Nube nueve

Uno de los puntos que más preocupan al gobierno son las presiones inflacionarias, que llevaron al Banco Central a elevar la tasa de interés de referencia a 7,5% (ver página 11). En los dos primeros meses del año el IPC aumentó 2,2%, y en el año móvil cerrado a febrero marcó 7,67%, muy por encima del rango de tolerancia fijado para el cierre del año (4%-6%). Las expectativas de inflación marcan una mediana de 7,3%, con respuestas que oscilaron entre 5,99% y 8,8%. Pero Caumont fue más allá al estimar que el incremento de precios será de entre 10% y 11%, disparando las cláusulas gatillo de los convenios colectivos. Ve posible que el gobierno tome medidas fiscales y monetarias para evitarlo, pero “no va a lograrlo” porque ya hay ajustes tarifarios y de precios retrasados, mientras que el ingreso de capitales y la demanda interna continuarán siendo altos.

Pocas experiencias deben de ser más gratificantes que cobrar el sueldo y ver que el recibo muestra una cifra mayor que la del mes anterior. Sin embargo, lo que obviamente es positivo para el bolsillo propio y para el mercado interno por la posibilidad de un mayor gasto posterior podría no serlo tanto para la economía en general por el impacto que esos mayores ingresos podrían ejercer sobre la competitividad y la inflación.

A principios de marzo, en un fugaz pasaje por Uruguay, el director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, advirtió que Uruguay debe ser precavido para determinar los ajustes salariales, ya que de lo contrario podría lograr el objetivo opuesto al deseado.

El ejecutivo se refirió a la crítica situación económica en Grecia e Irlanda para alertar sobre los peligros de un crecimiento demasiado acelerado.

Detalló que con la implementación del euro, el promedio de incremento real de los salarios en la Unión Europea (UE) fue de 35%, pero que en Irlanda alcanzó 100%, lo que complicó su competitividad. Por el contrario, recordó que el incremento real de los salarios alemanes fue de 17%, generando una alta competitividad que se refleja en los niveles de exportación de estos últimos 12 años. “Si bien hay que ayudar a la gente a vivir mejor, tiene que hacerse a un ritmo sostenido y no ir con demasiada rapidez; las cosas no pueden durar tanto tiempo, el crecimiento tiene que beneficiar a todos y no solamente a algunos”, reflexionó Strauss-Kahn.

Pero esta preocupación no es exclusiva del funcionario del FMI. El comisario (ministro) europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, aseguró que la UE estudiará los costos salariales de cada país miembro para ayudarlos a seguir siendo competitivos.

Según el jerarca, los costos laborales deberían ser supervisados y comparados con los de otros países de la eurozona y los principales socios comerciales. “Lo mejor sería permitir, dentro de un marco más amplio de escalas de salarios colectivos, acuerdos de salarios que se confeccionen según la evolución productiva de las compañías individuales”, argumentó.

Armonía

“Los salarios, como otro tipo de precios, son un factor que afecta la competitividad de una economía y de un sector en particular. Pero la competitividad es afectada por una gran cantidad de factores”, aseguró a la diaria el analista económico de PriceWaterhouseCoopers, Ramón Pampín.

El experto recordó que los salarios en Uruguay habían caído mucho antes de que en 2004 comenzara “esta nueva fase ascendente de importante crecimiento”, por lo que la propia expansión económica y la institucionalidad generada para la negociación “llevaron a que los salarios recuperaran la caída de su poder de compra”.

Matilde Morales, economista de la misma firma, detalló que la caída de los salarios en la crisis de 2002 fue de 23%, y que actualmente se encuentran “en los mismos niveles previos a la crisis”. “Desde principios de 2005 los salarios reales han mostrado una sostenida tendencia al alza y, de esta forma, a comienzos de 2010, el nivel promedio de salario real alcanzó los niveles de 1999”, añadió.

Teniendo en cuenta esa recuperación, el gobierno propuso “innovaciones” para los Consejos de Salarios, basándose en tres componentes principales: inflación esperada, desempeño macroeconómico y desempeño sectorial.

Pampín valoró deseable “no generar mecanismos que no logren adaptarse a una fase descendente del ciclo económico” y enfatizó que todo el proceso debe ser “armonioso” porque la demanda interna “ha sido un factor importante en el crecimiento de los precios”. “El reto en este caso [...] es administrar la bonanza, permitir que la economía pueda transitar por una fase del ciclo de la forma más armoniosa y estable posible”, recomendó. “La economía siempre pasa la cuenta: [...] si los salarios crecen a un ritmo por encima del tolerable, eso se va a trasladar a precios, y por tanto el salario real se va a licuar por el crecimiento de los precios”.

El economista sostuvo que “estaría bueno tender hacia los lineamientos determinados por las autoridades”, lo que implica que los aumentos reales “estén ligados a logros de productividad”. Las partes deben “sentarse a la mesa [a negociar] si se compromete el ciclo de negocios por alguna reversión de su ciclo económico”.

Morales coincidió en ese aspecto, ya que los lineamientos buscan “considerar la heterogeneidad de los distintos sectores de la economía”, haciendo que los más dinámicos puedan otorgar mayores incrementos, mientras que los comprometidos tengan subas moderadas. “Esto, creo, es lo más correcto”, evaluó.

No obstante, advirtió que “las estadísticas disponibles a nivel sectorial en Uruguay no son suficientes para reflejar la productividad del trabajador”, por lo cual, “si bien teóricamente sería lo ideal, a veces en la práctica se vuelve complicado”.

Morales mencionó que el gobierno espera un crecimiento del salario real privado de 14,5% en los próximos cinco años, lo que “implica incrementos anuales más moderados respecto de los últimos años”. Sin embargo, la experta no comparte la estimación oficial, previendo que será un aumento menor. Para 2011 la consultora pronostica un crecimiento de 2,5% real.

Bilateral

A su turno, el economista Jorge Caumont dijo a la diaria que “los salarios constituyen una retribución a un factor de producción que es el trabajo, así como hay otras retribuciones que compensan lo que generan otros factores de producción: ganancias al empresario, intereses al inversor, renta al agro, entre otros”.

También a su entender, los salarios deberían fijarse “acorde a la productividad del trabajo, y ajustarse hacia abajo o hacia arriba en función de ello”. “El valor de la contribución que realiza un trabajador en la producción es el valor de la productividad. Si el precio de algo queda estancado y el salario sigue subiendo, obviamente va a haber un desajuste y va a hacer bajar la competitividad de la empresa”, graficó. Igualmente, opinó que el bajo valor del dólar es un elemento más preocupante para los exportadores, que lleva a aumentar sus costos de producción. “Lo que dijo Strauss-Kahn apunta a una sola cosa: dijo ‘no suban los salarios porque van a perder competitividad’, pero no dijo que también tendría que subir el tipo de cambio”, explicó.

También criticó el uso de la inflación para realizar los ajustes salariales por ser un mecanismo “inadecuado” y “totalmente inconveniente”. “Las negociaciones por rama son totalmente inadecuadas para tener permanentemente el nivel de actividad y de ocupación. No estoy de acuerdo con ajustar por el Índice de Precios al Consumo (IPC) sino que estoy de acuerdo con ajustar exclusivamente en función de la productividad”, concluyó.

En el otro extremo ideológico, Antonio Elías, de la Red de Economistas de Izquierda, recordó que los salarios “son el medio de vida de la mayoría absoluta de la población”, y las bajas remuneraciones son “la explicación fundamental de las situaciones de pobreza e indigencia”. “El Salario Mínimo Nacional (SMN) -6.000 pesos nominales, aproximadamente 5.000 líquidos- no alcanza para que un trabajador pueda superar la línea de pobreza en Montevideo: 7.124 pesos”, lamentó Elías, añadiendo que si se tratara de una persona sin pareja con dos hijos, “serían todos indigentes”.

Mencionó un informe del Instituto Cuesta Duarte que detalla que 241.427 trabajadores ganan menos de un SMN y 396.553 personas, menos de dos. “Si no se ubica adecuadamente la dimensión humana del salario se puede llegar a planteos economicistas que se preocupan exclusivamente por las variables macroeconómicas, y los ingresos de trabajadores y pasivos pasan a ser variables de ajuste de la economía”, advirtió. No obstante, reconoció que los salarios pueden tener incidencia en el crecimiento de la inflación, pero “ésa no es la situación actual”.

Incluso considerando que el salario real recuperó el nivel de precrisis, “no se habría redistribuido el enorme crecimiento del ingreso nacional disponible”. “Las políticas salariales y laborales actuales demuestran que el gobierno, con el modelo productivo actual -básicamente primario y fuertemente extranjerizado-, estaría llegando al límite de lo que puede redistribuir entre el capital y el trabajo, tanto en derechos laborales como en ingresos”, alertó Elías. Siguiendo ese análisis, “las perspectivas para los trabajadores no son buenas. Pero como en última instancia todo depende de la correlación de fuerzas, esperemos que ésta se modifique a favor de los intereses del trabajo respecto al capital”.