-¿Cuáles fueron las razones de los despidos en Radio Futura?

-Fue una decisión empresarial vinculada a resultados y beneficios, básicamente. Pero, ojo, no fue una sorpresa porque este año se arrancó sabiendo que si la ecuación no daba iba a cambiar. Claro, no es mi responsabilidad si se escucha bien o mal la radio, si se vende bien o mal; poco puedo incidir en eso. Intenté hacer el mejor programa que me salía, el mejor posible desde mi lugar. Por otra parte, las mediciones radiales son algo muy raro y en lo que poca gente cree, se hacen únicamente dos veces al año. Pero como es lo único que hay terminan incidiendo a pesar de ser inexactas.

-¿En este caso qué reflejaban las mediciones?

-La radio tuvo un problema importante de emisión, referente a problemas con el transmisor y la potencia, que ocasionaron una mala medición. En realidad, me da la sensación de que estaba aumentando, teniendo en cuenta la cantidad de mensajes recibidos, las repercusiones y demás; a mí la calle me decía otra cosa. En definitiva, “el que avisa no es traidor”, así que el empresario, tal como había anunciado, decidió levantar la programación en función de que desde una perspectiva económica no funcionaba. Yo me despedí con un apretón de manos, más allá de que me hubiera gustado que se hiciera una medición más profesional y de no tener problemas de mala calidad. La pena es que se termina un espacio que, más allá de pasar rocanrol, difundía una actitud un poco más zarpada, con más opinión; eso se pierde y no lo veo ocupado por ninguna radio en este momento.

-¿Te ves haciendo un programa en el que pases Ricky Martin?

-No. Hay algunas líneas que no traspasaría, pero si tengo que pasarlo a cambio de conseguir entrevistas con los ministros todas las semanas lo pienso. Me interesa más esa parte, en una situación extrema, porque si no hacés como [Daniel] Figares, ¡te vas caliente a tu casa! Un capo, un tipo al que admiro pero que se fue caliente. Yo no tengo ganas de eso porque creo que es menos lo que aportás a la sociedad con tu silencio que si hacés alguna concesión pequeña pero te mantenés vigente.

-¿Cuál es la salida a todo esto?

-Que aparezcan propuestas. Yo tengo años de radio y es lo que sé y me gusta hacer. Es de lo que vivo. Espero estar al aire en marzo. Entiendo que aún puedo sintonizar con el público, el día que se acabe mi carrera radial quiero que sea porque a la gente no le interesa lo que hago y no por no poder encontrar un lugar de trabajo.

-Partiendo de que hay interés y no lugar, por más remota que parezca, ¿dónde está la solución? Tenemos que pensar en que la FM es más escuchada que la AM, sostenida por la proliferación de celulares y receptores que no incluyen AM; sin embargo, la tendencia es volver a los inicios de música funcional, diciendo la hora y la temperatura.

-La AM se quedó en el tiempo aunque renovó los códigos. La FM ha tenido cambios, pero las radios clásicas de AM están en el horno. Incluso hay gente que fue líder durante años, grandes periodistas a los que no les va bien. Y ahí es renovarse o morir.

-¿En este caso hasta qué punto ayudaría la intervención del Estado?

-Es una pregunta interesante porque la verdad es que en los últimos períodos el Estado no ha intervenido. De hecho, desde 1985 a esta parte no ha intervenido, al menos fuertemente, donde se pueda notar como podemos ver, por ejemplo, en el caso de la salud o los impuestos. Claro, los medios tienen mucho poder y compiten con el poder político, habría que ver qué pasaría con una intervención estatal en el ámbito privado. Sus intervenciones han sido inyectar dinero a las radios del SODRE, tener Tevé Ciudad y Canal 5, separados uno del otro. Es algo que nunca pude entender: ¿por qué no juntamos todos los recursos? La calidad técnica y artística de Tevé Ciudad con la potencia de Canal 5, y hacer una buena televisión pública para todos. Pero seguimos a media campana, con dos canales estatales que no llegan a captar el interés de las masas. Después el Estado en lo que refiere a contenidos nunca intervino, cuando intentó hacerlo en la cantidad de minutos de pauta publicitaria por programa, nunca importó. El horario de protección al menor era la intervención estatal más notoria en contenidos y ves desnudos totales a las tres de la tarde: ¡tampoco funciona! A mí me gustaría ver algún tipo de intervención, porque no la hay.

-Es un caso delicado porque interfiere con la libertad de expresión...

-Exactamente. Pero, bueno, abrió Ursec [Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones] y se dedico únicamente a los temas técnicos. Tenemos una asignación muy mala de ondas donde se pisan las frecuencias. En un país tan chico es una lástima que no se pueda informar a la ciudadanía con los mismos valores y los mismos temas a nivel nacional. Tendría que haber cinco o seis radios que lleguen a todo el país y dos o tres canales con las mismas características. Después, sí, que haya subestaciones que traten la cuestión local. Pero no nos ayuda, como motor de país, que yo no pueda escuchar la misma radio en los 19 departamentos, no colabora como nación. Estamos todos con diferentes agendas en la cabeza y se acrecienta la diferencia entre la capital y el interior. Por otra parte, ¿cuántos dueños de medios de comunicación son comunicadores o periodistas? Son la mínima expresión; por lo general, son empresarios y ésas son las reglas de juego. Ahora, es muy difícil para un comunicador abrir su propio medio, no es como abrir un almacén o un restaurante con el que puedas competir. Hay una cuestión política que se suma a la dificultad de acceder al capital.

-¿Cuál es el problema de que el empresario no sea un comunicador?

-No es un problema. Pero yo prefiero ir a restaurantes donde el dueño es un chef, me parece más justo. Entiendo que la dimensión artística y los contenidos cobrarían más importancia. Para el empresario siempre primarán los números. De repente para un periodista prima la propuesta y no torcerla para generar más dinero; ahí estaría la diferencia. Me refiero a alguien que aprecie lo que hace en lugar de un grupo inversor que si mañana da más la venta de pescado congelado se cambia a la vereda de enfrente. Después está lo que la gente quiere o consume.

-¿Y qué es lo que la gente quiere?

-¡Me encantaría saberlo! Lo que indican los números es que la población uruguaya en radio está consumiendo -que no sé si es lo que está queriendo, pero ahí hay una línea muy delgada- propuestas informativas, no periodísticas, de humor, y después viene la cuestión de la música. El humor hoy se ha transformado tanto en AM como en FM en una pieza clave, las radios súper serias vienen en picada. La realidad es que el periodismo hoy está perdiendo espacio. En la televisión eso ocurrió hace rato: hay solo un programa periodístico en uno de los tres canales privados, que va los miércoles a la medianoche: se emite en horario lateral y es el único que hay. En las radios ocurre algo similar: los periodistas tienden a desaparecer o a transformarse y hacer infotainment, es decir, información y entretenimiento. De ahí que te vas transformando o derivando a otros lugares, vas a internet, si tenés virtudes para escribir vas a prensa… ¡Si podés! Porque siempre son puestos de trabajo limitados, sobre todo los que te permiten vivir.

-La cuestión es que se sigue recibiendo gente de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y no hay lugar ni para los que estaban...

-¡Eso es un hecho! Yo cursé de 1992 a 1995 y de esa generación de 40 personas estamos trabajando en los medios cinco o seis. Lo que pasa en Uruguay con lo alternativo, el rock y demás es el problema de siempre: somos pocos. En Argentina podés vivir del under, acá no. El inicio de la gente que empieza a trabajar en radio acá es básicamente gratis -es horrible pero es así-, como pasante, voluntariado, etcétera, y si tenés suerte arrancás…

-Son los que te van a sacar el laburo a vos...

-Sí, yo los estoy esperando, porque tengo 43 años y hasta hace no tanto hacía una radio joven y los jóvenes me escuchan. A veces digo: “¿Dónde están las nuevas generaciones de tipos de 25 llenos de talento que me van a patear el trasero?”.

-Va en lo hermético del medio y no hay recambio.

-No, porque se apuesta siempre a lo seguro, a los nombres, que por algo son nombres, pero es verdad que no hay mucho recambio.