Con acierto milimétrico, y poco antes de morir, José Batlle y Ordóñez calculó la oferta electoral que le hizo al líder del ala conservadora de su partido, Pedro Manini Ríos. A punto de suicidarse, Baltasar Brum vaticina con exactitud la duración de la dictadura de Gabriel Terra. Julio César Grauert “cae” tres veces ante la violencia asesina de sus correligionarios. El diputado Ghigliani balea a su compañero de partido Demichelli a causa de una infidencia amorosa que con los años resulta no ser tan calumniosa. Luis Batlle Berres es relegado por sus primos derechistas al oscuro puesto de vicepresidente, pero la muerte del titular acelera su ascenso a la magistratura y al liderazgo del partido. Éstas son cinco de las nueve historias que componen el primer libro de Federico Murro. Mínimas, políticas, asombrosas o cómicas. También, coloradas; así lo son en menor medida dos de las restantes, centradas en el período dictatorial, y una tercera, que comenta un episodio supuestamente divertido del gobierno del presidente Amézaga.
No debería sorprender que una mirada al siglo XX uruguayo tuviera por protagonistas a figuras del Partido Colorado: perfectamente puede concebirse ese período como el de los sucesivos ascensos, retrocesos y declives del batllismo, que a su vez generaron una crítica circunstancial (el nacionalismo y el conservadurismo colorado) y otra profunda (desde la izquierda). Extraña un poco, entonces, que en la contratapa del libro Murro contradiga el veredicto del jurado que lo premió en los Fondos Concursables 2010 (y que yo integré) por su “aporte a la difusión de la historia nacional”, entre otras cosas. “Esto justamente es lo que no pretende ser este libro”, dice el autor. Tal vez parta de una concepción demasiado respetuosa de la Historia (o de una muy despectiva), pero es difícil no considerar a Historiatas (ya desde el título) como un trabajo relacionado con la historia nacional.
Los capítulos más flojos tienen por protagonistas al vicealmirante Márquez (Murro conecta su desempeño en la predictadura con la posterior frase “estábamos al borde del abismo y dimos un paso al frente”, que se le atribuye) y a Amézaga y al político-humorista Tortorelli (aquí un error desmejora el desenlace: la declaración de guerra de nuestro país a Alemania y Japón no ocurrió cerca de 1942, sino en 1945, es decir, cuando las potencias del Eje estaban al borde de la derrota). La más lograda y extensa de las historias tiene como héroe a Oscar Lebel, el capitán de navío que intentó resistir a la dictadura. En esto, Lebel, mencionado en la historia de Márquez, hace un eco débil con el episodio de “resistencia” de Brum. Igualmente, la última historia se centra en Alberto Demichelli, fugaz sucesor de Juan María Bodaberry durante el gobierno cívico-militar, y viene a cerrar un círculo si se atiende a su episodio anterior con Ghigliani. Estas sutiles interconexiones son otro de los aciertos del libro.
Alumno del taller de Tunda Prada y Ombú, Federico Murro (Montevideo, 1980) también ha realizado una muestra individual como retratista. Ciertamente sus caracterizaciones son atractivas y sugerentes, así como el manejo del color, en el que predominan los marrones, sepias y verde yerba, sin retacear la ocasional irrupción lumínica. Junto al empleo de tinta oscura, esta paleta contribuye a crear el efecto de “otro tiempo” que aporta al -insisto- encare histórico. Si es cierto que el libro trata a su material de manera lateral y episódica, no es menos cierto que ésa también es una forma de hacer historia (y tiene nombre técnico: microhistoria). En la mayoría de los casos, Murro está a la altura necesaria. Tampoco es desdeñable que se haya dedicado a la microhistoria del primer progresismo que gobernó Uruguay. En todo caso, es indiscutible que Historiatas se suma a una gran corriente del cómic local -desde Guacho! a Los últimos días del Graf Spee, pasando por Ciudad Fructuoxia- que se interroga con insistencia y aportes innovadores sobre aspectos de la identidad nacional.