Históricamente los sistemas bancarios de varios países de América Latina se han caracterizado por tener elevados niveles de dolarización, fenómeno causado principalmente por las graves crisis económicas y los episodios de alta inflación que debilitan la confianza en las monedas locales. Estas vulnerabilidades hacían que una gran parte del crédito bancario y de los depósitos de residentes se realizaran en moneda extranjera, principalmente en dólares.

Sin embargo, los altos niveles de dolarización financiera han persistido en la región, incluso después de prolongados períodos de estabilidad económica y de baja inflación.

El fenómeno es fuente de permanente preocupación entre las autoridades, ya que contribuye a la vulnerabilidad financiera del país, porque los sistemas bancarios en economías altamente dolarizadas son muy sensibles a las fluctuaciones cambiarias debido a que los bancos otorgan créditos en moneda extranjera, mientras que los ingresos de los residentes son mayormente en moneda local. Además del mayor riesgo crediticio, la dolarización aumenta el riesgo de liquidez, debido a que los Bancos Centrales no emiten moneda extranjera.

Pero en los últimos diez años “Bolivia, Paraguay, Perú y en menor medida Uruguay” redujeron sus niveles de dolarización financiera de forma “gradual y sostenida”, según el FMI. En ese sentido, destaca que, en promedio, los depósitos en moneda extranjera como proporción de los depósitos totales en estos cuatro países disminuyeron 26,8% durante el período 2001-2010, representando actualmente el 55,3%. Algo similar sucedió con los créditos bancarios, que tuvieron una reducción de 26,2%, y que ahora significan 49,2% de los préstamos.

En Uruguay se observa una desdolarización mayor en los créditos, que pasaron de representar 75,1% a 52,5%, implicando una baja de 22,6%, mientras que los depósitos apenas bajaron 10,4%, desde 87% a 76,6%. El informe detalla que el proceso de desdolarización se observa en todos los tipos de depósitos y créditos, aunque sigue siendo mayor en las operaciones a más largo plazo.

Cuestión de peso

Entre los factores que explican el proceso de desdolarización menciona, en primer lugar, la apreciación de las monedas locales. Luego destaca la aplicación de medidas prudenciales en el sistema financiero, que favoreció “una adecuada percepción del riesgo cambiario por parte de los bancos”. Entre esas medidas, enumera: “El manejo del diferencial de encaje requerido para depósitos en moneda extranjera y en moneda local, el aumento de las provisiones para los créditos en moneda extranjera, y la introducción de límites más estrictos para las posiciones abiertas de los bancos en moneda extranjera”.

En la misma línea, sostiene que el desarrollo del mercado de capitales en moneda local también favoreció la desdolarización del crédito.

No obstante, señala que los “cambios marginales en variables macroeconómicas -tales como las tasas de inflación- cuando se ha alcanzado una estabilidad y fundamentos macroeconómicos relativamente sólidos [...] no tienen mayor impacto en la desdolarización”.

Como conclusión, advierte que “una década de esfuerzos puede no ser suficiente para combatir un fenómeno tan arraigado en estas economías y los países deben seguir esforzándose por reducir los niveles de dolarización en el sector financiero”.

Por ello, entiende que los esfuerzos deben continuar, manteniendo la estabilidad macroeconómica (como una inflación baja y estable), aplicando medidas prudenciales que permitan a los agentes económicos internalizar los riesgos cambiarios (incluyendo una gestión activa de las exigencias de reservas), y logrando un mayor desarrollo del mercado de capitales en moneda local para facilitar la concesión de préstamos a largo plazo en pesos.

No da refugio

Para la coordinadora del Área de Coyuntura del Instituto de Economía, Gabriela Mordecki, la desdolarización en Uruguay “ha sido bastante leve” y se dio mayormente en los créditos que en los depósitos. Subrayó el rol del gobierno, que mediante la gestión de su deuda “está haciendo un esfuerzo importante para desdolarizar, aunque eso tiene un costo elevado” en el corto plazo. Opinó que el régimen cambiario del país, de libre flotación, contribuyó al propósito de pesificar la economía, ya que “habitualmente se usa el dólar como refugio, y si deja de evolucionar siempre al alza y además tiene mucha incertidumbre, la gente lo deja de utilizar”. No obstante, advirtió: “La economía uruguaya sigue siendo muy dolarizada y las principales operaciones continúan siendo en dólares, incluso en el sector inmobiliario, en el que los créditos están en pesos [Unidades Indexadas] pero los precios están en dólares”. “No hubo grandes cambios, es un proceso que se viene dando lento”, añadió. Valoró que “el sistema financiero debería colaborar de forma más marcada” en el objetivo de desdolarizar, ampliando los instrumentos en pesos.

Por su parte, el economista Pablo Moya, de la consultora Oikos, evaluó que la desdolarización ha sido “una apuesta importante del gobierno”, pero aún “existen muchos instrumentos en dólares”, mientras que los instrumentos en moneda local “no han sido generalizados”.

Para continuar la desdolarización, “está en la tapa de libro” que el gobierno siga fomentando las emisiones de deuda en pesos y que “el mercado reciba esas emisiones”. “Lo que hemos visto es que cada vez que el gobierno ha salido al mercado a colocar estos instrumentos ha tenido muy buena aceptación”, recordó, apuntando que ello es “consecuencia de una política de manejo de deuda muy buena”. Coincidió en que se deben controlar las presiones inflacionarias.