-¿Qué balance deja tu primera temporada como director?

-2010 fue mi primer año relativamente porque asumí aquí en marzo y ya había una temporada bastante armada por la dirección anterior; tratamos de respetar eso. Hubo que cambiar algunos conciertos, porque no estaba muy claros quiénes serían los solistas, pero fue una temporada notable. Fue un poco el renacimiento del Ballet Nacional, con la llegada masiva al Auditorio Nacional de miles de personas.

-Pero aunque la estrella del SODRE fue el ballet, comenzó con dificultades.

-Siempre que hay un cambio, sobre todo de un instituto que ha estado tantos años a la deriva (en el sentido de que no tenía su casa y esto generaba enormes limitaciones de funcionamiento, de logística), se genera una especie de pausa en sus cuerpos estables. Si bien la orquesta y el coro siguieron funcionando, hay un despertar en este momento. Más de 100.000 personas pasaron por aquí en 2010 y esperamos ansiosamente poder superar esas expectativas en 2011. Vamos a estar de grandes festejos y el público va a tener una temporada a la altura de la de los grandes teatros del mundo. Primeras figuras del ballet van a pasar como solistas por los espectáculos de ballet, primeras figuras del mundo de la música van a pasar como solistas en los conciertos de la OSSODRE, primeras figuras mundiales de la lírica interpretando roles en cada una de las dos óperas.

-¿En qué etapa están las obras de construcción del Auditorio Nacional?

-En todo lo que la gente no ve y que está detrás de bambalinas hay muchas cosas sin terminar: salas de ensayo, espacios, oficinas; hay un montón de cosas que complican un poco. La Corporación Nacional para el Desarrollo prevé que en un año se terminen las obras y que esté operativo al cien por cien con todas las comodidades, con salas terminadas, restoranes, etcétera.

-¿Cómo se lleva la función de gestor, que también tiene ribetes políticos?

-Muy bien. Las autoridades de las cuales nosotros dependemos, como el ministro Ehrlich, María Simon, el propio presidente José Mujica, tienen la mejor disposición y dan todo el apoyo político para nuestra gestión. A su vez, yo, independiente del consejo directivo del SODRE, he tenido absoluta libertad de trabajo aquí.

-Primero fuiste consejero del SODRE.

-Por un lapso, hasta julio de 2010, cuando el gobierno puso sobre la mesa los cargos. Luego entró Alberto Scavarelli [Partido Colorado] en mi lugar, y yo pasé a ser el director artístico de los cuerpos estables. El director artístico es la autoridad máxima, es quien programa, pero a su vez tiene a su cargo negociar con los diferentes actores, con la orquesta, con el coro, con el conjunto de música de cámara; es decir, con todos los actores que le dan vida al teatro.

-¿Y la burocracia institucional?

-Encontramos mecanismos con los cuales hemos podido funcionar muy cómodamente y no hemos tenido ningún problema operativo. Generalmente estos temas se dan a la hora de los pagos. Tú traés a un artista de afuera y no le podés decir: “Mirá, te voy a girar la plata dentro de dos meses porque aquí los pagos son así”. Por lo menos hemos logrado eso con los artistas extranjeros, para no quedar escrachados ante el mundo, porque es muy peligroso cuando un teatro genera la idea de que no paga o que paga mal, porque al final los artistas no vienen. Hay problemas, sin duda: los músicos se quejan de los sueldos que ganan, y en cierta forma tienen razón, pero por otro lado el sistema les permite tocar en más de una orquesta, lo que a fin de mes les redunda en un sueldo que no es nada despreciable.

-¿Cómo sigue tu carrera profesional como cantante?

-No puedo bajarme del tren, porque éstos son cargos políticos, eventuales, tienen el plazo que tiene este gobierno o el que mi superior inmediato decida. Yo sigo cantando; cuando me convocaron para esto yo lo planteé. En el mundo de la música, si desaparecés por dos meses, en realidad desaparecés por mucho más tiempo y no te vuelven a llamar.

Creen que ya estás en otra historia y te ven como un gestor, y lo que estoy haciendo acá es cumpliendo con una actividad bastante puntual, independientemente de que dentro de cinco años siga este gobierno y yo vuelva a ser convocado, o no. Sigo cumpliendo con mi agenda, menos que antes, evidentemente, pero este año tengo algunos compromisos bien importantes: tengo que cantar en el teatro Arena de Verona, en una producción de Pescadores de perlas, luego Walkiria en San Pablo, en el Teatro Municipal, y tengo actividades en el Teatro Argentino de La Plata.

-Uno de los objetivos del año pasado fue la convocatoria a nuevos públicos, ¿lo sigue siendo este año?

-La idea es que el SODRE, en una época en la que la cultura está tan absorbida por la televisión y la computadora, acerque a los niños a la música. Es casi imposible que traigas a un niño a ver un espectáculo de música y no salga deslumbrado. Hacemos un trabajo de extensión cultural con Primaria, con Secundaria, con UTU, para traer a alumnos en forma gratuita a cada uno de los conciertos. Una cosa que está pendiente es la reinstauración del Instituto del Coro de Niños. Además, hay un grupo de entradas que se destina a asociaciones de jubilados. Por otra parte, el Ballet hace una gira por el interior todos los años.

-¿Giselle fue el espectáculo que trajo más público?

-En realidad, todo lo que se hizo de ballet agotó las entradas, tanto Giselle como El lago de los cisnes, como el programa mixto. Es bien curioso ese fenómeno de la masiva concurrencia. Yo, que he vivido los últimos 15 años dentro de los teatros importantes de la región, sé que no es nada fácil llenar una función de ballet, y acá se ha generado una ballet fever. Lo de Bocca fue fundamental.

-Al principio hubo cierto rechazo a su forma de trabajo.

-Hubo un problema sindical, más que nada, por el hecho de que se terminaba “la plancha”. Para él fue así: o me siguen o al que no le interese que esto sea un ballet en serio no tiene cabida acá. Hoy ves ensayar al Ballet y da placer, es realmente gratificante. Eso cambia todo para chicos que estaban integrando un ballet nacional pero que no pasaba nada. Los venían a ver los parientes, eran 200 personas y de un día para otro se encuentran con los mejores maestros del mundo dándoles clase. Porque Julio Bocca hace eso: levanta un teléfono y nadie le dice que no, y viene Willie Burman, Sara Nieto o Raúl Candal, y vienen a funciones a sala repleta donde los aplauden por diez o 15 minutos. Eso no les pasa a grandes artistas en el mundo y les está sucediendo ahora a los chicos. Se da un fenómeno que yo creo que finalmente va a contribuir con un país mejor. El SODRE es una herramienta de cultura para un país en el que, en un momento de la historia, por la década del 40 y el 50, pasaban todas las luminarias del mundo de la música, y luego vino la dictadura y la debacle. La idea es que nuevamente el SODRE sea un abanderado a la hora de generar otro concepto de persona. La música puede alejar a los chicos de mucho flagelo público, porque también viene la fiebre de los más chiquitos por querer bailar. Tenemos reuniones con el Ballet Nacional tratando el tema de la Escuela de Danza Oficial del SODRE, que viene detrás de todo esto, así como de la Escuela Nacional de Arte Lírico, donde todo estaba muy chato. Bocca trabaja en otra dimensión en todos los aspectos, sabe cómo y está dispuesto a aportarlo, y la idea es que Uruguay vuelva a ser un productor de cultura. Si acá se producen futbolistas de primer valor mundial, bueno, también se van a producir bailarines y cantantes.