fondos digitales en 3D para algunas escenas, que conviven con el stop motion.

Tournier contó que cuando se hicieron las primeras pruebas en Chile en 2003 era una experiencia en la que no tenían antecedentes. Su preocupación radicaba en el recorte de los personajes, pero según expresó, “por suerte la tecnología fue más rápido que la realización de la película. Son dos formatos que se portan bien, pero por separado”.

En un primer momento se planeaba trabajar con socios de España, pero el acuerdo no funcionó y eso retrasó el proceso. “Finalmente esa crisis planteó el desafío de realizar un producción con países sudamericanos, algo que no parecía nada sencillo, sobre todo por el monto de la película”, señaló el productor.

Luego la película logró validarse en cada uno de los países, consiguiendo los apoyos estatales. En el caso de nuestro país, la ayuda llegó a través del FONA, los Fondos de Fomento del ICAU y Montevideo Socio Audiovisual, más otro aporte estatal muy importante para la fase final del proyecto: Antel es el principal anunciante, a pesar de los cuestionamientos y rezongos de algunos, explicó Tournier.

Finalmente, la película se logró terminar con una inversión de 125.000 dólares, lo que para Schroeder es "un logro increíble" dadas las características del proyecto.

Terrible equipo

El acuerdo con Chile trajo consigo la idea que transformó al proyecto en una película. Se trata de la historia de Alexander Selkirk, un pirata que desde 1700 a 1704 fue abandonado por el capitán en las islas Juan Fernández, frente a Chile. Este pirata fue el mismo que inspiró a Daniel Defoe para escribir su novela Robinson Crusoe, aparecida en 1719. “La historia es un puntapié interesante: ya lo descubrió Defoe y ahora nosotros hacemos lo mismo que él”, dice Tournier.

No obstante, a diferencia de la novela, la historia tiene como objetivo llegar a un público infantil: “me interesa concentrarme en las pequeñas cosas, lo que priorizo son anécdotas simples como la relación del personaje con el gato, las cabras y el loro”, detalló el realizador.

Sin butacas

Esteban Schroeder afirmó que la película se enmarca en una propuesta de acción social. Con el apoyo de Antel se planea sacar a pasear a los protagonistas de la historia y su escenografía, acompañádolos con acciones que tienen como objetivo la promoción educativa de la animación, lideradas por Walter Tournier. “Hay que sembrar la idea de que existe una posibilidad enorme de formación técnica y profesional para muchos jóvenes”, explicó. Aunque todavía no hay fechas, la idea es inaugurar la muestra en la Torre de Antel para luego itinerar por todo el país. “Esto refleja lo que significa el cine para nosotros, los uruguayos, en el sentido de comprometernos a que la película sea promotora de todo un circuito de comunicación” agregó Schroeder.

Siendo fiel a su objetivo de buscar un compromiso social en la creación, lo que más le interesa a Tournier de la historia es rescatar la visión de un pirata con un montón de pretensiones y ambiciones, que a través del contacto de la naturaleza, le da a la vida otro valor. De esta forma, el personaje va encontrando otro punto de vista, otra forma de sentir e incluso de actuar. “Eso es lo que me importa, la superación del ser humano que en última instancia es lo que siempre busco en las películas”, agregó.

A partir de las anécdotas de este famoso pirata, Tournier, con el apoyo de Mario Jacob y el argentino Enrique Cortés, escribieron un guión que hace más de un año empezó a tomar vida a través de marionetas, maquetas y utilerías, en los diferentes rincones de su taller, reuniendo a un equipo de aproximadamente veinte personas. Entre ellas, animadores, pintores, maquetistas, diseñadores, camarógrafos y sonidistas. Cada uno enfocado en su rol, contribuyó a crear a los protagonistas del universo de piratas en miniatura, diseñados previamente por Tunda Prada.

Los muñecos se arman partiendo de una compleja estructura interna de metal, con una serie de articulaciones que permiten llevar a cabo los diferentes movimientos. Luego las estructuras se recubren con látex y silicona. En esta labor trabajaron varios artesanos que se dividían el trabajo en diferentes procesos. Es que, según contó Tournier, “cuando encarás un proyecto así, cada uno se tiene que encargar de una parte y la tiene que hacer bien. Perfecta”

Otro de los desafíos de la historia estaba en el arte: había que realizar una reconstrucción de época del siglo XVII. Esa labor estuvo comandada por la directora de arte Laura Severi. “Tuvimos que investigar toda la vestimenta de la época, cómo eran las armas”, dijo Tournier. Además, contó que el navío se construyó de la misma forma en que se hacían los barcos en esa época, consultando libros sobre galeones y con plano en mano para ver cómo eran las distintas partes transversales de su estructura.

El ambiente juvenil invadió el proyecto, ya que muchos de los integrantes del equipo fueron jóvenes, capacitados previamente por Walter. “El año pasado habíamos conseguido un apoyo de Holanda, de la Fundación Príncipe Claus, para hacer talleres de capacitación, un poco porque veíamos que se nos venía este proyecto”, explicó Tournier. Para Schroeder, el rodaje fue una verdadera escuela “en la marcha se fue ganando en agilidad, sabiduría, en el ritmo de los propios animadores.”

Las jornadas de rodaje se repartían entre seis grupos de distintos animadores que trabajaban diferentes escenas a la vez. Por lo tanto, para poder trabajar en forma simultánea se necesitaron cuatro o cinco copias de cada muñeco. La meta: que cada animador lograra de 3 o 4 segundos de película por día. Podrá parecer poco, pero la mayoría de las veces no se conseguía.

Hubo una toma que duraba cuatro segundos en la que la tripulación sube al barco, lo que implicaba trabajar con muchos muñecos. Insumió el trabajo de tres animadores durante tres días, contó Tournier. “La planificación que habíamos hecho de un año de rodaje se nos fue a un año y cuatro meses. Pero bueno, no está tan mal para ser la primera película”, expresó el realizador.

Animación que viene

En el estudio ya estaban las luces apagadas. Los muñecos guardados. Y la pared del pasillo, donde se colocaban los fotogramas que se iban rodando sobre los primeros bocetos en blanco y negro del story board, ya había tomado color. Ocurre que la película se encuentra en los últimos detalles de la etapa de post producción en Argentina.

El estreno está previsto para febrero de 2012. Por unos poquitos meses se adelanta al de Anina, otra propuesta de animación uruguaya (basada en la novela Anina Yatay Salas, de Sergio López Suárez), dirigida por Alfredo Soderguit, que viene sumando cinco años de trabajo.

Para Tournier esto es alentador para la consolidación de la animación en nuestro país: “así como años atrás la novedad fue la construcción del cine nacional, como una alternativa real, me parece que ahora se viene un buen momento para la animación uruguaya”.

“Ahora hay apoyo, antes no había nada. Existe el ICAU, el Fona, existe Montevideo Socio Audiovisual, existen cosas, pero son pocas. El apoyo tiene que ser mucho mayor. Muchísimo mayor. Y vamos a demostrar que nosotros, por lo menos en este género, con las dos películas que se están haciendo, demostramos la capacidad y las posibilidades que hay de producir en este país y a nivel internacional. Nadie sabe ni se da cuenta de las cosas que se pueden hacer acá”, remató.