No hace tanto tiempo, o más precisamente en 2003, que la emblemática X FM, antes El Dorado, dejaba paso a una frecuencia que sólo produce tristeza a los que alguna vez fueron oyentes de la emisora. La 100.3, sinónimo de rock e información periodística, que también hizo lugar al humor, al reggae, al jazz o a la música étnica, moría con los ojos bien abiertos y cargados de impotencia. La misma suerte antes había tocado la puerta de Emisora del palacio y de Alfa FM, que sucumbieron, dando lugar a la música funcional, de aeropuertos, supermercados o ascensores, elija usted el calificativo. Hoy es el turno de Radio Futura, la que otrora albergase a varios trabajadores de la extinta X y que mantuviera un perfil ligado al rock sin dejar de lado la información. Emisora que, a partir de este viernes 9, dejará de emitir los programas Doble discurso, conducido por Ernesto Muniz y Gustavo Fernández Insúa, No duermas más, a cargo del ex Mundo Cañón, Rufo Martínez, y Ataque de radio, de Diego González y Martín Pacheco, pasando a emitir sólo música. En el mismo camino de muerte anunciada está Urbana, que aún se juega las últimas fichas musicales en la presente temporada estival, no obstante haber ya levantado su reciente programación vespertina agrupada bajo el rótulo Talk and Pop, que vinculase los nombres de Dani Umpi, Manuela da Silveira, Martín Buscaglia, María José Borges y Laura Falero, haciéndose extensiva a la programación nocturna y al nombre de Andrés Fervenza.

Y no son cambios de la programación, es el aniquilamiento de ella, que ni siquiera da lugar al dicho “donde hubo fuego, cenizas quedan”. Es claro que acá no estamos hablando sólo de determinados trabajadores que pierden sus puestos de trabajo y, por ende, sus ingresos. Estamos asistiendo a la muerte de la programación de las FM y, en consecuencia, a la pérdida de fuentes laborales que trascienden a estas personas que hoy son noticia. Incluso más allá de que la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) expresase su “rechazo a la decisión de la empresa dueña de la FM Radio Futura por dar de baja a varios programas, provocando que cinco trabajadores pierdan su fuente laboral y que la emisora sea parte del grupo de radios que controla el empresario mexicano Ángel González, quien en el país opera a través de testaferros”.

El cierre de Futura es el árbol. El bosque está detrás, en un dial cada vez más uniforme y al servicio de terceros, que deja sin alternativas a la audiencia y favorece que ésta busque en otros sitios lo que antes encontraba en el éter. Puede que sea un signo de los tiempos, pero ¿hasta qué punto la uniformidad y la chatura reinante, signada por intereses del mercado, no atenta contra la propia sociedad? La pregunta vale incluso asumiendo que el interés privado, en mayor o menor medida, es la rentabilidad del negocio o, al menos, que sea sustentable. Entonces surge la interrogante de quién o quiénes deberían asumir los costos necesarios para generar contenidos en el ámbito privado, ya que en el público la existencia de Emisora del Sur del SODRE responde estas cuestiones sobre la base de que la rentabilidad no es el fin y sí lo es su programación, sustentada por recursos provenientes del presupuesto nacional.

Aquí hay un problema empresarial de números en rojo y sabido es que la soga se rompe por el lugar más débil, en este caso el talento, el valor humano, que no sólo deja fuera a los que están, sino, y también, sin expectativas, a los aspirantes por venir. Ya no es novedad que muchas radios cierren sus puertas cual oficina los viernes a la tarde y sea un computador el que se encargue de la música durante el fin de semana. Lo que sí es curioso es que en momentos en que la información musical abunda sea cada vez más uniforme lo que se escucha, en clara tendencia a homogeneizar o moldear, dejando de lado la opinión personalizada y fundamentalmente el espacio a lo diferente, que abre el abanico de las opciones. Hecho que, sin dudas, a la larga -y no tanto- nos afecta a todos, vinculados o no a los medios; donde la tendencia es perder en calidad para proteger las alforjas, donde los intereses empresariales se superponen a la calidad del producto que se ofrece dejando nuestra cultura en ascuas. Ahora al prender la radio no nos faltará quien nos diga la hora y la temperatura, pero la especialización, el talento y la profundidad no serán de la partida.